Lect.: Isaías 5:1-7; Salmo 80:9, 12-16,
19-20; Filipenses 4:6-9; Mateo 21:33-43
- Por la forma como nos han acostumbrado a leer los evangelios no es frecuente que nos paremos a pensar en el trasfondo de los relatos y de los mensajes que estos nos transmiten. Sin embargo, esto es importante porque, como todo producto cultural, de una época y un lugar determinados, los evangelios pueden reflejar conflictos sociales, políticos y económicos y en contradicciones del momento que influyen en los transmisores del mensaje. Así, cuando este evangelio de Mateo es escrito, la comunidad cristiana mateana en cuyo ambiente se produce, estaba integrada sobre todo por personas provenientes del judaísmo, y no por convertidos del paganismo. No es extraño, entonces que se produzcan conflictos entre los judeo-cristianos y los grupos de fariseos y otros judíos que están reconstruyendo la comunidad judía, que había sido muy afectada por la invasión de los romanos, y la destrucción de Jerusalén, y del templo, en el año 70. Tener esto en cuenta ayuda a entender por qué en esta parábola se mezclan afirmaciones muy fuertes contra los judíos, y, al mismo tiempo, otras que todavía subrayan su carácter de pueblo elegido. Fijémonos cómo, de manera simbólica, la parábola sugiere que los poderes religiosos y políticos de Israel mataron anteriormente a los profetas y recientemente al propio Jesús. Y, junto a ello, contrasta el ser un pueblo elegido con su ingratitud con Dios. Luego concluye con serias amenazas de destrucción no solo de las autoridades del Templo sino, también, del pueblo de Israel.
- Un lector contemporáneo, como nosotros, tiene que hacer esfuerzos para rescatar el mensaje sustancioso de la parábola, en medio de textos tan polémicos que, por lo demás, a nosotros, que vivimos en otro contexto muy distinto, ya no nos resultan significativos. Si no hacemos este esfuerzo, nos veremos atrapados en medio de un conflicto de aquella época en el ámbito judeo – cristiano. Por un lado, acusaciones que dieron lugar al feroz antisemitismo que se desarrolló posteriormente en la Iglesia. Y, por otro, a quienes siguen creyendo en ser parte de un “pueblo elegido” generan un nacionalismo judío a ultranza, que había sido implacable en sus guerras con pueblos originarios que ocupaban la tierra palestina. Así lo recuerda el salmo 80, que se reza hoy en la eucaristía, en el que, sin pestañear alaba a Dios porque para “plantar su viña”, —Israel— expulsó a las naciones que habitaban la tierra “prometida”. Ambas posiciones han tenido trágicas consecuencias hasta nuestros días. Así como la primera llevó al holocausto de la segunda guerra mundial, la segunda ha conducido también a la actual ocupación de Palestina y al despojo y maltrato de su pueblo.
- En medio de esos textos tan complicados, ¿cuáles podrían ser las enseñanzas que nos entrega Mateo que podemos encontrar útiles y valiosas para nuestra vida espiritual y nuestra visión religiosa? Voy a mencionar dos. En primer lugar, es de mucho valor para purificar nuestra comprensión del evangelio el hecho de que en este texto, por primera vez encontramos la explicación de que la muerte de Cristo no proviene de la decisión de un Dios, que nos aparece duro y despiadado, que entrega a su hijo para satisfacerse con su sangre como precio por nuestra salvación. Este texto nos libera así, ciertamente en forma de parábola, de una teología y una predicación que ha solido presentar la obra redentora como un sacrificio sangriento exigido supuestamente por la propia justicia divina, casi enfrentando e ignorando la sensibilidad de muchos creyentes que ven en esa explicación una contradicción con el mensaje neotestamentario que se centra en un Dios que es amor. Sin embargo, claramente, aunque de forma simbólica, dice el relato que el dueño de la viña, —refiriéndose a Dios—, envía a su hijo para tratar de convencer a los viñadores arrendatarios de que entreguen los frutos que le correspondían. Son esos viñadores —simbolizando a los dirigentes y a gran parte del pueblo de Israel— los que toman la iniciativa de asesinar al hijo, lo cual comprensiblemente indigna al padre. Se refleja aquí la convicción de la comunidad mateana de que Jesús, a quien ven representado por el hijo del dueño de la viña, ha sido víctima de la conspiración de las autoridades del Templo, mientras que el Padre más bien envía a su hijo como un acto de acercamiento y confianza con los arrendatarios, es decir, con el pueblo.
- En segundo lugar, lo más importante en este texto, es que la comunidad también expresa su manera de interpretar su propia llamada, su vocación. Se distancian de la anterior creencia en ser pueblo elegido, al darse cuenta de que lo que al final distinga el trigo de la cizaña, no será ni la pertenencia a una etnia, ni a una institución, ni la ortodoxia doctrinal que se profese, sino la respuesta a una llamada para producir frutos. No es que Dios rechace a Israel en su calidad de pueblo elegido y ahora lo sustituya por la Iglesia, —como también lo pensó alguna corriente teológica en la historia del cristianismo, hablando del “segundo Israel”—, sino que ahora la comunidad nueva, la nueva familia, la viña amada de Dios, no es ni el pueblo de Israel, ni una Iglesia nueva, sino que está compuesta por todos los que den frutos conforme a la voluntad de amor del Padre, sin límite de fronteras. Esta enseñanza será recogida de nuevo por Mateo en la parábola del juicio final, del capítulo 25 de este evangelio.
- Discerniendo así este texto de hoy, superamos el contexto conflictivo judeo cristiano original en que fue escrito, y nos queda clara la llamada que se nos dirige a cada uno de nosotros mismos para despojarnos de formas distorsionadas de religión. Es una manera de decirnos que no nos atengamos al hecho de haber sido bautizados en una iglesia que consideramos como verdadera, ni a la creencia en que Jesús tuvo que padecer dolores extremos y sangrientos y que eso nos eximió del castigo por nuestros pecados. Lo que nos hace familia de Dios y administradores honestos de su viña es solamente la práctica del amor. Este traduce y es prueba de la autenticidad de una fe cristiana.Ω
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