Lect.: Ex 17, 8-13; 2ª Tim 3, 14-4, 2; Lc 18, 1-8
- La protagonista principal de la parábola que narra Jesús en este texto de Lucas es una mujer notable. Notable porque se trata no solo de una persona pobre, y mujer, sino además viuda que, como en diversos pasajes de la Escritura, es alguien que carece de bienes y sin el apoyo de un esposo ni de ninguna herencia. Notable porque a pesar de esas características tiene la iniciativa y la fortaleza para ir a tocar la puerta repetidamente, de un juez injusto para reclamar que se le haga justicia.
- En la breve parábola Jesús la presenta como modelo de fe. ¿Por qué? ¿Acaso porque habiéndole fallado todo apoyo material y social recurre a Dios para que le solucione su situación? No es lo que según Lucas resalta en la interpretación del propio Jesús. Para él, efectivamente, Dios hará justicia a sus elegidos, a los pobres, —de los que la viuda es imagen simbólica— pero a condición de que estos le griten pidiendo justicia día y noche. Esta es la fe que el Hijo del Hombre espera encontrar a su venida en la tierra.
- Se trata, sin duda, de una parábola de contraste con lo que suele ser una manera pasiva y conformista de representarse una actitud de fe ante las injusticias, que acepta éstas como supuesta “voluntad de Dios”. Por el contrario, lo que, según Lucas, espera el Hijo del Hombre de sus elegidos es que no callen ante quienes cometen injusticia, máxime si desempeñan un cargo público como el de juez. Que tengan perseverancia, insistencia. E incluso, que tengan una actitud firme y fuerte, como hace ver el propio juez de la parábola que temía que la viuda llegara a darle una bofetada si no la escuchaba.
- En el contexto de una explicación de Jesús sobre cómo deben orar sus discípulos, podemos deducir que la oración cristiana no puede estar desconectada de la disposición a actuar de quienes oran. De hecho es una oración motivada por la indignación ante las situaciones de injusticia que ayuda a fortalecer la disposición a luchar para que estas desaparezcan. Una vez más se subraya aquel pensamiento de san Agustín, de que no oramos para que Dios se entere de necesidades nuestras —que ya conoce— sino para que nosotros mismos cobremos conciencia de lo que podemos y debemos hacer ante las mismas.Ω
Excelente, me encanta esta interpretación. Muchas Gracias
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