3er domingo de Pascua
Lect.: Hechos 3:13-15, 17-19; I Juan 2:1-5; Lucas 24:35-48
- Reiteramos lo dicho los dos domingos anteriores: La experiencia de la que los primeros discípulos podían hablar con convicción es de que había resucitado en ellos la vida de Jesús, sus prácticas, en sus relaciones, en su intento de compartir bienes y de que no hubiera pobreza entre ellos, de que se pudiera crear una nueva forma de comunidad, … Todo esto constituía un testimonio notable, pero la primera lectura de hoy, del libro de los Hechos de los Apóstoles, añade un aspecto más, clave e importante, en la vida nueva que están viviendo los discípulos. Se expresa en la valentía de Pedro para hablar de Jesús en público, e incluso para criticar, responsabilizar al pueblo y a sus dirigentes por haber matado al que lleva a la Vida, aunque lo hicieron por ignorancia, añade.
- No resulta poca cosa esta constatación: supone un cambio radical en el Pedro acobardado, que había negado a su Maestro tres veces. Pero supone, también, una indicación de que todo el grupo de los discípulos había experimentado también un cambio, al volver a ser “grupo”. Después de haberse dispersado despavoridos tras la crucifixión, ahora se han reunido de nuevo y así los encuentran los dos discípulos de Emaús, que vuelven a Jerusalén a contar su experiencia, “lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido [a Jesús] en la fracción del pan”. Pero su narración se torna en un intercambio de experiencias, pues los reunidos en Jerusalén les dicen que también “se ha aparecido a Pedro”. Este intercambio de experiencias y vivencias, como se ha comentado después, constituyen la base de lo que son las nacientes comunidades cristianas, marcan lo que debería ser la base de las futuras iglesias y nos interpelan en lo personal sobre cuál es la base de nuestra propia opción y compromiso cristiano.
- Es más que probable que muchas personas han dejado la Iglesia porque, entre otras cosas, los relatos del sepulcro vacío y de las “apariciones” a los apóstoles les suenan mitológicos y fantasiosos. Es también probable, y quizás paradójico, que muchas personas que no abandonan la fe, lo hacen desde una interpretación literalista de esos mismos relatos pero que, aunque les suenan difíciles de creer, los siguen aceptando tal cual, por tradición, o porque temen que poner en duda que las cosas sucedieron de esta manera equivaldría a negar la resurrección de Jesús, y resuena en sus oídos y en su corazón la frase de Pablo: “si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes” (1 Cor 15: 14). Sin embargo, convendría releer estos textos, y replantearnos nuestro apego al relato del sepulcro vacío y a los de las apariciones para dejarnos impactar, más bien, por la frase de Lucas, “¿Por qué buscar entre los muertos al que vive”? (Lc 24:5). Es tiempo para descubrir que Jesús está presente, vivo, en nosotros y entre nosotros, en nuestros esfuerzos por reconstruir el mundo que anunciaba la Buena Noticia.Ω
Hola Padre Jorge es interesante que las primeras Iglesias tenían todo en común, pero hoy en día no prevalece ese espíritu de convivencia. Nos hemos hundido en la individualidad y el "porta a mí" es decir que cada quien vea por sus necesidades como pueda.. Me parece rescatable el hecho de que La Iglesia debe empezar por nuestro primer metro cuadrado, donde debemos dar testimonio de la nueva vida que nos dio Jesús.
ResponderBorrarHola Padre Jorge es interesante que las primeras Iglesias tenían todo en común, pero hoy en día no prevalece ese espíritu de convivencia. Nos hemos hundido en la individualidad y el "porta a mí" es decir que cada quien vea por sus necesidades como pueda.. Me parece rescatable el hecho de que La Iglesia debe empezar por nuestro primer metro cuadrado, donde debemos dar testimonio de la nueva vida que nos dio Jesús.
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