Lect.: Sabiduría 2, 12. 17-20; Santiago 3, 16-4, 3;
Marcos 9, 30-37
1.
Para entender el
texto del evangelio de hoy debemos hacer memoria, o repasar todo lo que nos ha
contado Marcos en los ocho capítulos anteriores de su libro. Casi desde el
mismo inicio la predicación de Jesús estuvo rodeada de conflictos con
maestros de la ley y con fariseos. Recordemos las críticas que le hacen
porque los discípulos no ayunan y porque no se purifican las manos antes de
comer. Y porque come con los pecadores, lo que lo colocaba en situación de
impureza. De manera más radical y amenazadora lo acusan de blasfemia
porque da su perdón al paralítico siendo así que para ellos solo Dios
puede perdonar los pecados. También lo acusan de romper la Ley al hacer curaciones
en sábado. Jesús no solo no hace caso de sus críticas sino que públicamente advierte al pueblo que abran los ojos y se guarden de la levadura de
los fariseos y de la levadura de Herodes. Para colmos, todos estos conflictos se dan incluso sobre un trasfondo de
incomprensión de vecinos y familiares suyos, al punto de que el mismo Jesús
llega a decir que «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y
en su casa carece de prestigio.».
2.
Repasemos estos
hechos, y entendamos que Jesús estaba con su acción transgrediendo los
pilares más sagrados de la religión existente y de la identidad del
pueblo judío: el respeto a la Ley, el guardar el Sábado y el mantener la
distancia entre Dios y los seres humanos, que no permitía atribuir a ningún
hombre lo que solo era propio de Dios. Jesús no solo rompe esas tradiciones
sagradas sino que justifica lo que hace. De manera contundente, cuando los
fariseos le preguntan: «¿por qué tus discípulos hacen en sábado lo que no es
lícito?»Jesús responde: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no
el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre también es señor del sábado.» Y les devuelve la
crítica con otra pregunta que los deja callados: "¿Es
lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de
destruirla?» En otras palabras, por
encima de tradiciones y estructuras religiosas está el valor que tiene la vida
de las personas.
3.
Se comprende entonces que
empezara a ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas,
y que incluso pensaran ya en matarlo.
También se comprende que algunas personas le rogaran que no los
visitara, que se alejara de sus lugares. Y con todo esto Jesús va dándose cuenta de que su misión
puede terminar en la cruz, es decir, en la muerte, como en efecto ocurrió,
porque se había vuelto incómodo para
el orden político y religioso
establecidos. Paradójicamente, mientras Jesús empieza a cobrar
conciencia de lo arriesgado de su misión, los discípulos, como nos lo dice
el texto evangélico, ni soñaban ni querían ese tipo de final para su
Maestro. En lo que estaban pensando era
en quién era el más importante entre ellos, es decir, en el fondo, quien
lograría más éxito y renombre por acompañar a Jesús en su proyecto del Reino,
que todavía no entendían.
4.
Veintiún siglos después, en
las Iglesias cristianas todavía quedan ecos de aquella actitud de los
discípulos que se apuntan como cristianos, no por seguir un camino de servicio
sino buscando ganancias, aquí o en la
otra vida; incluso poder social y económico y prestigio, como muchos
de los eclesiásticos que se han enfrentado al testimonio de sencillez y servicio
del Papa Francisco. Quizás ese no sea el mayor peligro para la mayoría de
nosotros. Pienso que nuestro mayor peligro es el de distorsionar la imagen de
Jesús, debilitar y desdibujar el perfil de su misión y entrega y el del
evangelio. Creer que la muerte de Jesús viene como una sentencia de Dios
que reclamaba derramamiento de sangre por nuestros pecados, como en los
sacrificios paganos. Nuestro error en ese caso es olvidar que la muerte de Jesús es más bien la
conclusión de esa serie de conflictos que levantaron sus palabras y sus
acciones, el contenido de su Buena Noticia sobre la vida humana.
Marcos hoy, una vez más, nos da ocasión para revisar el contenido de
nuestras creencias.Ω
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