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21º domingo t.o.: ¿Y uds también quieren marcharse? ¿cuál es su opción?

Lect,:  Josué 24:1-2, 15-18;  Efesios 5:2, 25-32; Juan 6:60-69

  1. La semana pasada terminamos la meditación sobre el llamado discurso del Pan de vida, del capítulo 6 de Juan. Hoy el texto evangélico nos habla de la reacción que tuvieron los discípulos al escuchar este discurso. Antes de entrar en este punto quiero hacer una aclaración que me han pedido en Facebook, en los comentarios a mis homilías de estos últimos domingos. Una pregunta que me hacen es si el pan de vida del que trata el discurso se refiere a la eucaristía o al modo y compromiso de vida de Jesús.  Esas dudas son normales y creo que son efecto de catequesis incompletas que hemos recibido a lo largo de nuestra historia personal en la Iglesia. Por decirlo de manera breve: la Eucaristía y el compromiso con la forma de vida de Jesús son inseparables. Lo que pasa es que se nos solía presentar la Eucaristía —y quizás todavía se hace— como si se tratara de un rito, o sacramento, aislado del contexto de lo que fue la vida y el compromiso histórico de Jesús, como algo que él hubiera imaginado para dejarnos una medicina del alma, un apoyo para nuestra vida religiosa, como parte de una herencia para cumplir en una supuesta religión que él hubiera querido fundar. Pero esto es una distorsión institucional posterior. Ni Jesús pretendió fundar una religión ni, menos aún, construyó un aparato institucional y ritual para que fuera luego asumido por sus seguidores. Las primeras comunidades y luego Pablo y las que funda elaboran bastante, inspirados en la Buena Nueva y el recuerdo del Maestro, una serie de respuestas a las necesidades  que se les iban presentando en circunstancias nuevas.  De ahí van surgiendo prácticas institucionalizadas, por decirlo así, de los ritos bautismales y de la celebración de la Cena del Señor. Pero no pretendía ser ese conjunto institucional,  una sustitución o cambio de instituciones judías por unas nuevas, cristianas. En el caso de la Eucaristía, las primeras comunidades lo celebran de manera muy viva y fecunda “en memoria de Él”. De ahí que, posteriormente, se nos torne incomprensible hoy, pienso, algo tan raro como llegar a verla como un rito del que hay que participar obligatoriamente bajo pecado mortal. Aunque esto requiere una explicación un poco más detallada, por ahora, recordemos solo dos cosas. 1ª El evangelio de Juan se escribe, muchas décadas después de la muerte de Jesús, en comunidades donde ya se había producido la separación entre la Iglesia y la Sinagoga y se están produciendo muchos ataques de los judíos a los cristianos que se separan. Entonces la primera intención de Juan con el discurso del Pan de Vida, es aprovechar un episodio histórico de Jesús, que no tiene que ver originalmente con la Eucaristía, y que pretendía poner a Jesús como pan del cielo, superior a Moisés que dio el maná, y a la Ley como pan de Dios. 2ª Sin embargo, en las comunidades donde se escribe el evangelio, ya se practicaba la tradición de la Cena del Señor y se iba interpretando como un signo, una acción profética de todo lo que fue la vida y muerte de Jesús. Participar en el rito eucarístico, entonces, se entiende como la aceptación del modo de vida y entrega de Jesús  hasta la muerte, se renueva cada vez la nueva Alianza, el pacto y compromiso de identificarse con la vida y muerte de quien siendo “su Señor y maestro” no duda en lavar los pies de los discípulos para subrayar el sentido profundo de la Cena como signo de solidaridad y servicio. Más que quedarse en la recepción del pan y el vino consagrados, se entiende que esta recepción significa que en el fondo se está “comiendo” “asimilando” el compromiso de amor, de entrega, del propio Jesús y nos está asimilando, identificando con él. Asistir a la eucaristía sin entender esta relación entre el signo sacramental y la realidad de lo que fue la vida y muerte de Jesús es perderse el sentido, de la eucaristía.
  2. Esta misma aclaración ayuda a entender la reacción de muchos, quizás de la mayoría, de los discípulos que deciden abandonar a Jesús porque les resultan muy duras sus palabras, como lo narra el texto de hoy. No pueden aceptar la opción y vinculación con un modo de vida con un Mesías que viene para servir a los demás, para comunicar vida plena a todos los hombres y mujeres, llegando incluso hasta la muerte por realizar este servicio. La mayoría de los que seguían a Jesús hasta ese momento pensaban en un Mesías, al que querían proclamar rey, con poder y que les diera también a ellos poder. Todo contrario del amor desinteresado que propone Jesús. Ya en muchos se dio una primera crisis, tras la multiplicación de los panes, tras el rechazo de Jesús de que quisieran proclamarlo Mesías - rey. Ahora se presenta una segunda crisis más fuerte que afecta a la mayor parte de sus seguidores aue deciden abandonarlo.
  3. Los mejores estudios que he visto de este capítulo 6 de san Juan dejan claro que todo en él gira en torno a la oposición entre lo que llama “carne” y “espíritu”. Es decir, entre dos concepciones del ser humano, del hombre y, por tanto, dos concepciones de Jesús, el hijo del hombre, de su misión y, por tanto, de la de sus seguidores. Vivir según la “carne” en este caso, significa estar centrado en una visión materialista, presa de la debilidad de la “carne”, es decir, de la actual condición humana. Para esa visión, entre otras cosas, se entiende el poder como dominación de los demás, y esto se refleja en la manera de llevar  la política los gobiernos, pero también puede reflejarse en la manera de entender las jerarquías eclesiásticas y en el papel de las religiones. De estas cosas hemos visto lamentables muestras en la campaña electoral pasada. Pero esa concepción egocentrada, codiciosa, prepotente, puede reflejarse también, no solo en el mundo de la política, sino también en la familia, en empresas, en sindicatos… Si nos matriculamos en esa línea de visión y aspiraciones, nos pasará como a la mayoría de los discípulos de entonces, incapaces de entender y menos de aceptar las palabras, la práctica y el compromiso de Jesús.
  4. La opción por la vida según el Espíritu, por el contrario, quiere decir optar por el tipo de vida de Jesús, en sentido profundo, una forma de vida que quiere ir creciendo de forma libre, en el servicio para que todos y todas podamos ir alcanzando la plenitud de vida humana. Significa aceptar que si venimos a la Eucaristía cada domingo es para renovar y mantener viva esta opción por la vida en el Espíritu, como la manifestó  ese tal Jesús de Nazaret, sí, —para escándalo de muchos— el carpintero, el hijo e José y de María. Es una opción que se nos ofrece, pero para que la aceptemos o no libremente. Ω

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