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29º domingo t.o.


29o domingo t.o., 16 octubre de 2011
Lect. Is 45:1.4-6; 1 Tes 1:1-5b; Mt 22:15-21

  1. 1.   Tenemos aquí una de las frases evangélicas más citadas y peor interpretadas. Hagan Uds. Mismos la prueba. ¿Qué creen que significa eso de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios? Pensemos y recordemos un momento. Con mucha probabilidad lo hemos oído citar cuando ha habido una discusión pública sobre la Iglesia pronunciándose sobre temas de la vida política y económica. Ahí se suele citar para decir: Zapatero a tus zapatos. "iglesia no te metas en el campo del Estado." ¿Cierto? Pero resulta que el texto no tiene nada que ver con esa visión liberal moderna. Primero, porque el César no era el representante del gobierno judío, sino el símbolo de un poder extranjero que había ocupado al pueblo de Israel. No se le está preguntando entonces a Jesús si es lícito pagar impuestos, sino si es correcto pagárselos a un poder invasor y opresor. Por añadidura un poder que se auto proclamaba "divino", como lo decía la inscripción de la misma moneda.-  Además en aquella época y lugar, no había separación entre lo político y lo religioso, como existe en el mundo moderno. En tercer lugar, no hay que olvidar que el episodio relata no una discusión sobre política y religión, sino un intento de líderes religiosos judíos por tenderle una trampa a Jesús, para desquitarse de lo que había dicho de ellos en las parábolas que leímos en domingos anteriores. Lo que Mt quiere subrayar es esa mala intención de los fariseos y la habilidad de Jesús para salir de la trampa.
  2. 2.   Pero, eso aparte, hay algo más de mensaje que se nos ha perdido por esa errónea lectura del texto. Detrás de la frase "den a Dios lo que es de Dios" podemos descubrir una doble afirmación acorde con el pensamiento de Jesús. Primera, la manera indirecta de decir que demos a Dios todo, porque si Dios es Dios, no hay ningún campo de la vida humana y de la creación que no sea parte de la vida de Dios. Todo lo tenemos por la gratuita generosidad de Dios. También de manera particular la vida económica y política que no pueden considerarse ajenas a la vida de Dios.  Y así como aquellas monedas romanas tenían la imagen, la efigie de su propietario, así el ser humano tiene impresa la imagen de Dios, es decir, puede vivir todas  las dimensiones de su vida espiritualmente, vivirlas en Dios. Aunque lo contrario es  también posible y suele pasar más: se puede vivir lo económico y lo político a partir de los intereses de nuestro ego nada más pretendiendo ciegamente separarlos del sentido que tienen para construir vida y vida en abundancia para todos.
  3.     El domingo pasado terminábamos diciendo que  lo esencial de nuestra vida en el mundo es descubrirnos formando parte de una gran mesa común, fraterna, en la que superamos nuestro aislamiento individualista, nuestras discriminaciones y todos aquellos comportamientos que generan brechas de desigualdad y enemistad entre nosotros. Podemos complementar ese mensaje con el texto de hoy porque al reconocer que todo es de Dios, y reconocer  su imagen impresa en cada uno, podemos descubrir con más facilidad por qué estamos llamados a vivir la vida como comensales de una mesa común.

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