Lect.: Dt 6, 2-6; Heb 7, 23-28; Mc 12, 28-34
- La falta de perspectiva histórica y la influencias de lecturas literalistas nos juegan malas pasadas. A menudo nos llevan a a leer la Biblia de manera, aparentemente muy piadosa pero extraviándonos del sentido original del texto. Tal me parece el caso cuando se toma el pasaje de hoy como base para motivar el amor a Dios en la gente que asiste a nuestros templos o , en especial, a los y las jóvenes a los que dirigimos programas formativos religiosos. Pensamos que un pasaje ideal para lograrlo es este de Marcos que leemos hoy y que reproduce el diálogo entre Jesús y un escriba que la pregunta sobre el principal de todos los mandamientos. Pero, para entender el sentido de la pregunta y de la respuesta no basta repetirlas porque "nos suenan claras y familiares”. Para profundizar en el sentido de la pregunta que el escriba hace a Jesús es necesario tener en cuenta ciertos rasgos de la sociedad a la que tanto Jesús como el intérprete de la Ley pertenecen. Es preciso recordar que la sociedad judía forma parte de una sociedad más amplia, la mediterránea, en la cual, a diferencia de las nuestras contemporáneas, expresar la fe o creencia en un solo Dios es establecer una contraposición con los muchos dioses de los pueblos gentiles, en medio de los cuales vivía el pueblo judío. Incluso al identificar ese único Dios con “Yavé” se estaría aludiendo a uno solo de los los lugares de culto y tradIcIones que usaban el nombre de Yahvé y que competían entre sí en la región. Es decir, en ese momento y sobre todo en el mundo rural, la pregunta dl escriba y la respuesta de Jesús entran en el marco de una discusión sobre tomar partido por “un Dios” del pueblo de Israel, frente a “otros dioses”.
- Pero para nosotros hoy día no tiene sentido entrar en esa discusión. No formamos parte de una cultura politeísta que está a muchísima distancia de nuestra visión del mundo y de nuestra manera pobre de representarnos la divinidad. Entonces, ¿cómo recuperar el pasaje de Marcos hoy de manera que contribuya a alimentar nuestra piedad y a insertar su sentido en nuestra vida diaria? Me atrevo a decir que, como en muchas otras de las enseñanzas de los evangelistas, debemos “mirar detrás” o “dentro” de la materialidad de lo que nos dicen tratando de reformularlo en el marco de nuestra existencia contemporánea. Será preciso, entonces, “traducir”, digámoslo así, esa respuesta de Jesús y la pregunta correspondiente de otra manera, menos literal, menos fundamentalista. Para no enredarnos en el concepto de “dios” de aquella época (¡ de hace unos 30 siglos!), podríamos intentar reformular la conversación así: ¿qué es aquello en tu vida, en mi vida, que es lo más valioso para mí, para ti; aquello por lo que siento que vale la pena cultivar y dedicarle un amor con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas mis fuerzas?
- Si nos detuviéramos un poco, no digo ya a pensarlo, sino a descubrirlo en mi experiencia de vida y de relaciones, quizás veríamos que lo más importante, lo más valioso para mí es “ser”, pero no en abstracto y de cualquier manera, sino ser compartido con los demás y para los demás, en una sociedad, en una comunidad en que los demás sean también compartidos conmigo y para mí. Que experimentemos, entonces, la realidad como una realidad gratuita y de bendición para todos, en la cual yo mismo, mi existencia y actuar cotidianos sean una bendición para todos, y que todos lo sean para mí.
- Que toda la realidad sea construida y experimentada, como lo es de hecho, como una unidad a la que todos contribuimos y de la que todos recibimos gratuitamente, sin pedir nada a cambio, mucho menos exigiendo, formando todas y todos parte de esa unidad. ¿Podrá existir algo que yo o cada uno podamos dedicarle más y amar más que esa realidad?Ω
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