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5o domingo t.o.

Lect.:  Is 58,7-10;  I Cor 2,1-5;  Mt 5: 13 - 16

  1. Todos los pueblos, todas las culturas construyen sus propios valores morales. Cristianos o de otras tradiciones religiosas, o incluso sin religión, para sobrevivir, necesitan ir estableciendo acuerdos en cuanto a qué prácticas, actitudes, acciones se consideran valiosas para convivir de manera pacífica y constructiva. Y cuáles se consideran destructivas y se rechazan entonces como inmorales.  Así, por ejemplo, los diversos grupos israelitas que siguieron a Moisés, reciben de él los diez mandamientos que constituyen lo esencial de su concepción moral y Jesús nace y crece en esa tradición. En una época distinta, en nuestras sociedades modernas, cada vez más pluralistas, con grandes migraciones, con gran influjo de la globalización, nos toca vivir en un ambiente donde coexisten diversas maneras de entender y practicar los valores morales. No que unos sean morales y otros que piensan distinto no lo sean, sino que por diversas tradiciones y concepciones culturales tienen diversas visiones morales. Es por eso que decir simplemente que “Costa Rica necesita fortalecer valores morales”, —como lo dicen a menudo sectores de iglesias y muchos candidatos repitieron durante la campaña, es importante pero no es suficiente. Hay que dejar claro cuáles son los valores y principios qué cada grupo religioso o sector social considera como  principios y prácticas morales más importantes. Luego habrá que conversar mucho para ver coincidencias y diferencias en torno a los cuales unirnos como costarricenses.
  2. Cuando Mateo nos habla hoy de ser luz del mundo y sal de la tierra no nos está diciendo simplemente que nos comportemos moralmente en general. Ni siquiera nos está diciendo que vivamos conforme a los mandamientos judíos de Moisés. El texto de hoy viene inmediatamente después de la proclamación de las Bienaventuranzas y como todo el cap. 5, propone el programa de vida feliz que anuncia Jesús. Para ser luz del mundo nos invita a vivir ese programa. Mateo ve a Jesús como el nuevo Moisés que invita a una nueva lectura de la Ley. Esta nueva manera de entender la Ley pasa de fijarse tan solo en acciones que uno realiza, a destacar la trascendencia de las actitudes profundas en las que se enraízan prácticas, hábitos permanentes.  La nueva interpretación de Jesús, aun respetando toda una multitud de mandatos existentes en su época, distingue prioridades que señalan que dentro de la Ley hay unas cosas más importantes que otras. Y con las Bienaventuranzas, que buscan la felicidad para los pobres, los hambrientos, los desposeídos, nos está ayudando a descubrir que en la práctica de la moral cristiana las virtudes fundamentales son la compasión, la solidaridad, la justicia, el servicio a los oprimidos y discriminados... Ser luz del mundo y sal de la tierra, entonces, no es simplemente "tener valores morales". Para Jesús de Nazaret, llegamos a ser luz y sal, igual que él lo fue, cuando les anunciamos y, sobre todo, cuando les realizamos Buenas Noticias a los pobres, a quienes no tienen lo fundamental para construir para sí mismos una vida de calidad. En esto consiste, prioritariamente, estar “por la defensa de la vida”.
  3. Recientemente, con ocasión de la campaña electoral, escuchamos a grupos fundamentalistas cristianos invitar a combatir lo que ellos llaman "proyectos satánicos". Pero, como hemos venido viendo, a diferencia de Juan el Bautista, Jesús no convoca a cruzadas de juicio y condenación, sino que invita a construir una "tierra prometida" para todos, en el espíritu de las bienaventuranzas. Esa invitación es la que recibimos hoy del Evangelio.Ω

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