Lect.: Jer 20, 7-9; Rom 12, 1-2; Mt 16, 21-27
1. Decíamos el domingo pasado que los cristianos descubrimos nuestra propiaidentidad al ser interpelados por la extraordinaria calidad humana que descubrimos en Jesús quien se llama a sí mismo “hijo del hombre”, es decir, un ser humano pleno.” (Ver Nota). De ahí concluíamos que “Vivir esta plenitud es lo que nos da la certeza de que verdaderamente Dios está en nosotros…” Entonces, ante un mensaje tan positivo, ¿cómo entender eso del texto de hoy de que “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo”? Parece contradictorio que la invitación y el impulso a vivir nuestra vida humana en plenitud contenga la negación de uno mismo. No es de extrañar que el toque enigmático de la expresión haya llevado a algunos autores y grupos a lo largo de la historia del cristianismo, a posiciones que objetivamente podemos considerar destructivas y no plenificadoras de lo que somos.
2. Podemos decir que Mateo en su evangelio no está refiriéndose, ni mucho menos fomentando, a una actitud ascética, de prácticas de sufrimiento buscado, de mortificarse, para “pagar por las imperfecciones propias” o para “merecer la aceptación por parte de Dios”. Muy en la línea contraria del evangelista, este tipo de interpretaciones han sido frecuentes en boca de predicadores, y de “directores espirituales”. Pero de lo que se trata, más bien, es de desarrollar una actitud activa, de valentía para enfrentar y asumir las inevitables persecuciones que vienen de quienes adversan el mensaje de la Buena Noticia.
3. “Negarse a sí mismo” entonces, podríamos decirlo en un lenguaje contemporáneo, significa que para seguir a Jesús, con lo que esto conlleva, es necesario “negar el yo egoísta”, “interesado”, que ante el temor a ataques de diverso tipo, o ante el apego a bienes materiales nos harían preferir una situación cómoda al desprendimiento que acompaña al discípulo. Se trata de hacer las renuncias que hagan falta para asumir la construcción de una vida alternativa a los antivalores imperantes en una sociedad como la que aquellas comunidades de Mateo vivieron, y como los de la sociedad injusta de nuestro propio tiempo, que se ha acostumbrado, por ejemplo, a ver la discriminación, la pobreza y la desigualdad como parte de la “normalidad”. Hay que “negarse” a lo que dentro de uno mismo lo puede atraer y apartar de la defensa de la justicia, la solidaridad y la fraternidad. Y esto es una negación que nos afecta personalmente y que se aplica también a nuestra propia iglesia en la medida en que queremos tomar en serio el evangelio de Jesús de Nazaret. (Ver nota)
NOTAS.
1. Sobre la expresión “Hijo de Hombre”.: “Son muy numerosos los dichos sobre el Hijo del hombre que expresan lo que Jesús (= el Hijo del hombre) hace o padece; pero nunca se dice quién es Jesús recurriendo a un dicho sobre el Hijo del hombre. _[…] Para un sirio normal de la época de Mateo, la expresIón es extraña e ininteligIble No figura en el lenguaje griego cotIdiano Para aquellos que conocían el arameo -aIgo no Impensable ni para los lectores ni para el evangelIsta de Siria- exIstía en el lenguaje coiIdIano la expresIón, generalmente con el sIgnificado de «un ser humano, alguIen», expresión que podía emplearse tambIén, aunque rara vez, en combInación con la pnmera persona de SIngular, en el sentIdo de «yo como ser humano», «un ser humano [también yo, por tanto]» (Ulrich LUZ, t. 02).
2. “Un «cristianismo que no toma ya en serio el seguimiento -caso corriente, al menos en la Iglesia popular protestante- y no sabe distinguir entre la existencia burguesa y la existencia cristiana», se encuentra probablemente en la situación de Pedro que refleja el v. 32, y deberá permitir que le digan lo que Pedro tuvo que oír en el v. 23. - Citas tomadas por el exegeta citado en la nota anterior, de D. Bonhoeffer, El precio de la gracia. El seguimiento, Sígueme, Salamanca 1995, 51s.
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