Lect.: Hechos 10:25-26, 34-35, 44-48; I Juan 4:7-10; Juan 15:9-17
- El domingo pasado, a partir de la imagen de la vid, la planta de la uva, se nos transmitía un mensaje sobre la relación vital íntimaque Juan ve entre Jesús y los discípulos. De allí se desprende, decíamos, que Juan ve a cada uno de nosotros, discípulos, no como seguidores o beneficiarios, sino como participantes y coautores de la actividad misma del Hijo, porque participamos también de la vida de aquel con quienes somos uno solo. Y hay bastante diferencia entre vernos de una u otra manera, para efectos del tipo de espiritualidad y práctica de vida cristiana que se deriva de la manera como entendemos lo que es el discipulado Por poner un solo ejemplo, es difícil pensar que si uno se entiende de manera predominante como destinatariode beneficios de Dios, no se está colocando en una posición interesada, dominada por un ego centrismo. Por el contrario, un “participante” y “coautor” de la actividad del Hijo, —un sarmiento, o rama, que se alimenta de la misma savia vital que la cepa de la vid— tiene que estar conducido por la misma dinámica de entrega y servicio de Jesús.
- En el texto de hoy, se profundiza el tema pero saltando del lenguaje metafórico, comparativo con la vid y los sarmientos, al plano de las relaciones reales. Y la afirmación de Juan sobre la naturaleza de las relaciones de Jesús con nosotros, es rotunda: en este plano de la unión entre Jesús y la comunidad de los discípulos, en la vida real, lo que Jesús quiere es que rijan las relaciones de amistad. Con esa perspectiva se superan las relaciones entre señor y siervo,e incluso entre maestro y discípulo, tan frecuentes en muchas prácticas de oración. No es accidental que se utilicen unas u otras expresiones. Verse predominantemente como siervo y discípulo, y a Dios, en Cristo, como Señor, son formas que están contaminadas siempre por alguna forma de relación de superioridad - inferioridad, dominación y subordinación. La figura del propio Jesús, y más aún la del padre, se conciben según una matriz de autoridad jerárquica, propia de sociedades humanas, donde las virtudes principales son de sumisión y obediencia, e incluso de miedo. Al reafirmar el enfoque de amistad, en cambio, se pasa ahora a un plano en el que las relaciones son de confianza, de equidistancia, cercanía, de conocimiento compartido, de mutua donación de la viday, aún más, de donación del Espírituque es el principio de fuerza para transformar la propia vida y la sociedad en que se vive. Con esta perspectiva que inaugura Jesús en la relación con sus discípulos, se dibuja el perfil del discípulo, participante y coautor de la actividad de Jesús, como el perfil de un hombre o una mujer, psicológica y espiritualmente mayor de edad, adulta, autónoma, librey no como el perfil de un seguidor eternamente infantilizado y practicante rutinario de una masa religiosa.
- Hay otra razón por la que es importante poner atención a esta descripción de la relación con Jesús en términos de amistad. Los rasgos de la relación entre buenos amigos son los que dan contenido concreto al amordel que tanto se habla en este discurso de la cena del Señor, y que sintetiza el mandamiento que Jesús da a su comunidad. Con demasiada frecuencia, la palabra amor se ha banalizado, o se ha elevado a un nivel genérico casi abstracto y, así, ha perdido su fuerza. Incluso cuando hablamos del amor como mandamiento supremo de la vida cristiana, —del que dependen todo los demás— no es raro que lo estemos entendiendo, por un lado, como si se tratara de un mero sentimiento de afecto, a veces con tintes casi románticos. O, por otro lado, que se le reduzca a una actitud de buena convivencia social que se traduce simplemente en prácticas de respeto, de tolerancia, de ser “buena gente” con los demás, de saber coexistir con todos. Pero en este contexto evangélico joánico,con los rasgos que hemos visto, lo que Juan llama amor, —sin negar que los sentimientos, la sensibilidad y la afectividad estén implicados—, es una posición activa, una disposición decididaparaparticipar en la misión creadora de Jesús de generar hombres y mujeres nuevos.En el contexto de Jesús, su amor sin límites buscaba liberar al pueblo de la opresiónde la Ley judía y del Templo; y ayudaba a abrir los ojos de los que vivían “ciegos” en esclavitud de siglos y no se daban cuenta sin darse cuenta de lo que padecían. Intentando traducirlo en nuestro siglo, se trataría hoy de ayudar a superar toda forma de opresión y toda forma de ceguera para entender lo que nos impiden crecer humanamente.
- Amar, para este evangelio es, entonces recreara los seres humanos. Por eso todo el evangelio de Juan está estructurado en torno a siete días de una nueva creación. El propósito de la misión de Jesús no es otro que llevar a cabo la recreación del ser humano, parahacer hombres y mujeres adultos, libres y responsables, animados por el mismo Espíritu de Dios, que reproducen la imagen y semejanza de Dios en medio delmundo. Es por medio de esta práctica del amor, así entendido, que se realiza lo que en la tradición cristiana llamamos la salvaciónde la humanidad
- La práctica de este amor, definido con todos los rasgos de una buena amistad, generosa e incondicional, es el fruto que se pide que demos, como respuesta a la gracia de la amistad que recibimos del Padre por medio de Jesucristo. Y es una práctica que se supone que empieza dentro de la comunidad eclesialsi esta pretende ser creíble en su proyección hacia el resto de la sociedad de la que forma parte. Pero, lo que empieza en la comunidad no debe permanecer encerrada en los límites de sí misma. De hecho, puede pensarse que en la medida en que los discípulos, vivamos al interior mismo de la comunidad de la Iglesia, esas formas maduras de relaciones humanas, que concretan la amistad, el amor, y que nos hacen libres, creativos y maduros, al modo como el propio Jesús lo vivió con sus discípulos, la dinámica de esas mismas relaciones nos llevarán trascender esos límites y a llevar esa liberación a la sociedad entera. No puede ignorarse, sin embargo, que queda planteada la pregunta sobre la posibilidad de realizar este ideal comunitario, de relaciones de amor – amistad, al interior de iglesias que se han configurado por siglos con la marca de sociedades altamente jerarquizadas.Ω
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