Lect.: Amós 7:12-15; Efesios 1:3-14; Marcos 6:7-13
- Lo hemos visto y reflexionado muchas veces: lo que Jesús de Nazaret tuvo como centro de su vida y misión, fue la proclamación de una renovada forma de convivir y de relacionarnos los seres humanos,a la que él llamaba el reino o reinado de Diosy que él anunciaba que ya estaba en medio de nosotros. A diferencia de lo que muchas veces se difunde incluso en nuestros medios católicos y cristianos, eso quiere decir que lo central para Jesús no era la presentación de una doctrina filosófica o teológica que diera lugar a una escuela de seguidores, estudiosos, académicos. Y tampoco apuntaba Jesús a fundar una institución u organización a la que invitara a formar parte y para lo cual se requiriera un complejo procedimiento administrativo. En fin, aunque a algunos pueda sonar un tanto raro, tampoco buscaba fundar una nueva religión, que compitiera con la judía y con otras tradiciones. Por decirlo de una manera simplificada y breve, lo que él veía detrás de su experiencia del reinado de Dios en su propia vida, era quede esa experiencia se generaba una manera servicial, solidaria, amorosa de tratarnos los seres humanos en todos los ámbitos de la vida, y en cualesquiera que fueran las circunstancias que nos tocara vivir. Y con la Buena Noticia anunciaba que esa renovada forma de convivir y relacionarnos los humanos era para todos, porque no se trata de una verdad o creencia de carácter confesional, sino de un descubrimiento de lo que es la plenitud de vida a la que estamos llamados todos los hombres y mujeres sin distinción.
- Con esta visión y experiencia de vida de Jesús como encuadre, se entiende el pasaje que nos relata Marcos hoy. Tras la experiencia negativa en su pueblo de origen, —que veíamos el domingo pasado—, cuando sus viejos vecinos y conocidos y sus propios familiares se resistieron a reconocer lo que pudiera enseñar un simple carpintero, no tanto, probablemente, porque no fuera clérigo sino laico. Más bien por provenir de una clase social baja y, por tanto sin educación. Entonces decide escoger y llamar a unos colaboradores para fortalecer su misión, pero los llama no porque contaran con una gran formación para enseñar o predicar sino, más bien, porque aceptaran vivir como él vivía, con los rasgos que caracterizan en su propia vida esa forma renovada de convivencia humana. A estos colaboradores los va a enviar a anunciar la Buena Nueva pero a anunciarla con su propia vida. Es la forma de presentarse lo que va a ser clave para la misión. Y el primer rasgoque deben de asumir es el de que el anuncio del reino lo hagan, de dos en dos, una manera de expresar que privilegia el carácter comunitario del anuncio. No es la figura protagónica de un misionero, sino la comunidad que vive de una manera nueva sus relaciones mutuas, la que mejor proclama la presencia de Dios en la vida humana. Es esa forma de vida la que tiene poder de desterrar los “espíritus inmundos”, es decir, en lenguaje de la época, lo que hoy llamaríamos las distorsiones del comportamiento humano, el egoísmo, la violencia, la corrupción, la destrucción del habitat de la vida … A estos rasgos se unen la propuesta de una vida sencilla, sin tendencias a la acumulación, sin apegos que impidan el compartir con quienes tienen necesidad,… Y finalmente, la actitud permanente de contribuir a la salud, a la sanación de todos los males que afectan corporal o psicológicamente a muchas personas.
- Nos ha tocado vivir veintiún siglos después de que Jesús despertara ese movimiento en los pueblos de Palestina. A tanta distancia temporal en más de una ocasión nos hemos creído, más bien, que el seguimiento y la participación en la misión de Jesús consiste en una incorporación institucional a la Iglesia, o en la vinculación doctrinal con sus enseñanzas. Este texto de Marcos nos permite refrescar lo que fue la experiencia de las primeras comunidades: que la manera de proclamar la Buena Noticia del Reino como una forma de convivir y relacionarnos los seres humanos, se transmite precisa y coherentemente por medio de esa misma práctica renovada de nuestra forma de convivir. Esa práctica de nuevas formas de relacionarnos, más profundamente humanas, es lo que nos hace verdaderos miembros discípulos de Jesús y es, al mismo tiempo, lo que mejor anuncia el evangelio, la Buena Noticia sobre la vida humana, a quienes no han tenido oportunidad de conocerlo.Ω
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