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21º domingo t.o. Luchar por sentarse a la mesa del Reino

Lect.: Is66, 18-21; Heb12, 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30


1.   Para bien y para mal, en esta segunda década del siglo XXI, nos ha tocado vivir en una Costa Rica cada vez más plural y diversa, con sus dificultades y conflictos  y con sus riquezas y posibilidades de crecimiento y maduración para cada uno de nosotros. Baste pensar en los últimos dos años de tensiones sociales y políticas, la disparidad de opiniones que tuvimos sobre la moralidad de las huelgas, en especial en los sectores de salud y educación, para darnos cuenta de cómo estamos distanciados de los puntos de vista y actitudes prácticas de grupos y organizaciones con quienes en otros momentos nos vimos identificados. Las diferencias de posición que  también algunos (no sé si muchos) hemos sentido con respecto a las “cruzadas” “pro vida” y “pro familia” muestran el nivel tan profundo que alcanza esa pluralidad y diversidad, de esta Costa Rica. Muchos de quienes disentimos de esos movimientos ideológicos, nos sentimos absurdamente señalados como si, al no compartir motivaciones y metas con ellos, se nos considerara “anti - vida”, —peor aún “pro muerte”— y “anti - familia”.  Por nuestra parte, nos resulta inconcebible e inaceptable, que dichos movimientos que dicen defender la vida y la familia, no organicen marchas y campañas contra los crecientes femicidios, la violencia doméstica, el acoso escolar contra niños y jóvenes de diversa identidad sexual y otros temas parecidamente graves. Es una situación muy compleja la de la polarización y fragmentación de la sociedad en las que puede derivar el no saber vivir esta pluralidad social, a lo que no se le ve fácil solución por más que se repita, casi como un mantra, la palabra “diálogo”.
2.   Sobre este telón de fondo, nos encontramos también una pluralidad religiosa apareciendo tendencias muy distintas y hasta opuestas incluso dentro de la misma Iglesia Católica. Encontramos personas con posiciones combativas que pretenden restaurar interpretaciones de normas morales y de leyes eclesiásticas heredadas de otras épocas y culturas. Y del otro lado, otros grupos, también católicos, que enfatizan más bien la práctica de la misericordia, el diálogo y la prioridad del amor y los valores humanos por encima del mero cumplimiento de leyes, y la escucha de las exigencias de los nuevos tiempos. Esta situación de opiniones e interpretaciones tan distintas y hasta opuestas puede causar desconcierto y confusión en muchos de nosotros, cristianos católicos. 
3.   En medio del pluralismo actual, ¿cómo orientarnos? ¿Cómo discernir la paja del trigo? ¿cómo discernir entre el pluralismo y diversidad de pensamiento y de prácticas en la Iglesia y todos en nombre del evangelio?Es probable que podamos encontrar enseñanzas orientadoras al respecto en varios lugares de los escritos del Nuevo Testamento, pero teniéndolo a mano, podemos también interrogar al texto de Lucas de este domingo, que es el que nos ha tocado. Si lo observamos con un poco de atención, nos daremos cuenta de que el texto de hoy de Lucas  es muy semejante al del juicio final, del cap. 24 de Mateo. Y se parece entre otras cosas en que muestra un juicio sobre diversas maneras de entender y vivir la vida cristiana.  A diferencia del pasaje de san Mateo,  aquí se trata de un juicio en vida y no del juicio final. Pero no por eso es menos drástico. Incluso puede dar la impresión de ser mucho más rígido, menos poético, y a veces casi parece cruel, por la forma en que  la parábola  pinta al amo. “Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta y ustedes se queden fuera…”, ¿qué sucede? Cuando le tocan la puerta para que les abra, no solo no lo hace sin mostrar ninguna piedad, sino que, con lo que parece mala fe, pretende desconocer a los que llaman a la puerta. “No sé quiénes sois”, les dice. Y por más que ellos tratan de convencerlo, supuestamente recordándole que “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”, lo único que consiguen es una respuesta más humillante “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Tratándose del tema de la salvación, iniciado por la pregunta de alguien anónimo, al inicio del pasaje, choca el extremo de severidad con que trata a quienes condena.
4.    Sería necesario un análisis de textos paralelos y complementarios para explicar de forma adecuada ese aspecto del pasaje, pero lo que nos interesa aquí es solo un tema. Hoy día podemos leer este texto como una crítica a  cualquiera de nosotros que habiendo conocido a Jesús, incluso habiendo oído su predicación, y hasta habiendo “comido y bebido cerca de él”, si nunca hubiéramos dado el paso para vincularnos a la misión de Jesús.  En ese caso estaríamos viviendo una relación con el Maestro piadosa pero superficial. Habríamos hecho del llamado evangélico una religión de prácticas piadosas rutinarias sin ningún compromiso social; una religión que sustituye el compromiso con la justicia por un entramado de ritos y reglamentos y que frente a los problemas individuales o de grupo, estaríamos tan solo tratando de encontrar refugio, tranquilidad y seguridad. Sería una religión en la que se habría llegado incluso a endulzar la figura del propio Jesús, a imagen y semejanza de esas estampitas que no reflejan para nada el vigor y la constante entrega que supone su misión.
5.   Este pasaje de manera muy exigente, pretende recordar a todas las generaciones de cristianos que el evangelio no tiene nada de adormecedor, ni de infantil, que no se queda en la superficie del comportamiento humano, y que aceptarlo significa luchar correr riesgos y dificultades para poder vincularse a lo que simbólicamente se conoce como el reino de Dios. Es decir, la comunidad humana que se salva, se libera y se realiza, en un desarrollo de relaciones de solidaridad y fraternidad. Anunciar este reino era la misión de Jesús.
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6.   Cuando Lucas dice “luchen por entrar por la puerta estrecha”, la palabra griega que traduce por “lucha” es la misma utilizada por los griegos para los concursos deportivos, olímpicos, tan queridos en Grecia. Es la misma palabra que luego se aplicó a la vida del sabio o del hombre y la mujer espiritual. Con esa lucha deportiva se quiere ilustrar un combate espiritual que exige preparación, un sólido entrenamiento, una gran fuerza de carácter y una capacidad de construir en equipo. Quienes practican los valores de justicia y fraternidad, aunque no sean de la religión oficial, o de ninguna religión, aunque no tengan su vida cargada de ritos, vengan de donde vengan, esos son los que comparten la misión de Jesús y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Tenemos aquí una importante llamada de atención para no desorientarnos y discernir entre  la pluralidad de prácticas religiosas de los cristianos y católicos. Porque no todas son iguales, no todas se enraízan en el mensaje de Jesús de la misma manera.Ω

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