3er domingo Cuaresma, 24 feb. 08
Lect.: Ex 17: 3 7; Rom 5: 1 – 2; 5 – 8; Jn 4: 5 – 42
1. Hay gente que se rasga las vestiduras porque la Iglesia Católica en Costa Rica ha descendido en número y una cantidad de sus antiguos miembros se ha pasado a otras iglesias protestantes o evangélicas. O a tradiciones espirituales de Oriente. Otros, dentro de la misma Iglesia, sufren porque ven que en la práctica se ha producido una cierta diversidad que, por simplificarla, podríamos decir que se divide entre conservadores y renovadores; entre estilos europeos de ser católicos y formas más latinoamericanas. Algunos echan de menos, aún 40 años después del Concilio y de Medellín, la misa de espalda y en latín. Otros, en cambio, se sienten realizados con prácticas más comunitarias, más cercanas a la vida cotidiana. A nivel político militar, hay quienes se identifican con la supuesta visión cristiana del presidente Bush, enfrentada con los musulmanes. Otros se identifican en cambio con figuras como Mons. Romero, o la Madre Teresa. En una época, pues, muy lejana de la que vivió el autor del evangelio de Jn, pareciera que la pregunta que hace la samaritana a Jesús encuentra paralelos. A ella le inquietaba cuál sería el templo verdadero, el de los judíos en la colina de Jerusalén o el de los samaritanos en el monte Gerizim. A muchos hoy les puede inquietar las preguntas: ¿dónde dar culto a Dios? ¿es la Iglesia en la que estoy la única verdadera? ¿qué les pasa a los que no están en ella, —esposa, hermanos o incluso hijos?
2. El evangelista utiliza un serie de recursos simbólicos para armar una hermosa y rica historia, que conduce a una contundente enseñanza y orientación de Jesús sobre lo que es la vida religiosa, la vida espiritual. Los símbolos negativos, por decirlo así, son los de los cinco ex - maridos de la samaritana y del concubino actual. En el AT, sobre todo en los profetas, el adulterio era un símbolo de la idolatría. Al Dios amoroso, que había tomado por esposa a su pueblo de Israel, éste le había traicionado muchas veces yéndose detrás de otros falsos dioses. Y el concubino con quien convivía ahora, representaba el culto actual, dirigido al Dios verdadero pero de manera muy imperfecta e infiel, sin relacionarse con él como con su único esposo. La samaritana representaba entonces esa mujer o ese ser humano, ambivalente, confuso en cuanto a cómo relacionarse con Dios, a cómo vivir la religión verdadera.
3. Para entonces, como para ahora, Jesús, presentado por el evangelista, da un giro radical a las inquietudes de la samaritana y a las inquietudes nuestras. El frío no está en las cobijas, como dice el dicho popular. El tema principal no está en si el Dios verdadero está aquí o allá, —como si a Dios se le pudiese encerrar y convertirlo en patrimonio exclusivo de un grupo—, sino, más bien, en preguntarse en qué consiste dar culto a Dios, en qué consiste ser religioso, ser espiritual. La respuesta de Jesús es contundente: Se acerca la hora y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad… ¿Qué quiere decir esto? La mujer había ido a buscar un pozo del cual sacar agua —otro hermoso símbolo de la vida divina—, y Jesús le cambia ahí también la perspectiva. El que bebe del agua que yo le daré, dice, esa agua se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. Sentro de cada uno de nosotros se puede hallar el manantial del agua viva. El que encuentra eso “sagrado que habita en cada uno”, no tiene necesidad de andar buscando pozos. En esto consiste el culto en espíritu y verdad: en una transformación personal a partir del descubrimiento de ese manantial de agua viva, que nos permite experimentar a Dios como padre amoroso, a los demás como hermanos partícipes de una nueva vida, y a la naturaleza como obra de la mano de Dios. Todo lo demás, la doctrina, los rituales, las jerarquías de las iglesias, tienen un valor instrumental, de medios valiosos en la medida en que ayuden al descubrimiento de ese manantial interior, a la experiencia de eso sagrado que nos habita y nos transfigura.Ω
Lect.: Ex 17: 3 7; Rom 5: 1 – 2; 5 – 8; Jn 4: 5 – 42
1. Hay gente que se rasga las vestiduras porque la Iglesia Católica en Costa Rica ha descendido en número y una cantidad de sus antiguos miembros se ha pasado a otras iglesias protestantes o evangélicas. O a tradiciones espirituales de Oriente. Otros, dentro de la misma Iglesia, sufren porque ven que en la práctica se ha producido una cierta diversidad que, por simplificarla, podríamos decir que se divide entre conservadores y renovadores; entre estilos europeos de ser católicos y formas más latinoamericanas. Algunos echan de menos, aún 40 años después del Concilio y de Medellín, la misa de espalda y en latín. Otros, en cambio, se sienten realizados con prácticas más comunitarias, más cercanas a la vida cotidiana. A nivel político militar, hay quienes se identifican con la supuesta visión cristiana del presidente Bush, enfrentada con los musulmanes. Otros se identifican en cambio con figuras como Mons. Romero, o la Madre Teresa. En una época, pues, muy lejana de la que vivió el autor del evangelio de Jn, pareciera que la pregunta que hace la samaritana a Jesús encuentra paralelos. A ella le inquietaba cuál sería el templo verdadero, el de los judíos en la colina de Jerusalén o el de los samaritanos en el monte Gerizim. A muchos hoy les puede inquietar las preguntas: ¿dónde dar culto a Dios? ¿es la Iglesia en la que estoy la única verdadera? ¿qué les pasa a los que no están en ella, —esposa, hermanos o incluso hijos?
2. El evangelista utiliza un serie de recursos simbólicos para armar una hermosa y rica historia, que conduce a una contundente enseñanza y orientación de Jesús sobre lo que es la vida religiosa, la vida espiritual. Los símbolos negativos, por decirlo así, son los de los cinco ex - maridos de la samaritana y del concubino actual. En el AT, sobre todo en los profetas, el adulterio era un símbolo de la idolatría. Al Dios amoroso, que había tomado por esposa a su pueblo de Israel, éste le había traicionado muchas veces yéndose detrás de otros falsos dioses. Y el concubino con quien convivía ahora, representaba el culto actual, dirigido al Dios verdadero pero de manera muy imperfecta e infiel, sin relacionarse con él como con su único esposo. La samaritana representaba entonces esa mujer o ese ser humano, ambivalente, confuso en cuanto a cómo relacionarse con Dios, a cómo vivir la religión verdadera.
3. Para entonces, como para ahora, Jesús, presentado por el evangelista, da un giro radical a las inquietudes de la samaritana y a las inquietudes nuestras. El frío no está en las cobijas, como dice el dicho popular. El tema principal no está en si el Dios verdadero está aquí o allá, —como si a Dios se le pudiese encerrar y convertirlo en patrimonio exclusivo de un grupo—, sino, más bien, en preguntarse en qué consiste dar culto a Dios, en qué consiste ser religioso, ser espiritual. La respuesta de Jesús es contundente: Se acerca la hora y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad… ¿Qué quiere decir esto? La mujer había ido a buscar un pozo del cual sacar agua —otro hermoso símbolo de la vida divina—, y Jesús le cambia ahí también la perspectiva. El que bebe del agua que yo le daré, dice, esa agua se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. Sentro de cada uno de nosotros se puede hallar el manantial del agua viva. El que encuentra eso “sagrado que habita en cada uno”, no tiene necesidad de andar buscando pozos. En esto consiste el culto en espíritu y verdad: en una transformación personal a partir del descubrimiento de ese manantial de agua viva, que nos permite experimentar a Dios como padre amoroso, a los demás como hermanos partícipes de una nueva vida, y a la naturaleza como obra de la mano de Dios. Todo lo demás, la doctrina, los rituales, las jerarquías de las iglesias, tienen un valor instrumental, de medios valiosos en la medida en que ayuden al descubrimiento de ese manantial interior, a la experiencia de eso sagrado que nos habita y nos transfigura.Ω
Qué bueno. Y ojalá que ese cambio de perspectiva se inscriba también en el amor, que como se deduce de la carta de Pablo a los Gálatas consiste en saber entender la voluntad de Dios y actuar en consecuencia. Encarnar a Cristo en cada uno de nosotros y vivir según él vivió: consciente de que lo sagrado que "habita" en cada uno de nosotros, habita también en los otros.
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