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1er domingo de adviento

Lect.: Is 2: 1 - 5; Rom 13: 11 - 14; Mt 24: 37 - 44

  1. Este texto de hoy de Mateo sido leído de dos modos, muy arraigados, por cierto, pero no muy acertados, que pienso que han contribuido a que perdamos el sentido del mensaje. Una es la interpretación reducida del pasaje como una Segunda venida que sucederá al fin del mundo. La otra, no del todo separada de la anterior, que enfatiza la actitud moralizan negativa. Algo así como decir, "ojo pórtense bien porque la muerte puede venir en cualquier momento y los puede encontrar “asando elotes” (es decir, desprevenidos, según la vieja expresión tica). La primera interpretación confunde dos cosas que, en realidad, estaban separadas en la pregunta de los discípulos,  Ellos preguntaban por la señal de su venida y por el fin del mundo. Es más, Mateo habla de sucesos intermedios, como la destrucción de Jerusalén por los romanos el año 70 que para ellos era como un final del mundo, de la sociedad existente. Pero si ponemos hoy el énfasis en un fin del mundo global, se tiene el peligro, para quienes tenemos una mirada moderna del universo, de pensar en un acontecimiento de magnitudes tan dramáticas que no nos toca personalmente de cerca, porque queda muy lejano. Por su parte, el segundo, con el énfasis moralizante, tiene un todo amenazador, como la intención de meter miedo, que no se aviene con el evangelio. Aunque refleja expresiones del ambiente de la época de Jesús no nos pega en un ambiente cristiano, porque el evangelio no es un conjunto de amenazas, sino que es lo que su nombre indica, una Buena Noticia. ¿Y cuál es esa Buena noticia?
  2. La Buena Noticia es que en la Venida de Jesús, en su vida terrena tras el nacimiento, que nos preparamos a conmemorar, se nos han entregado ya dos cosas fundamentales: primero, la revelación de lo que es el ser humano completo, de alguien que se ha realizado plenamente. La vida que Jesús vivió es la máxima aspiración de un ser humano.  Y segundo, la revelación de que todos tenemos la gracia, el don, de alcanzar también esa plenitud de vida aquí y ahora. Así entendido podemos reinterpretar el llamado a la vigilancia. ¿En qué sentido? Como dice el propio texto de Pablo en la segunda lectura, de lo que se trata es de darnos cuenta del tiempo que estamos viviendo. Lo que ya está ocurriendo en nosotros aquí y ahora.
  3. Estar vigilantes implica descubrir que el hijo del hombre ya ha venido y que cada uno de nosotros ya está sumergido en esa realidad divina que Jesús ha puesto de manifiesto. Si vemos así la realidad caeremos en la cuenta de que lo que los cristianos en la historia de la Iglesia hemos llamado la “segunda” venida, se refiere principalmente a la manifestación del hijo del hombre en la vida de cada uno de nosotros. Cuando se produzca ese descubrimiento de lo que realmente somos, del Espíritu que nos habita, y nos abramos a su impulso, podremos decir que se ha realizado ya la segunda venida de Cristo en nosotros mismos.
  4. Siempre hemos dicho en la Iglesia que estas semanas de adviento son para alimentar nuestra esperanza. Efectivamente, nuestra esperanza se fortalece al descubrirnos injertados en el Cristo total, en el  hombre nuevo revelado en Jesús de Nazaret. Y, aunque es verdad que nos toca vivir en una sociedad cargada de problemas y amenazas, sabernos injertados en ese hombre nuevo, nos permite vivir con esperanza, con la convicción de que el bien, el amor, la solidaridad que cada uno de nosotros hace, son fecundas, fértiles, y contribuyen, de manera quizás misteriosa, a la transformación del planeta entero. El papa Francisco nos prevenía en su carta última sobre la Alegría del Evangelio, que el mal que hacemos, de manera silenciosa se va extendiendo y socava las bases de la sociedad. Pero con mayor razón y por la misma interconexión que tenemos, que es cada vez mayor en la sociedad globalizada, nuestro actuar como hombres y mujeres nuevas, extiende también la venida del hijo del hombre, del Cristo total a todo el planeta. (Cada acción nuestra de bondad, amor, solidaridad, por pequeña que sea tiene efectos enormes impensados. Algo así como aquello del aleteo de una mariposa en Beijing que puede causar un huracán en el Caribe).Ω


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