4º domingo de Cuaresma
Lect.: 1 Sam 16, 1b. 6-7. 10-13a ; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41
- La historia de pasadas pestes y pandemias puede resultarnos de gran inspiración en una situación como la que atravesamos en estos momentos. Entre otras cosas para que aprendamos de actitudes erróneas que no debemos repetir. Por ejemplo, la tentación inútil e inoportuna de buscar “chivos expiatorios”, supuestos responsables de lo que está sucediendo. O ante la limitación de servicios médicos, hay quienes han dicho que “Como en una guerra, tenemos que decidir a quién salvar y a quiénes no” (Ver nota). O, en el plano religioso, interpretar la pandemia que nos afecta como un supuesto “castigo de Dios” “por los pecados de la humanidad” y adoptar una actitud pasiva que se limita a implorar perdón y ayuda del cielo. Lamentablemente se pueden escuchar algunos ecos de estas actitudes erróneas incluso en Costa Rica. Desde quienes como el presidente Trump hablan con doble y perversa intención del “virus chino”, hasta quienes ofrecen actos de “reparación” a Dios para que “no esté eternamente enojado”, como dice un desafortunado canto eclesiástico, pasando por algo mucho más grave: esos que hablan de escoger a quiénes se salva y a quiénes se beneficia pretenden ignorar que con esa regla están aplicando precisamente la injusta característica que define el destructivo modelo de sociedad y de economía que ha generado desigualdad letal, pobreza y destrucción del planeta. Tenemos décadas en que las políticas económicas van dividiendo a la población en sus posibilidades de bienestar, y van decidiendo bajo el impulso de grupos poderosos, quiénes pueden acumular y se pueden salvar y quiénes no.
- Frente a este tipo de actitudes erróneas el evangelista Juan, con un maravilloso relato simbólico de la curación de un ciego de nacimiento expone dos prioridades de Jesús de Nazaret: la que coloca como centro de su acción a la persona humana, especialmente la más vulnerable; y la que se dirige, ante todo, a proponer como el meollo de su predicación, de sus palabras y sus gestos, el dar apoyo para que todoslos hombres y mujeres, descubran lo que es verdaderamente el ser humano realizado, los valores verdaderos frente a los falsos, y cuál es el camino para superar un mundo cargado de males creados por nuestra propia incapacidad para frenar la rapacidad de unos cuantos cada vez más ricos.
- Todo el evangelio de Juan es un discurso teológico que habla de la “nueva creación”, del “hombre nuevo renacido”. Esa idea está expresada en este relato de la curación del ciego de nacimiento. Cuando pone a Jesús haciendo barro con su saliva y polvo de la tierra, y en sábado, está evocando el relato de la primera creación en el Génesis. Con ese barro en cuyo interior está el Espíritu de Jesús, se sirve para formar el hombre nuevo, cuyo modelo es el propio Jesús, el hijo del hombre, el hombre pleno. El ciego de nacimiento nunca ha visto esta humanidad y no sabe en qué consiste ser plenamente humano, no conoce su propia identidad hasta que se le abren los ojos. Cuando Juan utiliza un verbo que significa tanto untar como ungir, para indicar como Jesús le pone el barro en los ojos, nos quiere decir que el Mesías, el Ungido, en el ciego nos está ungiendo a cada uno de nosotros, nos está transformando en ungidos capaces también de transformar este mundo comunicando el espíritu.
- Esa transformación del ciego no se ha producido por la enseñanza de una doctrina ni por la observancia de una ley sino por la percepción de la vida comunicada en la acción de Jesús. Al experimentar esa vida nueva ese hombre será orientado por esa misma vivencia en todas sus acciones y relaciones con los demás. A todo ungido se le pide, como lo recalcaron los profetas, “que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas» (Is 49: 6. 9). No se trata de una capacitación para hacer milagros sino de una misión de solidaridad fraterna para construir un mundo distinto, donde se acaben las dominaciones injustas y toda forma de tiranía que genera desigualdad a cualquier nivel: “Aquel día oirán los sordos las palabras del libro, sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos, los oprimidos volverán a festejar al Señor y los pobres se alegrarán con el Santo de Israel, porque no quedarán tiranos...”(Isaías 29: 18 sgs.).
Nota: la idea de escoger a quiénes salvar y a quiénes no, la han mencionado por ejemplo, en hospitales del Norte de Italia, abrumados por la cantidad de casos, y la escasez de recursos. Ver, por ejemplo, https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-italia-guerra-decidir-salvar-admite-medico_0_wW2k1tdN.html , https://www.semana.com/mundo/
Excelente reflexión, como siempre. Gracias por compartirla.
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