Lect.: 2 Crónicas
36:14-16.19-23; Ef 2: 4-10; Jn 3:14-21
1. De pequeños nos
acostumbramos a ver el mundo a través de los cuentos. En ellos creíamos
descubrir que en la vida, aunque hubiera peligros, -piratas, brujas, asaltantes
de caminos, duendecillos malévolos...- siempre había un héroe valeroso que
acababa venciendo a los malos y liberándonos a los comunes mortales de todo
tipo de amenazas. Cuando crecimos, el cine y la TV nos dieron versiones más
modernas, más tecnológicas y galácticas, de esa visión, pero en el fondo
coincidentes en presentarnos la batalla de la vida como una lucha a la
que estamos expuestos pero de la que siempre habrá un héroe que nos llevará a
la victoria, incluso con recursos mágicos al estilo de Harry Potter o del Señor
de los anillos.
2.
La pena es que hallamos transferido esa visión al
plano religioso y nos sigamos pensando llenos y rodeados de peligros que
llamamos "pecado" y para liberarnos del cual también necesitamos un
héroe, un súper hombre o mujer maravilla que venga de fuera, de otro planeta o
del mundo de la magia. Nosotros nos seguimos pensando incapaces para superar
nuestro problemas más hondos. Es comprensible que en el mundo antiguo, en
tiempos del antiguo testamento se cayera en esa visión ingenua. Es más penoso
que después del evangelio de Jesús, a él mismo, a su mensaje y a sus acciones
las sigamos viendo de esa manera. Seguimos viviendo “entre tinieblas”, como
dice Jn, y nos resistimos a acercarnos a la luz.
3. Acercarnos a la luz, en
términos del texto de hoy de Jn, consiste en reconocer a ese Hijo del Hombre,
elevado en la cruz, como Moisés había levantado en el desierto una imagen para
liberar a los picados por las serpientes. Reconocer que en Jesús se revela el
hijo del hombre, el ser humano pleno, tal como fue creado a imagen y semejanza
de Dios, compartiendo la vida del Eterno. Descubrir en ese Jesús lo que cada
uno de nosotros puede llegar a realizar y que Jesús vivió con coherencia en
las buenas y en las malas, incluso hasta su muerte a manos de quienes se
sintieron amenazados por su testimonio y su palabra. La buena noticia consiste
en entender que la picadura venenosa que nos afecta es la ignorancia de lo que
realmente somos y podemos desarrollar. La luz que nos viene del Jesús elevado
en la cruz nos libera de las tinieblas de esa ignorancia. No necesitamos ni de
súper héroes externos, ni de ningún tipo de magia, para encontrar esta plenitud
de Dios “en el que somos, nos movemos y existimos”.Ω
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