1er domingo de Cuaresma, 10 feb. 08
Lect.: Gén 2: 7 – 9; 3: 1 – 7; Rom 5: 12 – 19; Mt 4: 1 – 11
1. Si leemos este texto de las tentaciones —y si interpretamos la cuaresma, la preparación de la Pascua—, solo a nivel de la moralidad individual, privada, perdemos el sentido profundo del mensaje evangélico. Para eso no hace falta dedicar 40 días cada año a la reflexión y a prácticas religiosas específicas. Por rutina, por facilismo, solemos pensar que la cuaresma es un tiempo para pensar en nuestras pequeñas faltas cotidianas y ver cómo corregirlas para renacer en la Pascua moralmente más renovados. En esa perspectiva interpretamos las tentaciones de Jesús como un ejemplo, en el que se nos estaría diciendo que también él, como cualquiera de nosotros, tuvo inclinaciones a hacer cosas indebidas. Leer de esta manera el texto y la cuaresma, es bajar el piso al mensaje evangélico, dejarlo como una especie de enseñanza de lo evidente. Como pequeños y obvios consejos de uno de los muchos libros de autoayuda que hoy están en librería. No se necesitaba el evangelio del hijo de Dios. Ni se necesitaría la Iglesia.
2. ¿De qué se trata, entonces, tanto en el texto como en la Cuaresma? Podríamos responderlo con una frase fácil de decir, más difícil, de comprender. El texto de las tentaciones de Jesús se refiere sobre todo a la tentación de no seguir su vocación, su misión en la vida. Esta es la tentación fundamental que enfrentó Jesús. Hay incluso novelas y películas que han recogido este punto: que Jesús para por unos momentos en que tiene que decidir qué hacer con su vida, que tipo de proyecto asumir. Y en esos momentos se le presentan las posibilidades, simbolizadas por las 3 tentaciones que narra Mt, de seguir otros caminos: el camino de poner como grandes objetivos de su vida la fama, la acumulación de riquezas o el ejercicio del poder sobre los demás. Dicho de otra manera, a Jesús se le presentan otras posibilidades atractivas. Por ejemplo: la tentación de ser un dirigente de su pueblo, con todas las ventajas que tiene el ser un dirigente político, con el estatus que eso da, el poder, la fama, el nivel de vida. O la tentación, religiosa, de ser un maestro o sacerdote del Templo, ganando enorme respeto de todos, ejerciendo dominio moral, y sin renunciar por lo demás, a grandes propiedades. O bien otra tentación más sencilla, la de construirse una vida centrada solo en sus propios intereses individuales, cómoda, con buena familia, trabajo satisfactorio; no tiene nada de malo. Todo lo contrario. Lo que tienen de malo es que siguiendo esos caminos, incluso ese último, renunciaba a la vocación a la que Dios lo llamaba. En el caso de Jesús, era la vocación a consagrarse íntegramente, a hacer presente las bienaventuranzas del Reino en él mismo; asumir tiempo completo el servicio a los demás, la misericordia, el consuelo, de la liberación de los pobres y los oprimidos, para mostrarnos a todos en qué consiste ser humano pleno.
3. Estas son las tentaciones serias, que se nos plantean también a los demás, sobre todo al llegar al nivel de adultos. Las de no seguir el llamado que Dios nos hace personalmente a una misión personal única, manera única de contribuir a que esta sociedad, se acerque más al ideal que llamamos Reino de Dios. Pero estas tentaciones pasan por otra tentación previa. La tentación de la superficialidad, de la falta de reflexión, la de no pararnos a descubrir qué es lo que Dios quiere que yo haga con mi vida. Mt usa el símbolo de los 40 días en el desierto para expresar la necesidad de replantearnos radicalmente lo que estamos viviendo y haciendo, y descubrir si esta vida que construimos responde a la vocación, que Dios quiere de mí. No podemos irnos al desierto para repetir esa experiencia de Jesús. Quizás los acontecimientos nos impongan momentos de desierto: muerte de un ser querido, pérdida de empleo, la quiebra de la empresa… Entonces nos encontramos desnudos delante de Dios, aptos para preguntarnos por nuestra vocación profunda en el mundo. La cuaresma es un ejercicio para sensibilizarnos a la necesidad de estos momentos de desierto para replantearnos el sentido de nuestra vida.Ω
Lect.: Gén 2: 7 – 9; 3: 1 – 7; Rom 5: 12 – 19; Mt 4: 1 – 11
1. Si leemos este texto de las tentaciones —y si interpretamos la cuaresma, la preparación de la Pascua—, solo a nivel de la moralidad individual, privada, perdemos el sentido profundo del mensaje evangélico. Para eso no hace falta dedicar 40 días cada año a la reflexión y a prácticas religiosas específicas. Por rutina, por facilismo, solemos pensar que la cuaresma es un tiempo para pensar en nuestras pequeñas faltas cotidianas y ver cómo corregirlas para renacer en la Pascua moralmente más renovados. En esa perspectiva interpretamos las tentaciones de Jesús como un ejemplo, en el que se nos estaría diciendo que también él, como cualquiera de nosotros, tuvo inclinaciones a hacer cosas indebidas. Leer de esta manera el texto y la cuaresma, es bajar el piso al mensaje evangélico, dejarlo como una especie de enseñanza de lo evidente. Como pequeños y obvios consejos de uno de los muchos libros de autoayuda que hoy están en librería. No se necesitaba el evangelio del hijo de Dios. Ni se necesitaría la Iglesia.
2. ¿De qué se trata, entonces, tanto en el texto como en la Cuaresma? Podríamos responderlo con una frase fácil de decir, más difícil, de comprender. El texto de las tentaciones de Jesús se refiere sobre todo a la tentación de no seguir su vocación, su misión en la vida. Esta es la tentación fundamental que enfrentó Jesús. Hay incluso novelas y películas que han recogido este punto: que Jesús para por unos momentos en que tiene que decidir qué hacer con su vida, que tipo de proyecto asumir. Y en esos momentos se le presentan las posibilidades, simbolizadas por las 3 tentaciones que narra Mt, de seguir otros caminos: el camino de poner como grandes objetivos de su vida la fama, la acumulación de riquezas o el ejercicio del poder sobre los demás. Dicho de otra manera, a Jesús se le presentan otras posibilidades atractivas. Por ejemplo: la tentación de ser un dirigente de su pueblo, con todas las ventajas que tiene el ser un dirigente político, con el estatus que eso da, el poder, la fama, el nivel de vida. O la tentación, religiosa, de ser un maestro o sacerdote del Templo, ganando enorme respeto de todos, ejerciendo dominio moral, y sin renunciar por lo demás, a grandes propiedades. O bien otra tentación más sencilla, la de construirse una vida centrada solo en sus propios intereses individuales, cómoda, con buena familia, trabajo satisfactorio; no tiene nada de malo. Todo lo contrario. Lo que tienen de malo es que siguiendo esos caminos, incluso ese último, renunciaba a la vocación a la que Dios lo llamaba. En el caso de Jesús, era la vocación a consagrarse íntegramente, a hacer presente las bienaventuranzas del Reino en él mismo; asumir tiempo completo el servicio a los demás, la misericordia, el consuelo, de la liberación de los pobres y los oprimidos, para mostrarnos a todos en qué consiste ser humano pleno.
3. Estas son las tentaciones serias, que se nos plantean también a los demás, sobre todo al llegar al nivel de adultos. Las de no seguir el llamado que Dios nos hace personalmente a una misión personal única, manera única de contribuir a que esta sociedad, se acerque más al ideal que llamamos Reino de Dios. Pero estas tentaciones pasan por otra tentación previa. La tentación de la superficialidad, de la falta de reflexión, la de no pararnos a descubrir qué es lo que Dios quiere que yo haga con mi vida. Mt usa el símbolo de los 40 días en el desierto para expresar la necesidad de replantearnos radicalmente lo que estamos viviendo y haciendo, y descubrir si esta vida que construimos responde a la vocación, que Dios quiere de mí. No podemos irnos al desierto para repetir esa experiencia de Jesús. Quizás los acontecimientos nos impongan momentos de desierto: muerte de un ser querido, pérdida de empleo, la quiebra de la empresa… Entonces nos encontramos desnudos delante de Dios, aptos para preguntarnos por nuestra vocación profunda en el mundo. La cuaresma es un ejercicio para sensibilizarnos a la necesidad de estos momentos de desierto para replantearnos el sentido de nuestra vida.Ω
¿Cómo no verme retrato en este texto? Simplemente no me es posible evitarlo. No creo que haya habido otro período de cuaresma similar, primero por esta maravillosa forma de adentrarse en un texto con mucha más riqueza que esa majadera forma de visualizar las "tentaciones" de Jesús y, segundo, porque en realidad este momento de mi vida me da pie a reflexionar en torno a mí busqueda y mi necesidad de cuestionar mi vocación en un sentido plenamente humano... a partir de ese acercamiento que uno en verdad anhela presenciar: realidad-Reino de Dios. Eso que uno cree que es una contrucción que en definitiva nos toca hacer a nosotros, en este tiempo y en este espacio en el que existimos, sin más prórrogas y evasiones... en otras palabras, tratando de vencer esa tentación fundamental de no reconcer nuestra parte en esta historia, pero "Entonces nos encontramos desnudos delante de Dios, aptos para preguntarnos por nuestra vocación profunda en el mundo"
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