Lect.: Daniel 7:13-14; Apocalipsis 1:5-8; Juan 18:33-37.
- Aunque para muchos católicos, quizás por el peso de la rutina, el nombre de esta fiesta se toma sin mayor cuestionamiento, otros sí pueden sentirse extrañados y hasta chocados. “¿De dónde salió, pueden preguntarse, eso de llamar “Cristo Rey” al sencillo artesano Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero?” Lo que dificulta más la comprensión del texto evangélico de hoy y, por lo mismo, el sentido de esta fiesta de “Cristo Rey” es, precisamente, la palabra “rey”. Añadamos a esto que también la manera de escribir del evangelista Juan siempre tiene su complicación. En cuanto a lo primero, el concepto de “rey”, incluso en el mundo en que vivimos, donde los regímenes monárquicos son minoría, es una categoría que implica poder y sumisión, señores que mandan y subordinados que obedecen sin discusión. Tienen su lugar en sociedades extremadamente jerarquizadas, alejadas de la democracia. Parece que choca con el Jesús del evangelio y con el Evangelio de Jesús.
- Cuando se intenta aplicar ese concepto a Jesús, a Cristo, nos enredamos. Más aun cuando vemos que eso fue lo que hizo Pío XI, en los años 20 del siglo pasado al establecer esta fiesta que, por lo demás, adquiere pronto una carga política recibida del contexto de la época y de los antecedentes. Por ejemplo, en la práctica, en la sangrienta guerra mexicana (1926 – 29), se apodó “cristeros” a los creyentes que se levantaron contra las leyes anti-religiosas del Presidente Calles. Morían los católicos al grito de “Viva Cristo Rey”, como también sucedió en la Guerra Civil española. Todavía, un tercer caso, en la década de 1970, apareció en España un grupo parapolicial terrorista de ultraderecha, llamado Guerrilleros de Cristo Rey, defendiendo las políticas de la dictadura franquista.
- Por otra parte, yendo al uso de la expresión en los evangelios, si recorremos las páginas del evangelio de Juan, encontraremos textos relativos a la realeza de Cristo, directos o indirectos, que parecen contradecirse. Por ejemplo, pasajes donde Jesús huye a esconderse, cuando intentan proclamarlo rey, se oponen a otro cuando Jesús no protesta porque lo aclaman como “rey de Israel”. Y, en el mismo texto de hoy, pareciera que Jesús acepta que es “rey” pero, enseguida aclara que lo es en un sentido completamente distinto, incluso opuesto al que se utiliza habitualmente.
- Podemos proponer de forma sintética una explicación: Jesús acepta que es “rey”, en la medida en que acepta que es Mesías pero, al mismo tiempo, aclara que no es mesías en sentido de libertador político del pueblo de Israel, como se esperaba en aquella época, sino un mesías - enviado de Dios cuya misión es dar testimonio de la verdad. ¿Cómo entender esto último? ¿Qué quiere decir “dar testimonio de la verdad”? Juan, que escribía para un auditorio helenista, nos lo pone difícil. ¿Qué quiere decir un “rey” o “mesías” cuya misión es dar testimonio de la verdad? Podemos traducirlo a términos más familiares a nosotros. No es alguien que viene a enseñar filosofía. No se refiere a comunicar doctrinas sobre la verdad. Como tampoco viene para ocupar un trono, y a coartar con su poder la libertad de sus súbditos. En el contexto del evangelio es alguien que viene para ofrecer en su persona una forma de vida verdadera, es decir, la que, una vida que da a conocer la verdad sobre Dios v sobre el ser humano. La verdad que nos hará libres, es la que se revela en la vida de Jesús, que se ofrece a todos los que lo escuchen y descubran de esta manera la verdad sobre sí mismos.
- La jerarquía de la Iglesia o cualquiera de nosotros debemos tener cuidado al utilizar la expresión. Puede generar un enorme problema y distorsión cuando se ha interpretado el título “Cristo Rey” como una categoría de poder, colocándolo por encima de los reyes de y dirigentes políticos de este mundo. Cuando entiende que la frase de Jesús diciendo que su reino no es de este mundo, como si afirmara que está por encima de, y es más poderoso que los reinados terrenos. El problema es que, al verlo así, no saca ni a Jesús ni a la Iglesia de la lógica del poder y, de esa manera, contradice el mismo testimonio del Evangelio. Jesús no puede ser llamado rey en sentido político porque claramente renunció al uso de la fuerza y a la lógica de una política cuyo motor es la ambición de dinero y poder. No puede perderse de vista que esta ambición es la que da origen en nuestras sociedades a una ideología contraria a la verdad de Dios, porque tiende a justificar un orden social que priva al hombre de libertad y plenitud de vida en beneficio de los que lo dominan.
- Jesús no es un “poderoso” más poderoso que los otros poderosos, esa no es su identidad ni su misión. Su misión, por el contrario, es la de liberarnos, con el testimonio de la verdad de su vida de toda esclavitud que provenga de una estructura económica, política, ideológica, o de cualquier forma de opresión. En esa perspectiva debemos entender que cuando Jesús responde a Pilato no le dice “soy el rey”, sino que “soy rey”. Es decir, “es rey”, como todo ser humano, como cada uno de nosotros cuando somos libres, —libres de las consecuencias de esa doble ambición y sometimiento al poder y al dinero, que proviene de otros o de dentro de nosotros mismos. Es “rey” quien reina sobre sí mismo y de esa manera participa del reinado de la voluntad de Dios en nuestras voluntades, un reinado de paz, justicia, amor y fraternidad. Cuando Jesús dice que “Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz” sugiere que se requiere que tengamos una disposición previa prioritaria de amor a la vida y al ser humano por encima de los intereses egoístas de nuestro ego para poder escuchar, entender y aceptar sus palabras. Ω
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