Lect: Éx 12:1-8.11-14; 1 Cor
11:23-26; Jn 13:1-15
(subo esta homilía, ¡un año después!, cuando caigo en la cuenta que no estaba en el blog).
- "Lo que yo he hecho con Uds. háganlo también Uds." Jesús pronuncia esta frase tras lavar los pies a los discípulos y para el evangelista Juan y su comunidad con esas palabras subraya la enorme importancia del gesto. Se trata de un gesto que resume todo lo que fue la vida de Jesús y nos sirve, por eso, de criterio para interpretar el sentido de esa cena en que están participando, el sentido de la eucaristía que luego celebrarán las comunidades cristianas, el significado de la muerte que conmemoramos de forma especial este viernes santo e incluso nos da pistas para entender el significado mismo de la resurrección. Por supuesto, a partir de esa actitud de Jesús realizando una tarea tan servil, tan de esclavos en esa época, se tiene un criterio para interpretar lo que debe ser una comunidad de discípulos de Cristo, lo que llamamos "iglesia" y dentro de ella, el sentido y alcance de los ministerios, sea el presbiterado o cualquier otro. Todo parece resumirse en la práctica del servicio. No basta decir en el amor o en la caridad porque, lamentablemente, hemos gastado esas palabras. El gesto de Jesús, en cambio, con un delantal, sin el manto, arrodillado lavando los pies no se desgasta. Concreta, da contenido a lo que el evangelio quiere decir con los términos "amor" o “caridad”. Aterriza lo que puede expresar el deseo de seguir a Jesús, de hacerse su discípulo.
- Cuando uno echa la vista atrás y ve tantas interpretaciones, y prácticas, aparentemente tan piadosas y sagradas de lo que se entiende por iglesia, por eucaristía, por sacerdocio..., el recuerdo del lavatorio de pies nos debería servir para enjuiciar cada una de esas interpretaciones y realizaciones. Cuando uno echa la vista atrás a la propia vida, a las motivaciones que nos traen al templo y a la práctica de los sacramentos, a la celebración de la misma semana santa, tenemos el criterio claro del lavatorio de los pies para enjuiciar nuestras propias motivaciones. La pregunta a la que nos mueve san Juan hoy es una sola: saber si nuestras creencias y prácticas religiosas están o no fortaleciendo nuestra capacidad personal y eclesial de servir a los demás. Es el único criterio que nos da Juan hoy para identificarnos como discípulos de Jesús. Sería extraordinario que en medio de una economía, un sector financiero internacional y una sociedad tan insolidarios y depredadores pudiéramos engendrar, más que instituciones religiosas en el sentido tradicional, comunidades de servidores capaces de fortalecer los pies de nuestros semejantes para caminar hacia una nueva vida de calidad profunda.Ω
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