Lect.: Primer libro de los Reyes 17,10-16; Hebreos 9,24-28; Marcos 12,38-44
- Como sugeríamos el domingo pasado, la pregunta del escriba a Jesús y la respuesta de éste, para que cobren sentido hoy día, en un ambiente cristiano específicamente no debía formularse en relación al “principal mandamiento”. Ya hoy no vivimos, de manera dominante, con una perspectiva religiosa de carácter legalista o juridicista. Ese tipo de enfoque judío del siglo primero no caracteriza las preocupaciones religiosas de nuestro tiempo, marcadas más bien por aspiraciones de realización humana. Tentativamente decíamos que la pregunta hoy que pudiera sustituir la del relato de Marcos podría reformularse de manera semejante a la siguiente: ¿qué es aquello en tu vida, en mi vida, que es lo más valioso para mí, para ti? ¿aquello por lo que siento que vale la pena cultivar y dedicarle un amor con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas mis fuerzas? Para hablar y pensar en esos términos tendría que tratarse de algo tan valioso que mereciera subordinar todo lo demás de mi vida para lograrlo, incluso renunciando a todo lo demás.
- El Jesús de los evangelios no habla en abstracto, no se dedica a exponer conceptos filosóficos sobre el ideal de vida humana que él vive y predica. Por regla general sus enseñanzas están ilustradas por comportamientos de personas concretas que vienen a ser los “héroes” y “heroínas” de sus relatos reales o construidos, y que nosotros vamos descubriendo, —quizás con cierta sorpresa—, que no tienen, precisamente, los perfiles de los héroes y heroínas de otros géneros de literatura, ni de leyendas urbanas o rurales asociadas a lo que se considera éxito o fracaso en la economía o en la política del mundo moderno. El buen samaritano, el hijo pródigo, Zaqueo el cobrador de impuestos, la pecadora pública —prostituta— de Magdala, el débil y voluble Pedro, la mujer adúltera, y un largo etcétera, salen de los evangelios para darnos pistas de cómo hay que vivir el camino de seguimiento de Jesús. Y se constituyen en los héroes y heroínas que nos aclaran el sentido de ese camino y del carácter de la meta a que se aspira llegar.
- Precisamente hoy, para ilustrar ese comportamiento que enseña a a amar “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas” se nos presenta una figura inesperada, imprevisible: una mujer, viuda sola y pobre. Y que su “proeza heroica” consiste en aportar una limosna de dos moneditas. Jesús explicará a sus discípulos la razón que la destaca por encima de todo otro oferente: “los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
- A diferencia de otros “héroes y heroínas” de la vida cristiana confieso que a mí el relato sobre esta viuda pobre, más que entusiasmarme con un punto de llegada, —que también lo hace—, me genera una pregunta que puede ser, ojalá, el comienzo de una búsqueda vital: ¿Cómo se alcanza ese grado de desprendimiento en una vida que se comparte con los demás y para los demás? ¿Cuál es el estilo de vida, de prácticas que lo hace posible?Ω
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