12º domingo t.o., 20 de junio 2010
Lect.: Zac 12: 10 – 11; Gal 3: 26 – 29; Lc 9: 18 – 24
1.“Una vez que Jesús estaba orando solo, mientras estaban los discípulos con él”… De nuevo tenemos aquí una de esas frases breves del evangelio, profundamente reveladoras, pero que, una vez más, se nos pasan inadvertidas, no le damos mayor importancia, y no se nos ocurre pensar lo que implican y lo que nos interpelan en nuestra manera de entender a Jesús y a nosotros mismos. Lo lógico, desde la posición católica tradicional, sería que nos preguntáramos: ¿cómo es eso de que Jesús oraba? ¿acaso no es Dios, el Hijo de Dios, como lo hemos aprendido desde pequeños? Entonces, ¿para qué ora o qué hace en su oración? ¿pedir? ¿puede Dios pedirse a sí mismo? ¿alabar y dar gracias? Quedamos en las mismas. Como vemos, el texto tan sencillo nos invita a replantearnos, más allá de nuestras creencias de siempre, cómo era Jesús y lo que esto significa para nosotros. Pero no podemos en una breve homilía, desarrollar todo eso. Ahí queda esto como tema a reflexionar. Lo que sí podemos comentar es el sencillo hecho de que Jesús oraba y que, después de este momento concreto de oración, le surgen un par de inquietudes. La primera, sobre sí mismo: se pregunta, ¿quién dice la gente que soy yo? Y la segunda, sobre sus seguidores, “el que que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa, la salvará”, es decir, una inquietud sobre cómo hay que vivir, cómo hay que verse a sí mismo si se quiere realizarse uno como ser humano. Vamos a hacer sobre estas inquietudes de Jesús un par de reflexiones.
2.La primera, es que el texto parece apuntar a que Jesús en la oración estaba profundizando sobre sí mismo, sobre su relación con Dios y con los demás. El momento de oración era el momento de silencio, de reflexión profunda, de detener el ritmo habitual de la vida, para plantearse cosas importantes sobre sí mismo, sobre cómo está él haciendo las cosas, sobre lo que debe hacer cada día, cómo vivir la vida diaria en presencia de Dios. Y de la manera como se ve él mismo en la oración surge con toda naturalidad el interés por preguntarse cómo lo ven los demás. Por una parte, uno no llega a conocerse nunca a sí mismo si no detiene el trajín y el ruido de cada día para ponerse cara a cara consigo mismo y con Dios, sin ninguna pantalla ni ningún cosmético. Por otra, saber cómo me perciben los demás es también de gran ayuda para tener una idea más aproximada de lo que realmente soy. De alguna manera mide el impacto de lo que uno es y lo que uno hace sobre los demás. La oración es, pues, para Jesús, un momento de transparencia y sinceridad para descubrirse a sí mismo en la presencia de Dios y lo que ahí se le revela lo complementa con la manera con que sus amigos y cercanos lo perciben.
3.Pero en esa oración, en que están evidentemente presentes los demás, se preocupa también por la manera como ellos viven. Él está pensando que incluso sus amigos y probablemente la mayoría de la gente, viven superficialmente entendiendo de una manera errónea lo que cada uno es y cómo es que se puede liberar de los males que amenazan la vida de cada uno. Por eso les dice, “el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa la salvará”. Es decir, está advirtiendo a los discípulos que hagan lo mismo que él hace, tratar de conocerse más lo que uno realmente es, y no tratar de salvar el falso yo, la imagen superficial que uno tiene de sí mismo, las cosas que realmente no valen la pena en la vida diaria.
4.Es muy normal que la mayoría de nosotros vivamos absorbidos por el trabajo de cada día, por las preocupaciones familiares y, en momentos de crisis, por las dificultades que nos plantea la lucha por la vida. Pero un texto como el de hoy nos ayuda a ver la necesidad de que incluso en medio de tantas tensiones, o precisamente por ellas, hagamos un alto, —varias paradas, do quizás permanentemente—, para profundizar en la presencia de Dios en lo que realmente somos, para darnos cuenta cómo estamos haciendo las cosas, cuáles son nuestras motivaciones en cada actividad, si vale la pena luchar por lo que estamos luchando, y si no estamos perdiendo cosas más importantes por dejarnos atrapar por muchas otras que no valen la pena.Ω
Lect.: Zac 12: 10 – 11; Gal 3: 26 – 29; Lc 9: 18 – 24
1.“Una vez que Jesús estaba orando solo, mientras estaban los discípulos con él”… De nuevo tenemos aquí una de esas frases breves del evangelio, profundamente reveladoras, pero que, una vez más, se nos pasan inadvertidas, no le damos mayor importancia, y no se nos ocurre pensar lo que implican y lo que nos interpelan en nuestra manera de entender a Jesús y a nosotros mismos. Lo lógico, desde la posición católica tradicional, sería que nos preguntáramos: ¿cómo es eso de que Jesús oraba? ¿acaso no es Dios, el Hijo de Dios, como lo hemos aprendido desde pequeños? Entonces, ¿para qué ora o qué hace en su oración? ¿pedir? ¿puede Dios pedirse a sí mismo? ¿alabar y dar gracias? Quedamos en las mismas. Como vemos, el texto tan sencillo nos invita a replantearnos, más allá de nuestras creencias de siempre, cómo era Jesús y lo que esto significa para nosotros. Pero no podemos en una breve homilía, desarrollar todo eso. Ahí queda esto como tema a reflexionar. Lo que sí podemos comentar es el sencillo hecho de que Jesús oraba y que, después de este momento concreto de oración, le surgen un par de inquietudes. La primera, sobre sí mismo: se pregunta, ¿quién dice la gente que soy yo? Y la segunda, sobre sus seguidores, “el que que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa, la salvará”, es decir, una inquietud sobre cómo hay que vivir, cómo hay que verse a sí mismo si se quiere realizarse uno como ser humano. Vamos a hacer sobre estas inquietudes de Jesús un par de reflexiones.
2.La primera, es que el texto parece apuntar a que Jesús en la oración estaba profundizando sobre sí mismo, sobre su relación con Dios y con los demás. El momento de oración era el momento de silencio, de reflexión profunda, de detener el ritmo habitual de la vida, para plantearse cosas importantes sobre sí mismo, sobre cómo está él haciendo las cosas, sobre lo que debe hacer cada día, cómo vivir la vida diaria en presencia de Dios. Y de la manera como se ve él mismo en la oración surge con toda naturalidad el interés por preguntarse cómo lo ven los demás. Por una parte, uno no llega a conocerse nunca a sí mismo si no detiene el trajín y el ruido de cada día para ponerse cara a cara consigo mismo y con Dios, sin ninguna pantalla ni ningún cosmético. Por otra, saber cómo me perciben los demás es también de gran ayuda para tener una idea más aproximada de lo que realmente soy. De alguna manera mide el impacto de lo que uno es y lo que uno hace sobre los demás. La oración es, pues, para Jesús, un momento de transparencia y sinceridad para descubrirse a sí mismo en la presencia de Dios y lo que ahí se le revela lo complementa con la manera con que sus amigos y cercanos lo perciben.
3.Pero en esa oración, en que están evidentemente presentes los demás, se preocupa también por la manera como ellos viven. Él está pensando que incluso sus amigos y probablemente la mayoría de la gente, viven superficialmente entendiendo de una manera errónea lo que cada uno es y cómo es que se puede liberar de los males que amenazan la vida de cada uno. Por eso les dice, “el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa la salvará”. Es decir, está advirtiendo a los discípulos que hagan lo mismo que él hace, tratar de conocerse más lo que uno realmente es, y no tratar de salvar el falso yo, la imagen superficial que uno tiene de sí mismo, las cosas que realmente no valen la pena en la vida diaria.
4.Es muy normal que la mayoría de nosotros vivamos absorbidos por el trabajo de cada día, por las preocupaciones familiares y, en momentos de crisis, por las dificultades que nos plantea la lucha por la vida. Pero un texto como el de hoy nos ayuda a ver la necesidad de que incluso en medio de tantas tensiones, o precisamente por ellas, hagamos un alto, —varias paradas, do quizás permanentemente—, para profundizar en la presencia de Dios en lo que realmente somos, para darnos cuenta cómo estamos haciendo las cosas, cuáles son nuestras motivaciones en cada actividad, si vale la pena luchar por lo que estamos luchando, y si no estamos perdiendo cosas más importantes por dejarnos atrapar por muchas otras que no valen la pena.Ω
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