Lect.: Is 8, 23b-9, 3 ; 1 Cor 1, 10-13. 17 ; Mt 4, 12-23
1. Volver siempre a los evangelios es clave para quienes en pleno siglo XXI queremos ser discípulos de Jesús o para quienes están interesados en conocer la persona y el mensaje de Jesús sin distorsiones, sin añadidos que han surgido a lo largo de veintiún siglos de historia. Pero acercarse a ese Jesús que nos entregan en sus vivencias transcritas las primeras comunidades no nos libra de la exigencia de reflexionar y de plantearnos preguntas honestas y muy personales sobre esos mismos escritos y sobre lo que significan hoy para nosotros. Este domingo, por ejemplo, nos da la oportunidad de descubrir rasgos de Jesús que, a veces, no tenemos en cuenta a la hora de definir cómo debe ser una iglesia cristiana, una comunidad de discípulos y nuestra propia vida cotidiana marcada por el evangelio.
2. Un primer rasgo se nos dibuja cuando expresamos una pregunta que nos surge muy normal: ¿cuándo empezó Jesús su actividad de predicación y por qué en ese momento, ya entrado en años de vida adulta? Y enseguida, otro interrogante, ¿dónde empezó y por qué? A lo primero nos responde Mateo. Jesús empieza su predicación cuando meten a Juan el Bautista en la cárcel. Lo habíamos visto en domingos anteriores ligado al Bautista y comprometiéndose con su mensaje y misión al ser bautizado por Juan en el Jordán. Pareciera ahora que el encarcelamiento de Juan sacude su conciencia, como si Dios le hablara a través de ese hecho. Y en vez de huir actúa continuando la misión de Juan, llenando su vacío, no tanto en la práctica del bautismo de agua, cuanto en el anuncio de la llegada del reino y en la invitación a un bautismo en el Espíritu.
3. Y, a diferencia de Juan, no retoma esa misión yendo al centro de poder, a la capital, Jerusalén, pero tampoco al lado del desierto y del Jordán, como simbólicamente lo hizo el Bautista, sino en la región de Galilea, de poca importancia histórica e incluso despreciada por los judíos del Norte. Era para estos “zona de tinieblas”, de campesinos ignorantes, de donde nunca saldría un profeta. Es elocuente, además que Jesús se instale en Cafarnaún, con población mayoritaria de pescadores, campesinos y comerciantes. Es decir, que a la hora de decidir a quiénes va a dirigir su mensaje, no piensa en la gente importante, en los influyentes que pueden supuestamente cambiar la situación y construir el reino de Dios. Piensa y se dirige a la gente más despreciada y olvidada, que más sienten la necesidad de liberación y de hacer algo por ello. Ellos son los que lo van a descubrir como una gran luz, quienes van a descubrir que deben cambiar de vida de manera radical porque el Reino está cerca y quieren estar en él. O descubrir que el Reino de Dios esté en ellos.
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4. Este tipo de pequeños detalles de los inicios de la vida pública de Jesús son los que todavía nos sirven de referentes para decir qué tipo de iglesias cristianas debemos ayudar a construir hoy. Y para beneficio de quiénes debe orientarse prioritariamente la actividad y bienes de las comunidades cristianas; y también cuáles deben de ser las prioridades de nuestra propia actividad personal que nos definen como cristianos. Creo que podemos llevarnos muchas sorpresas al descubrir el contraste entre estos rasgos de Jesús y los de las prioridades prácticas de nuestras iglesias hoy día en Costa Rica y de lo que consideramos compromisos prioritarios de nuestra vida cristiana. Ojalá que este descubrimiento de lo que fue ese Jesús galileo, en Cafarnaún, sacuda también nuestra conciencia como el encarcelamiento del Bautista sacudió y encaminó la conciencia de Jesús.Ω
Excelente y hermosa reflexión.
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