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18º domingo t.o.: la codicia suicida

Lect.:  Eclesiastés 1:2; 2:21-23 ; Colosenses 3:1-5, 9-11 ; Lucas 12:13-21
Ver textos de lecturas litúrgicas en; http://textosparalaliturgia.blogspot.com/2016/08/leccionario-i-domingo-xviii-del-tiempo.html



  1. Nos ha tocado vivir estos dos últimos años situaciones verdaderamente convulsas, comparadas con lo que es habitualmente el modo de vida costarricense.  Huelgas, —en particular en el sector de educación y en salud, bloqueos de calles, amagos de violencia, presión para destituir al ministro de Educación, y hasta supuestos pequeños actos terroristas. Parte de estos conflictos y del malestar social  con que intentan legitimarse, tienen que ver con las estrecheces económicas por las que pasan algunos sectores de la población, mientras que otras minorías disfrutan, desde hace rato, de una posición más que confortable. Si miramos a esta situación nacional, y a los apuros para llegar a fin de mes que quizás atraviesan algunos de quienes lean o escuchen la presente reflexión y enseguida escuchamos en el texto de Lucas de hoy, la parábola del rico codicioso,  nos podemos quedar confundidos. Quizás nos surjan dudas e inquietudes acerca de lo que enseña el evangelio sobre la prioridad que tienen para nuestra vida los bienes materiales, así como sobre la legitimidad de la propiedad y de la acumulación de riquezas. 
  2. Es importante, por eso, saber leer las enseñanzas de Jesús, transmitidas por Lucas, sobre los bienes materiales, la propiedad y la acumulación de bienes. Hay dos o tres puntos principales en los que queremos concentranos. Primero, los campos sembrados, la cosecha abundante, el almacenar en graneros no se presentan en el relato como algo negativo, ni mucho menos. Son parte de la naturaleza creada por Dios y cultivada por el esfuerzo humano. Tampoco se sugiere, en este pasaje, que hayan sido mal adquiridos por el terrateniente del que se habla.  El problema, sobre el cual la parábola quiere que quedemos claros, está reflejado en el monólogo de aquel propietario.  Si lo leemos al detalle, es fácil caer en la cuenta de que él está por completo centrado en sí mismo, en su disfrute, en su presente y en su futuro. Llama la atención que los “otros”, —sus prójimos, sus vecinos e incluso su familia, si es que la tenía, — están por completo ausentes de sus cavilaciones y planes.
  3. Queda claro, entonces,  que el evangelista y su comunidad, entienden que hay una forma de poseer y de acumular por completo inaceptable, independientemente del volumen o magnitud de las riquezas o bienes que se tengan.  Es la forma del protagonista del relato, con un programa de vida que lo tiene a él mismo como centro, como prioridad principal y única. Las frases que se dirige a sí mismo “¡Descansa, come, bebe, alégrate!” reflejan su completa ignorancia de que los bienes de este mundo, y la  naturaleza, puedan tener un sentido que no sea su propia satisfacción. Se muestra su total despreocupación por el valor de la vida y por las necesidades de los demás.
  4. Pero hay otra forma de poseer y acumular y es la que propone Jesús, desde la perspectiva del Reino, y que consiste en “enriquecerse en Dios”. En esta perspectiva,  de raíces bíblicas, se sabe que los bienes de este mundo se nos han dado para administrarlos en el servicio de los demás y en la construcción de relaciones fraternas y solidarias. Cierto que la voluntad de Dios es que todos alcancemos la realización plena y la felicidad, pero el único camino evangélico para lograrlo es mediante el don de sí mismo,  mediante el dar y el darse que, además, es lo único que garantiza una convivencia en la que nosotros también recibimos y somos recibidos.
  5. La primera forma de poseer y acumular refleja una codicia suicida porque es insaciable y, por tanto, amenazadora de la supervivencia del planeta, como estamos comprobándolo en la actualidad. Cuando en las discusiones locales se busca remediar la existencia de “salarios de lujo”, como suele decirse, o se plantea resistencia a algunos tipos de impuesto, cierto que se apunta a situaciones que exigen remedio. Pero las manifestaciones máximas de la codicia están más bien asociadas al mantenimiento de estructuras y políticas económicas que permiten ganancias billonarias a solo determinados sectores y que están generando, de manera permanente, desigualdad de ingresos y de acceso a bienes y servicios entre sectores de la población. La propuesta del evangelio, que creemos que es la que verdaderamente salva y construye la naturaleza y la sociedad, exige pedir a políticos y a analistas ir a la raíz de los problemas y detectar no solo dónde se manifiesta sino dónde se generan la pobreza crónica y la desigualdad creciente. Porque asociada a esos orígenes se encuentra la codicia destructiva.
  6. La propuesta del evangelio no es ciertamente fácil de ponerse en práctica por el desprendimiento, el desapego, el desinterés y la solidaridad que exigen. Por eso, porque no es fácil, hay un llamado urgente, una vocación al compromiso de nuestras comunidades cristianas para unir fuerzas en busca de cambios radicales. Pero la tarea de las comunidades cristianas, de las iglesias, no consiste en echar responsabilidades y acusaciones a otros grupos sociales, ni en lanzar regañadas al Gobierno, como si nuestras congregaciones estuvieran exentas de responsabilidad, como si estuviéramos por encima del bien y del mal, solo para ser “jueces” de los otros. El llamado que aprendemos del evangelista Lucas, es a contribuir a la formación de una actitud ética y espiritual en todos y todas, empezando en nosotros mismos, que hagan posible la transformación del uso de la propiedad, del dinero y de los bienes de la naturaleza para que todos  y todas sin excepción podamos vivir una vida digna.Ω

Comentarios

  1. Muy interesante la perspectiva de no acumular sino de dar o darse a los demás ser responsable íntegro y solidario son parte de nuestra humanidad.

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  2. Es la filosofía básica de muchos de los pueblos anteriores..la donación como pegamento comunitario...

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