Lect.: Núm 11, 25-29; Sant 5, 1-6; Mc 9, 38-43. 45. 47-48
1.
El domingo pasado
veíamos el gran contraste entre Jesús y sus discípulos. Mientras Jesús va
dándose cuenta de que su misión puede terminar en la cruz, es decir, en la
muerte, porque se había vuelto incómodo para el orden político y
religioso establecidos, paradójicamente, los discípulos, en lo que estaban
pensando era en quién era el más importante entre ellos, es decir, en el fondo,
quien lograría más éxito y renombre por acompañar a Jesús en su proyecto del
Reino, que todavía no entendían. Esta ambición de poder la une Marcos en el
texto de hoy con otra gran tentación de las iglesias: la tentación del
exclusivismo, del monopolio de la verdad y el monopolio del mensaje de Jesús.
Es la tendencia a impedir que otros hablen o hagan milagros en nombre de Jesús,
si "no son los de nuestros". Es decir, de nuestro grupo, de nuestra
Iglesia. Ambas tentaciones no son nuevas entre nosotros los cristianos. No
olvidemos que Marcos escribe su evangelio más o menos 40 años después de la
muerte de Jesús. Y los temas que escoge para relatar, son una catequesis
motivada por los problemas que vivían las comunidades de su entorno, lo que
quiere decir que esa tentación del poder y la del monopolio de la verdad ya la
padecían aquellas primeras comunidades. Incluso, si vamos más atrás, la primera
lectura nos muestra que los mismos que rodeaban a Moisés estaban contaminados
por esas actitudes.
2. Parece que es un comportamiento muy humano, muy de
debilidad e inseguridad humanas, el creerse que nuestra verdad es toda la
verdad y la única verdad y que todos los que piensan distinto están
equivocados. Peor aun, como les pasó a esos primeros discípulos, llegar a negar
la evidencia de los hechos: veían que otros hacían el bien, curaciones
posiblemente, en el nombre de Jesús, y en vez de alegrarse porque cada vez la
Buena Nueva se expandiera más para beneficio del pueblo, en lo único que
piensan es que estas acciones están afectando lo que creían su derecho a
monopolizar el mensaje y el nombre de Jesús. Hoy en día hay alrededor de 500
denominaciones, confesiones o iglesias distintas que se consideran cristianas.
Entre ellas la Católica es la más numerosa, pero esto no puede conducir a negar
o a borrar el bien que otras hagan en nombre del Evangelio. O lo que hagan
otros de otras tradiciones no cristianas. En vez de rivalizar, la invitación
fiel a Jesús, es a vivir con honestidad el seguimiento de Jesús, y unir
esfuerzos con todas las personas de buena voluntad, frente a los problemas de
violencia, intolerancia e injusticia que afectan a la humanidad.
3.
Para contrastar con
esas distorsiones del mensaje evangélico, el autor del evangelio de Marcos
reúne en este texto varios rasgos de lo que tiene que ser una comunidad
cristiana. El poner a los niños en un puesto privilegiado es un
símbolo poderoso de que las iglesias deben priorizar el servicio a los pequeños
y a lo débiles. E incluso aprender de los niños, de los insignificantes, para
desarrollar la actitud espiritual que supera el egocentramiento, el darse
demasiada importancia a uno mismo. Otro ejemplo que pone Marcos es la
importancia de los pequeños gestos de servicio, gestos tan sencillos como dar
a beber un vaso de agua. Es ilustrativo que en su carta encíclica Laudato
si, el papa Francisco, enfrentando los grandes problemas que afectan el medio
ambiente y la vida en el planeta, además de trazar grandes líneas de acción
para buscar soluciones, valora el poder y la fecundidad de los pequeños aportes
y los pequeños gestos. De hecho, el propio Francisco es un continuo ejemplo del
poder que tienen los gestos de sencillez y de humanidad para impactar a
muchísima gente, religiosa y no religiosa. Todas esas pequeñas acciones
contribuyen a la transformación de nuestras actitudes y eventualmente a generar
una sociedad nueva, más humana y un planeta más seguro. Estos días, al escuchar
a Francisco en Cuba, en Washington, en las Naciones Unidas, …, mucha gente se
ha sentido atraída por el poder de la sencillez del Papa, así como por su
apertura fraterna a muchos que piensan de forma distinta, que tienen otras
creencias o ninguna y que incluso sienten rechazo por comportamientos
eclesiásticos tradicionales. Esta manera de Francisco de ser y de hacer
Iglesia, al servicio de la humanidad sin distinciones, y de la vida en el
planeta, nos traza, junto con el texto de hoy de Marcos, nuevos caminos para
vivir el evangelio.Ω
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