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25º domingo t.o., el propio interés conlleva tener en cuenta el interés de los otros

Lect: Amós 8:4-7; I Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13


  1. De nuevo nos encontramos con una parábola que puede resultar extraña o difícil para nuestros oídos contemporáneos. ¿Cómo es eso de que Jesús pone de ejemplo a un administrador que  no cumple sus tareas con honestidad? Y que, por añadidura, su única reacción ante la llamada de atención de su patrón, pareciera ser otro fraude, alterar las cuentas. Incluso en nuestra sociedad actual, plagada de casos de corrupción y fraude, la gente medianamente informada sabe, por ejemplo, que por muy “cuello blanco” que tengan, los directivos de grandes entidades financieras que lucraron con la crisis reciente, son simplemente sinvergüenzas, y que los políticos que les premiaron refinanciando sus bancos son tan corresponsables  como ellos de los efectos negativos de la crisis sobre los ciudadanos comunes afectados. A ningún maestro de espiritualidad y ética se le ocurriría ponerlos como ejemplo de comportamiento, al menos para los cristianos.
  2. De este pasaje existen múltiples intentos de interpretación para resolver, al menos, lo que aparece como inicialmente chocante. No podemos pretender zanjar tanta discusión, pero sí, al menos, proporcionar algunos elementos informativos para que los lectores (hoy no me tocó predicar en Santa Lucía) hagan el esfuerzo por sacar sus propias conclusiones. Lo primero es hacer ver lo que debería ser obvio, si no fuera porque la lectura rutinaria no lo ve, que en ninguna parte del texto dice que el administrador estuviera, con anterioridad, incumpliendo sus tareas con un mal manejo de los bienes del terrateniente. Lo que dice es que a éste le fueron con acusaciones. Podían ser, perfectamente, acusaciones infundadas para bajarle el piso al administrador. En segundo lugar, lo de la alteración de las cuentas no solo no es la causa de que quiera despedirlo, —porque sucede después de la llamada de atención—, sino que además es, justamente, la muestra de la astucia que Jesús alaba. Un tercer elemento, que nos proporcionan los estudiosos bíblicos, es que muy probablemente  la parábola contada originalmente por el Maestro, terminaba en el versículo 8, con la alabanza del patrón. Los otros “dichos” que vienen a continuación (sobre hacerse amigos con el dinero injusto, ser fiel en lo poco, y lo de no servir a dos señores) son adiciones pegadas al texto primitivo por la comunidad de Lucas, bien fuera porque coinciden en hablar de dinero, o porque lo vieron como posibles aplicaciones de la parábola.
  3. Con estos datos, para tener en cuenta, (no son los únicos, mencionaré otros en un comentario al “posteo”) el punto que queda por aclarar es, ¿en qué consiste la astucia que alaba el evangelio? Creo que la clave está en un cierto paralelismo y, al mismo tiempo, contraposición en el actuar de “los hijos de este mundo” con la de “los hijos de la luz”. En los primeros, como se ve en el texto, el “normal” comportamiento mundano es exclusivamente guiado por el propio interés individual. Pero en este caso, el administrador entendió, —de ahí su astucia— que para salir airoso de la prueba tenía que ampliar su visión y tomar en cuenta  a otros, implicando también, por conveniencia, al beneficio de los acreedores. En el caso de los “hijos de la luz”, la astucia consistiría, entonces, me atrevo a decir, también en ampliar el interés por el beneficio propio, al beneficio del Reino de Dios, es decir, de todos los miembros de la comunidad. En lenguaje de nuestra época, se trata del reto de hacer compatible la ganancia propia, individual, con el bien común, de todas y todos, y no pensar que puedo realizar mi propio beneficio ignorando el de los demás o, peor aún, a costa del de los demás. Como dice una teóloga norteamericana, Alice McKenzie,  esta parábola quiebra nuestra manera habitual de entender lo que significa trabajar por el propio interés, a la luz de la reversión de valores que conlleva el Reino de Dios"

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