Lect.: Amós 6:1, 4-7; I Timoteo 6:11-16;
Lucas 16:19-31
- Un estudioso de los escritos de san Lucas y san Mateo identifica en estos dos autores de textos, parábolas, dichos, un conjunto que él denomina el "evangelio de los marginados" del que forma parte esta parábola del rico ostentoso y el pobre mendigo Lázaro. Incluso en la forma original, probablemente pronunciada por Jesús, podemos decir que en este pasaje hay "una llamada a «una dedicación sincera y generosa a todas las víctimas de la pobreza, de la desigualdad, y de la multitud de desgracias que recaen sobre muchas personas por irresponsabilidad de otros, semejantes al rico de la parábola. Leído, como lo hace la liturgia de este domingo, poniéndolo junto a un texto vigoroso del profeta Amós, podemos ubicar la predicación de Jesús en la línea de la predicación de los profetas que se enfrentaron a quienes en Israel disfrutaban de lujos exagerados, de acumulación de riquezas, tierras y beneficios, sin preocuparse por las desgracias que recaían sobre la vida del pueblo.
- Hay que estar claros en qué sentido esta parábola, junto con otros textos del Nuevo Testamento, es un evangelio, es decir, una buena noticia para los marginados, los excluidos o los descartables de la sociedad y el sistema económico. Nos equivocaríamos si interpretáramos el relato como una promesa tranquilizante que le dice a los pobres que que no importa lo que sufran aquí, mientras que los ricos la pasan súper bien, porque, como dicen algunos, habrá recompensas y castigos después de la muerte. Esa es una lectura distorsionada, construida desde la perspectiva interesada de quienes, para no perder sus posiciones privilegiadas, hacen lo posible para que las religiones, las iglesias y los medios de comunicación, condenen cualquier intento de cambio de la situación actual, manteniendo en actitud conformista a los que sufren las injusticias institucionalizadas de nuestra sociedad.
- Ese uso de promesas de compensación ultraterrena, no es cosa de ahora, ni siquiera, tampoco, de la época de Jesús. Eran heredadas de algunas tradiciones culturales de épocas anteriores, y muy extendidas en pueblos diversos. Ciertamente hay importantes excepciones de esas lecturas pseudo religiosas, adormecedoras. Así lo muestran las amenazas del profeta Amós a los poderosos insensibles, en la lectura de hoy. Amós no remite a un castigo y una compensación post históricas sino, a la expectativa de una reversión que se va a dar en el presente. Es la misma línea de los valientes profetas de Israel.
- Pero, si no es en la “otra vida”, al “otro lado”, en donde debemos esperar liberación de males injustos, ¿cuál es el sentido profundo de la parábola? ¿Cuál es su contenido que la hace ser una “Buena Noticia? En un marco más amplio, el del conjunto de la predicación y acción de Jesús, se puede entender cómo, para Él, la persona humana solo logra su realización y liberación plenas cuando rompe las cadenas de su propia codicia y ambición y descubre su propia suerte ligada a la del pobre marginado que es parte suya y parte del propio Cristo, como lo recuerda el capítulo 25 de san Mateo. Es la apertura a la fraternidad la que le permite al opresor no impedir que el oprimido pueda alzarse del polvo. En la parábola, al rico le costó llegar al lugar de condena para descubrir que Lázaro era hijo de Abrahán y, por tanto, hermano suyo. Es preciso que los actuales responsables de la injusticia puedan descubrir esa fraternidad sin que haya que llegar a la destrucción de este planeta y de nosotros con él. No será un proceso fácil ni mucho menos automático. Requiere un esfuerzo colectivo que, para nosotros los cristianos, debe estar inspirado en las Bienaventuranzas, y que nos lleve a hacer propios los valores morales y la espiritualidad del reinado de Dios materializándolas en las relaciones humanas. La promesa de otra vida no se refiere, entonces, a otra existencia en “otro mundo”, sino a la transformación de esta sociedad, esta economía y esta política. En esa dirección nos pide hoy la Palabra, que sigamos avanzando.Ω
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