Lect.: Jer 31,7-9; Heb 5,1-6; Mc 10: 46 - 52
- Como hemos visto en episodios anteriores, en este camino de ascenso a Jerusalén tienen lugar pequeños sucesos que manifiestan lo lento del proceso de conversión de los discípulos, incluyendo de algunos de los más cercanos. Pero en este relato que leemos hoy, sobre el ciego Bartimeo, que recobra la vista a la salida de la ciudad de Jericó, se nos plantea un hecho más sorprendente que ese ritmo lento de conversión, y que se establece por el contraste que describe Marcos entre el ciego y los discípulos más cercanos.
- Los hijos del Zebedeo, —Juan y Santiago— y el mismo Pedro se han beneficiado de la compañía y de las enseñanzas de Jesús, por bastante tiempo, y vienen a su lado en el camino hacia Jerusalén. A pesar de ello, han sido notables sus reacciones expresivas de un apego extremo a formas de pensar, de valorar y de actuar que para nada reflejan el espíritu del evangelio. Podríamos “excusarlos” aludiendo a la fragilidad humana. Pero el contraste que Marcos establece con el ciego nos impide tan fácil recurso. Y nos hace preguntarnos la intención del evangelista al introducir este personaje en la narración.
- Bartimeo no solo no conoce a Jesús, ni ha tratado con él; es que su limitación visual le impide una cercanía con el Maestro. Sin forzar el texto, podríamos adivinar una segunda intención de Marcos, al decirnos que el ciego estaba “sentado al borde del camino”, en claro contraste con quienes acompañaban a Jesús “en el camino”. Es decir, Bartimeo no solo no podía ver a Jesús, sino que estaba fuera de su ámbito de influencia. Y a pesar de ello, cuando oye hablar de Jesús, y cuando éste lo llama, da un salto para acercársele. Es el perfil que aparentemente necesitaba Marcos para destacar a alguien que queda realmente transformado por el don de la fe, —“don”, porque se muestra como un llamado. Y porque el texto no se estructura como otros relatos de “curaciones físicas” que, en este caso, ni siquiera se narra. Lo que se subraya son las dos frases de Jesús, “¿Qué quieres que haga por ti?” y “vete, tu fe te ha salvado”, aludiendo con la idea de salvación, a esa transformación, más profunda que una curación, y con la pregunta, al respeto por la libertad de Bartimeo, que lo convierte en un auténtico seguidor de Jesús. Nos debemos quedar marcados con esa frase final, “Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino”. Ya no está “al borde” y su cambio es tan radical que puede seguir libremente a Jesús a pesar de ver ahora adonde le conducirá ese seguimiento.Ω
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