Lect.: Jer 23,1-6, Ef 2,13-18, Mc 6,30-34
- En el texto de hoy los discípulos regresan de la misión a la que Jesús los había enviado, aquella misión que debían realizar desafiando los pilares que sostenían la sociedad de entonces, la institución familiar, la propiedad y las tradiciones, como lo vimos el domingo pasado. Podemos imaginar, teniendo en cuenta otro relato semejante de Lucas (10: 17 sgs), que los apóstoles regresan contentos y satisfechos. Tan es así que de inmediato y corren a informar al Maestro “todo lo que habían hecho y enseñado”. Ante lo que le cuentan y, posiblemente, ante la impresión que daban —quizás cansados pero entusiastas de su estreno como predicadores— Jesús reacciona con dos gestos que son, en sí mismos, enseñanzas complementarias de cómo se realiza la misión evangélica.
- El primer gesto consiste en invitarles a ir solos a un sitio apartado y desértico "a descansar un poco”. Es, probablemente, una manera de decirles que para transmitir el mensaje, para ejercer el ministerio que les ha encargado, hace falta tener también no solo descanso físico, sino una paz interior y un encuentro consigo mismos que les permita a ellos, también, hacer suyo el mensaje. Hoy podríamos pensar que la invitación sirve para que los que quieren o queremos vivir y transmitir el mensaje cobremos conciencia de que anunciar el evangelio del Jesús no es una facultad que tengan unos privilegiados, que cae mágicamente desde el cielo, sino que brota no solo desde el estudio de la palabra, sino además del interior, en el silencio, en la oración, en diálogo solo con uno mismo y con el Espíritu que habita en nosotros.
- El segundo gesto, que surge con naturalidad de la gran sensibilidad de Jesús, es una profunda enseñanza. Cuando Jesús miró a la multitud. dice Marcos, sintió una gran compasión por ellos. La palabra compasión, en el Antiguo Testamento, designa la actitud de Dios con respecto al sufrimiento de sus hijos e hijas. No es lástima —como a veces lo ponen inadecuadamente algunas traducciones de la Biblia— es com - pasión, la capacidad de sentir y padecer con los demás sus necesidades, preocupaciones y sufrimientos. En la intención de Marcos está enseñar a su comunidad, evocando el recuerdo de Jesús, que la actitud fundamental de quien quiere anunciar el evangelio es la capacidad para sentir e identificarse con las personas a las que se quiere servir.
- Estar como "ovejas sin pastor”, la frase que Marcos usa tomada de los profetas, alude a una de las mayores necesidades que podemos tener los humanos: encontrarnos sin proyecto de vida, sin norte, sin tener motivaciones para vivir y actuar. No lo entendamos como si Marcos quisiera hablarnos de la necesidad de tener una autoridad de alguien superior que nos diga lo que tenemos que hacer, para poder salir adelante. Eso sería una manera muy infantil de entender este relato. Jesús, al descubrir la situación y necesidades en que vive aquella gente, no reacciona como alguien autoritativo que les impone reglas para recuperar el camino. Ni como alguien que se constituye en quien manda para que los demás obedezcamos. Jesús les da su compasión, su capacidad de identificarse con ellos. Les quiere dar su presencia cálida y humana para que ellos se sientan acompañados en la búsqueda personal y comunitaria de solución de su problemas. Así actúa el pastor verdadero. Con estos gestos el relato evangélico de hoy nos está corrigiendo posibles equivocaciones en la manera de entender lo que quiere decir “pastor” o “actividad pastoral”. Nos está diciendo que la manera en que todos y todas, —no solo un grupo de clérigos o laicos seleccionados— podemos ser pastores y pastoras unos de otros, es desarrollando la capacidad de sentir e identificarse con las necesidades de todos nuestros hermanos y de nuestra comunidad.Ω
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