Lect.: Isaías 7,10-14, Romanos 1,1-7;
Mateo 1,18-24
- Aunque estemos acostumbrados a pensar en los relatos de la navidad y la infancia de Jesús como una especie de crónica, casi periodística, o narración de testigos presenciales, reflexionando un poco podremos entender que esto no es así y que se trata, más bien de lo que los estudiosos llaman "teología narrativa", es decir, de textos que apuntan a transmitirnos la fe de las primeras comunidades, encerrada en relatos que utilizan figuras y lenguaje del AT para expresar esa fe. Por eso, más allá de la sencillez de los relatos navideños debemos esforzarnos por captar el sentido que quisieron imprimirle los evangelistas,
- Desde esta perspectiva, el texto de Mt de hoy encierra, más allá de su literalidad, un contenido riquísimo para nuestra vida espiritual, en concreto cuando nos habla del nacimiento virginal de Jesús. Solo Mt y Lc lo relatan de esa manera. Y tal vez algunos críticos podrían intentar sembrarnos dudas diciéndonos que en la antigüedad no solo de Jesús se dice que nació de una Virgen, sino de varias decenas de personajes famosos. Era una manera de expresar la importancia y el honor que merecían esos personajes. Esto es cierto, probablemente, también para el caso de Jesús, que no podía ser menos; es cierto, pero no es toda la historia. Hablar del nacimiento virginal de Jesús contiene un mensaje más profundo que el mero reconocimiento de sus cualidades extraordinarias. La pista para entender ese sentido más profundo nos la el evangelista Juan.
- Juan no relata ningún hecho relativo a la infancia de Jesús, pero en el maravilloso prólogo de su evangelio nos dice lo siguiente: "a todos los que la recibieron (la Palabra) les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.” Al presentarnos entonces la figura de María, la madre de Jesús y al hablarnos de la concepción virginal de Jesús, podemos suponer que la comunidad del evangelista Mt va en la misma dirección que Juan; va más allá de la humilde campesina de Nazaret, y nos presenta en María la fuerte figura de fe de quien se abre, sin restricciones, sin condición alguna, a la vida de Dios, a la humanidad nueva que Dios nos da en su hijo. Más que hablar de un hecho biológico, —que obviamente no del interés o conocimiento de Mt, el evangelista ve en la virginidad la palabra más adecuada para expresar la completa apertura y disponibilidad para que la vida divina nazca, crezca y nos invada completamente.
- Es por eso que, leído este texto de esta manera, podemos caer en la cuenta de que asumiendo la misma actitud y disposición de ánimo de María, expresada como virginidad espiritual, podemos confiar con certeza en que Dios nace en cada uno de nosotros. O, dicho como se lo expresó Jesús a Nicodemo, cada uno de nosotros puede nacer a una vida nueva, “virginalmente”, es decir, despegándonos y superando los apegos de la mera carne y voluntad humana. Por eso podemos decir que en Navidad celebramos nuestro propio nacimiento a la vida del Espíritu.Ω
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