Lect.: Gén 12, 1-4a; 2 Tim 1, 8b-10; Mt 17, 1-9
Para releer los textos de hoy: http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2017/02/leccionario-i-domingo-ii-de-cuaresma.html
1. “Lo que importa es la trayectoria y la meta que llevamos”, decíamos el domingo pasado. “Y eso es lo que debemos revisar en esta Cuaresma”. Hoy hace ocho días, nos referíamos al aspecto que podemos llamar “negativo” en un examen de conciencia o en una revisión de vida. Queríamos enfatizar que realizar estas no implica concentrarnos meticulosamente en el examen de faltas y debilidades. Esto puede incluso, en algunos casos, resultar morboso. De lo que se trata es de verificar que no nos hayamos salido del camino, que no hallamos perdido la dirección ,—sin dejar de reconocer que determinados actos puntuales, determinadas decisiones singulares pueden representar una “salida del camino”, una contradicción con la trayectoria que pretendemos seguir. Esto puede aclararse más al entender en qué consiste el camino que siguió Jesús. Y qué tipo de acciones nuestras demuestran que nos hallamos en ese camino. Este segundo domingo nos da ese enfoque “positivo”, que permite definir criterios de identificación del rumbo de nuestra trayectoria. Veámoslo en el pasaje de hoy de Mateo.
2. El relato de la transfiguración está redactado en un lenguaje profundamente simbólico pero que, en aquella época y en el pueblo de Israel, resultaba bastante comprensible a todos los oyentes de las primeras comunidades judeocristianas. Evocaba lo que se llamaba, y se siguen llamando, “teofanías” o manifestaciones de Dios a las personas humanas. Lo más probable es que este texto de Mateo se refiera a la experiencia —notemos que el evangelista la llama “visión”, es decir, algo que no necesariamente se comporta como un hecho físico—, que los apóstoles tuvieron después de la resurrección y que les ayudó a descubrir entonces que en Jesús a lo largo de su camino de vida la divinidad se había hecho presente.
3. Por eso podemos entender que Mateo no pretende que nos quedemos en ese “espectáculo de luz y sonido” que nos puede parecer a nuestra mentalidad moderna un relato simbólico como este de la llamada “transfiguración”. Lo que intenta es invitar a su comunidad de entonces y a los lectores posteriores, como nosotros, a vivir una experiencia semejante a la que él y los apóstoles vivieron, después de la muerte de Jesús, que les permite reinterpretar lo que Jesús hacía y era cuando caminaba con ellos por los pueblos de Galilea. Esa experiencia espiritual profunda de la presencia del Resucitado ahora les permite descubrir que la plenitud del ser humano, la divinización profunda del “Hijo del carpintero” su transfiguración, se realizó a lo largo de un camino de entrega continua a la humanidad y a la creación entera, tal y como lo caminó Jesús como “ ”el Hijo del Hombre”, el ser humano pleno. No hay que pensar en transfiguraciones extraordinarias milagrosas visibles, como si fueran espectáculos de luz y sonido, sino en la que se va dando paulatinamente en la práctica cotidiana del amor y nos configura nuestra personalidad según la imagen misma de Jesús.
4. Esta invitación de Mateo a vivir una experiencia semejante es para cada uno de nosotros y también para la Iglesia en su conjunto, para cada comunidad cristiana, —familiar, de barrio, parroquial, diocesana. La Iglesia encuentra también su transfiguración, su realización, en el camino, nunca en la instalación estática, acomodada en su estatus de institución social. La trayectoria evangélica de la Iglesia y de todas las comunidades cristianas debe darse saliendo de su refugio institucional, —por eso el Papa Francisco invita a que hagamos y seamos una “Iglesia en salida”; una Iglesia y comunidades que salgan a encontrar los problemas y retos más acuciantes del pueblo, del mundo, de cada momento, para aportar sus servicios, su grano de arena que ayude a construir la Casa Común de toda la familia de nuestro planeta.
5. Permítanme concluir tan solo mencionando tres de esos retos. El primero, nos lo recuerda la conmemoración de este 8 de marzo, Día Internacional de la mujer, y que apunta a continuar luchando por la defensa de los Derechos, liberación e igualdad de las mujeres como personas plenas. En todo nivel: familiar, laboral, político, cultural, … Una “Iglesia en salida” se esfuerza por entender y hacer suyas las mejores reivindicaciones de los movimientos feministas y no por condenar a priori y por prejuicios ideológicos, sin haber sentido “en carne propia” lo que significan los feminicidios, las desigualdades salariales para trabajos iguales o superiores de los varones, los condicionamientos que les han impedido a las mujeres trazar sus propias metas y sus realizaciones profesionales.
6. El segundo reto para una “Iglesia en salida”, en este tiempo del coronavirus y del cambio climático, es el reto de aprender a utilizar la ciencia y la tecnología como instrumentos de servicio para construir la Casa Común, sin caer en la idealización de una ciencia y de unas tecnologías que funcionan para el beneficio de enriquecimiento de unas pocas corporaciones, por ejemplo, las grandes farmacéuticas; pero también sin proceder con ignorancia de las recomendaciones de análisis serios cayendo en indiferencias y negacionismos como los que han producido epidemias como la actual y los daños a la vida en el planeta.
7. Y, finalmente, el reto propio e interno de la Iglesia, que Francisco propone para el Sínodo próximo del 2022, que consiste en lograr una Iglesia “donde pastores, laicos y el Obispo de Roma, caminen juntos, de una manera en la que nadie pueda ser elevado por encima de los demás”. Que la Iglesia y comunidades cristianas sean más como una “pirámide invertida, donde la cumbre esté por debajo de la base”, como ha dicho Francisco. Las respuestas a estos tres retos, y a otros semejantes, serías criterios para reconocer que una Transfiguración se está produciendoΩ
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