16º domingo t.o., 18 julio 2010
Lect.: Gén 18: 1 – 10 a; Col 1: 24 – 28; Lc 10: 38 – 42
1.Hay textos del evangelio, como el de hoy, que uno puede leer a varios niveles. En la superficie, lo podemos leer como una anécdota cotidiana de la vida de Jesús. Y, en un segundo nivel, lo podemos leer como parte de una catequesis en la que las primeras comunidades cristianas querían ponernos a pensar sobre algo más de fondo. Si lo leemos en el 1er nivel, de todas maneras es hermoso. Un poco a la luz de la 1ª lectura de hoy ver la práctica de la hospitalidad, tan valorada por los pueblos orientales de entonces y que Jesús disfruta y alaba en casa de estas amigas suyas. Ya esto nos da para pensar en el estilo de vida actual y en nuestra capacidad de abrir nuestras puertas a otros, amigos, vecinos o necesitados. Pero quisiera fijarme en el 2º nivel de lectura. Donde la reflexión de aquellas comunidades nos conduce a pensar en otras dimensiones que podemos descubrir en la escena y en particular en la calidad humana que nos revela Jesús.
2.En este 2º nivel de lectura lo primero que vemos es un contraste fuerte en la manera de considerar a la mujer. Marta está afanada en servir al huésped, —no daba abasto, dice el texto—, mientras que María está en la clásica actitud del discípulo: atenta, escuchando a los pies del maestro. La actitud de Marta es la normal en una sociedad machista en la que las mujeres están para servir e incluso tienen que desarrollar la capacidad de hacer múltiples cosas al mismo tiempo para “cumplir” con las tareas de la casa y el bienestar del resto de la familia, empezando por el marido. En cambio, la actitud de María era chocante para una sociedad machista. La mujeres simplemente no podían estudiar y un maestro de verdad no podía tener discípulas, solo discípulos varones. Jesús quiebra esa actitud discriminatoria y ese quiebre lo representa este texto de hoy, aunque es a lo largo de todo el evangelio que podemos descubrir la manera que Jesús tenía de valorar a las mujeres como personas. Por supuesto que, por desgracia para nuestra realización humana, personal y social, el machismo no ha desaparecido y tiene muchas manifestaciones dentro y fuera de la casa. Incluso en las sociedades democráticas, y donde ya la mujer tiene acceso a todo el proceso educativo, hasta el universitario, luego salarialmente, realizando los mismos trabajos, las mujeres ganan un porcentaje sustancialmente menor de lo que reciben los varones. También en CR, aunque no es de los países latinoamericanos con peor situación.
3.Pero, finalmente, hay algo más que podemos leer en ese 2º nivel del texto de hoy. Además de poder ser discípula, la figura de María nos expresa una cualidad básica para el discípulo evangélico: lo esencial en la vida humana no es lo que hacemos, sino lo que somos, y cómo somos cuando hacemos algo. !Ojo! No lo entendamos mal. No quiere decir esto como, solía decirse en algunas explicaciones piadosas, que el evangelio esté poniendo la oración, la contemplación por encima de la acción o el estudio y la meditación por encima del trabajo manual. No es eso. Lo que se quiere enfatizar es, en primer lugar, la enorme importancia que tiene, por decirlo así, el estar uno en lo que está, el vivir plenamente el momento en que se está. En la narración de hoy, María capta que lo importante era la presencia de Jesús y, probablemente en la intención de los redactores del evangelio, lo importante era la presencia de Dios que se hacía real en Jesús. Cuando somos capaces de cobrar conciencia de que en cada momento que vivimos, en la acción o en el descanso, en el trabajo o en la oración, en la tarea sencilla o en la gran actividad, se nos hace presente Dios mismo, entonces es cuando hemos descubierto la “mejor parte” de la vida. Y cuando lleguemos a alcanzar esa vivencia espiritual, además, llegaremos a estar más contentos con nosotros mismos, en cada momento que vivimos, y no tendremos que andar inquietos, nerviosos, cargados de estrés, siempre como a la búsqueda de una felicidad futura que no llega, pero perdiéndonos el disfrute de lo presente. El descubrimiento de la presencia de Dios es el descubrimiento de lo que somos nosotros mismos y es fuente de acción fecunda y de paz en las relacions humanas.Ω
Lect.: Gén 18: 1 – 10 a; Col 1: 24 – 28; Lc 10: 38 – 42
1.Hay textos del evangelio, como el de hoy, que uno puede leer a varios niveles. En la superficie, lo podemos leer como una anécdota cotidiana de la vida de Jesús. Y, en un segundo nivel, lo podemos leer como parte de una catequesis en la que las primeras comunidades cristianas querían ponernos a pensar sobre algo más de fondo. Si lo leemos en el 1er nivel, de todas maneras es hermoso. Un poco a la luz de la 1ª lectura de hoy ver la práctica de la hospitalidad, tan valorada por los pueblos orientales de entonces y que Jesús disfruta y alaba en casa de estas amigas suyas. Ya esto nos da para pensar en el estilo de vida actual y en nuestra capacidad de abrir nuestras puertas a otros, amigos, vecinos o necesitados. Pero quisiera fijarme en el 2º nivel de lectura. Donde la reflexión de aquellas comunidades nos conduce a pensar en otras dimensiones que podemos descubrir en la escena y en particular en la calidad humana que nos revela Jesús.
2.En este 2º nivel de lectura lo primero que vemos es un contraste fuerte en la manera de considerar a la mujer. Marta está afanada en servir al huésped, —no daba abasto, dice el texto—, mientras que María está en la clásica actitud del discípulo: atenta, escuchando a los pies del maestro. La actitud de Marta es la normal en una sociedad machista en la que las mujeres están para servir e incluso tienen que desarrollar la capacidad de hacer múltiples cosas al mismo tiempo para “cumplir” con las tareas de la casa y el bienestar del resto de la familia, empezando por el marido. En cambio, la actitud de María era chocante para una sociedad machista. La mujeres simplemente no podían estudiar y un maestro de verdad no podía tener discípulas, solo discípulos varones. Jesús quiebra esa actitud discriminatoria y ese quiebre lo representa este texto de hoy, aunque es a lo largo de todo el evangelio que podemos descubrir la manera que Jesús tenía de valorar a las mujeres como personas. Por supuesto que, por desgracia para nuestra realización humana, personal y social, el machismo no ha desaparecido y tiene muchas manifestaciones dentro y fuera de la casa. Incluso en las sociedades democráticas, y donde ya la mujer tiene acceso a todo el proceso educativo, hasta el universitario, luego salarialmente, realizando los mismos trabajos, las mujeres ganan un porcentaje sustancialmente menor de lo que reciben los varones. También en CR, aunque no es de los países latinoamericanos con peor situación.
3.Pero, finalmente, hay algo más que podemos leer en ese 2º nivel del texto de hoy. Además de poder ser discípula, la figura de María nos expresa una cualidad básica para el discípulo evangélico: lo esencial en la vida humana no es lo que hacemos, sino lo que somos, y cómo somos cuando hacemos algo. !Ojo! No lo entendamos mal. No quiere decir esto como, solía decirse en algunas explicaciones piadosas, que el evangelio esté poniendo la oración, la contemplación por encima de la acción o el estudio y la meditación por encima del trabajo manual. No es eso. Lo que se quiere enfatizar es, en primer lugar, la enorme importancia que tiene, por decirlo así, el estar uno en lo que está, el vivir plenamente el momento en que se está. En la narración de hoy, María capta que lo importante era la presencia de Jesús y, probablemente en la intención de los redactores del evangelio, lo importante era la presencia de Dios que se hacía real en Jesús. Cuando somos capaces de cobrar conciencia de que en cada momento que vivimos, en la acción o en el descanso, en el trabajo o en la oración, en la tarea sencilla o en la gran actividad, se nos hace presente Dios mismo, entonces es cuando hemos descubierto la “mejor parte” de la vida. Y cuando lleguemos a alcanzar esa vivencia espiritual, además, llegaremos a estar más contentos con nosotros mismos, en cada momento que vivimos, y no tendremos que andar inquietos, nerviosos, cargados de estrés, siempre como a la búsqueda de una felicidad futura que no llega, pero perdiéndonos el disfrute de lo presente. El descubrimiento de la presencia de Dios es el descubrimiento de lo que somos nosotros mismos y es fuente de acción fecunda y de paz en las relacions humanas.Ω
Interesante al respecto el comentario de Eckhart (art de Amando):
ResponderBorrar"En su tiempo, y desde tiempo atrás –en cierta manera ¿no es verdad que también todavía hoy?– de entre María y Marta, las hermanas de Lázaro de las que se habla en los evangelios, la modelo de vida contemplativa reiterada en la teología y la predicación era María. Pues contra esta valoración común el Maestro Eckhart sostendrá que la modelo es Marta, por ser de las dos la que tiene un fondo bien ejercitado . En otras palabras, por ser más madura, más adulta. Por no presentar dualidad alguna entre contemplación y acción, entre interior y exterior. Por saber ser contemplativa en medio del trajín de la vida, plena y totalmente desasida, incluso de la propia contemplación. De lo contrario, aún sería dual y dependiente, estaría dividida, no sería plena y totalmente madura, no sería adulta."