Lect.: Sof 2, 3; 3, 12-13; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12a
1. ¿En qué tipo de visión espiritualista, moralista y religiosa hemos sido formados? Siempre es sano hacerse esa pregunta, en particular cuando vemos que en la Iglesia Católica, incluso a nivel de clérigos y Obispos, ciertos grupos se resisten a seguir y apoyar la corriente de reforma que dirige el Papa Francisco. Pero, además, se vuelve una pregunta ineludible al toparnos hoy, en el Sermón del Monte, con las Bienaventuranzas y con el Padrenuestro. Porque en estos textos encontramos lo que podemos llamar el programa esencial de la predicación y de la vida de Jesús de Nazaret. Y no puede dejar de preguntarse cualquiera de nosotros si las prioridades que manejamos en nuestra vida cristiana, católica, y que corresponden en gran medida a la formación recibida desde la casa y la catequesis, corresponden realmente a las prioridades de este programa esencial de Jesús. Hay razones que nos hacen dudar de que esa correspondencia exista siempre. Pensemos, por ejemplo, en el interés casi obsesivo en la temática sexual que caracterizó la práctica del sacramento de la confesión en otros tiempos —como el que me tocó vivir en mi etapa de adolescente; o el énfasis en la asistencia a “misa” (ni siquiera se decía “eucaristía”), como obligación, y no como celebración comunitaria de compromiso. O en las “cruzadas” actuales de lucha contra una supuesta “ideología de género”, contra el movimiento LGTBIQ o frente a las luchas de movimientos de liberación femenina o la resistencia al celibato voluntario, o a la integración plena de los divorciados a la comunión. No parece que correspondan esas “prioridades” prácticas a las del Programa de Jesús de Nazaret.
2. Debemos entrarle a una reflexión a fondo y una meditación orante del llamado Sermón de la Montaña del evangelio de Mateo. Cierto que se trata de un largo discurso de Jesús, tal y como lo elabora el evangelista en los capítulos 5 al 7 de su libro. Sin embargo, de alguna manera se puede sintetizar en las 8 bienaventuranzas y, el espíritu de éstas, a su vez, se puede captar en la oración del Padrenuestro. (Es una pena y quizás revelador, que esta fecha en que la liturgia dominical del Domingo 4º del tiempo ordinario, colocaba de 3ª lectura las Bienaventuranzas, los liturgistas —al menos en Costa Rica— la sustituyeran por la correspondiente a la Fiesta de la Presentación en el Templo, por ser 2 de febrero).
3. Sin renunciar a la invitación a un estudio más a fondo, señalemos, al menos, algunos puntos centrales del Sermón del Monte. Cada una de las Bienaventuranzas puede verse como una de las ocho “puertas de ingreso al Reino de los Cielos”, por utilizar la expresión de un predicador. Al mismo tiempo, y por eso mismo, pueden entenderse como 8 rasgos fundamentales de la vida de Jesús. De ahí que podamos afirmar que definen también el programa de vida planteado a los discípulos de Jesús, —por supuesto, también para las Iglesias cristianas. Aunque, más allá de lo confesional, el evangelista las plantea sin restricciones considerándolas como camino universal de realización y de felicidad humanas: “Felices los que…”, repite una y otra vez.
4. En estos pocos párrafos lo único que podemos hacer es llamar la atención a lo central de este mensaje. Se trata de que entendamos que esto central es la aspiración y la construcción de una comunidad humana —llamada Reino de los cielos—en donde lo que rija nuestro comportamiento y nuestras relaciones sea la justicia de Dios que conduce a la paz y a la fraternidad efectiva en el planeta. Esta justicia es la que se constituye en un camino de humanización, en donde lo que da lugar al avance de la justicia no es la violencia, ni la ley, ni la represión, sino un espíritu de libertad de apegos, de deseos de acumulación, y en ese sentido, un espíritu de pobreza, de mansedumbre, de capacidad para vivir las relaciones con los demás con misericordia, donde el espíritu de justicia se identifica con este amor de misericordia activa, de compasión, y donde se puede ser felices viviendo el amor incluso en medio del sufrimiento.
5. El Jesús de Mateo sabía que, no obstante el compromiso de vivir estas bienaventuranzas como “hacedores de la paz”, ese mismo compromiso puedeconducir a diversas modalidades de persecución, porque su escala de valores y prioridades suscita una formas de vida distintas de las dominantes. Esta confrontación fue una realidad ya en época de Jesús y el compromiso de las Bienaventuranzas como entonces sigue siendo provocador al contradecir comportamientos sociales, políticos e incluso familiares que en aquel momento parecían esenciales y hoy también caracterizan la mentalidad dominante en sociedades regidas por el afán de lucro y consumo sin medidas.
6. Sintonizo con un comentarista bíblico del Sermón de la Montaña (Pikaza) que afirma que es más fácil cambiar un imperio militar que transformar desde abajo los modelos de vida familiar y social que se han impuesto a poblaciones campesinas y marginadas. Y, sin embargo, añade, “esto es lo que quiso hacer Jesús iniciando una revolución integral, desde los excluidos, al servicio de la gratuidad y amor entre todos los hombres y mujeres”. Este Sermón de la Montaña, como podemos ver, nos plantea a todos y a cada uno retos muy grandes de cambio en lo que consideramos nuestras prácticas cristianas prioritarias.Ω
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