Lect.: Hechos 2:1-11; I Corintios 12:3-7, 12-13; Juan 20:19-23
- Ya hemos hablado en domingos anteriores acerca de cómo, en los evangelios, a veces encontramos relatos con datos muy distintos de un mismo acontecimiento y hemos explicado, al menos, de forma breve, cómo eso no significa contradicción porque los autores no pretenden darnos una narración o crónica histórica sino transmitir la verdad de un mensaje. Así dos relatos de un mismo acontecimiento pueden comunicar dos perspectivas distintas para recalcar aspectos distintos importantes de un mensaje. Hoy, precisamente, tenemos en las lecturas un buen ejemplo que ilustra esta práctica, al brindarnos dos versiones diferentes, que hasta parecen contradecirse, sobre el acontecimiento en el que los apóstoles reciben el don del Espíritu Santo. Uno de los relatos, el de Lucas, en el libro de los Hechos y el otro, en el capítulo 20 del evangelio de Juan. Todavía algunas personas podrían preguntarse, ¿cuál es el relato verdadero sobre el don del Espíritu, o venida del Espíritu Santo,como suele denominarse este acontecimiento? Es un caso para aplicar lo ya dicho. No se trata de una narración histórica de un hecho, sino de un mensaje que transmite una verdad central para la vida cristiana. Por eso, es erróneo preguntarse cuál de los dos es el verdadero acontecimiento histórico. La pregunta, más bien, debe de ser, ¿Cuál es la verdad del mensaje que quiere transmitir Lucas y cuál la que comunica Juan?
- Aunque creo que nunca hemos explicado aquí en detalle, —porque una homilía no es el lugar para hacerlo, solo lo he mencionado de paso—, hay que saber que el evangelio de Juan es un libro que está estructurado no con la intención histórico narrativa, sino con un propósito teológico. Como lo han señalado estudiosos bíblicos, “No es una biografía de Jesús. ni siquiera un resumen de su vida, sino una interpretación de su persona y obra, hecha por una comunidad comunidad a través de su experiencia de fe.” Y las dos líneas que estructuran todas sus páginas son el tema de la creación y el de la Pascua - Alianza. Todala vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret culminan la creación del ser humano. La culminan al comunicarle el Espíritu de vida que supera la muerte definitiva, que lo transforma de “hombre - carne”, en “hombre - espíritu”, hijo de Dios que participa de la vida divina.
- Esta “nueva creación” o, mejor, plenitud de la creación, se inicia en el día mismo de la resurrección y, por eso, Juan incluye en un solo relato, junto a la resurrección, el don del Espíritu Santo a los discípulos, como acontecimientos que sucedieron ese mismo día de Pascua, y no cincuenta días después. Mientras que Lucas, con su relato tan conocido, que hemos leído hoy en la liturgia como 1ª lectura, enfatiza la idea de la universalidad del mensaje evangélico, para todos los pueblos, y de ahí todos los símbolos empleados: las lenguas de fuego, la predicación a gentes de muy diversas lenguas que los entienden aunque ellos solo hablan su propio idioma, como galileos. Esta no es la perspectiva de Juan, quien subraya que el don del Espíritu Santo es el sello, por así decirlo, la culminación de la creaciónque Dios para la humanidad. Es decir, con la entrega del don del Espíritu culmina la nueva creación, se completa una nueva condición humana que nos transforma a todos, que nos permite vivir una vida animada por la esperanza y no por el sentimiento de derrota bajo la opresión de sistemas de injusticia y pecado. La intención específica del evangelista respecto al sentido del don del Espíritu puede apreciarse en el uso de la palabra que utiliza Juan para hablar de ese don. Juan dice que Jesús sopló, sobre sus discípulos, exhaló su aliento. Todos podemos recordar el relato del Génesis Gn 2,7, donde se usa la misma palabra. “Entonces,—dice el texto que narra la creación—, el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y soplóen su nariz un aliento de vida.Así el hombre se convirtió en un ser viviente.” En el Génesis con aquel soplo se convirtió el ser humano material, de barro, en ser viviente. En el evangelio de Juan, por su parte, con el soplo divino los discípulos adquieren vida plena, como hijos de Dios, se hacen semejantes a Dios que es espíritu, ahora los hijos no son meras criaturas materiales, son también espíritu.
- ¿Cuál es la característica de esa nueva condición humana? Al nacer del Espíritu de Dios el ser humano es también espíritu, está capacitado para “actuar como hijo de Dios”. Esta nueva condición humana es la que nos permite realizar la misma misión de Jesús de Nazaret, el Hijo primogénito de Diosque consiste en dar testimonio en favor de la verdad de la vida y la existencia humana (18,37), manifestando esa verdad con obras (5,36) Aquí culmina la obra creadora al darnos el Espíritu, y con él la capacidad de amar hasta el extremo, como Jesús de Nazaret.Con este don del Espíritu el ser humano puede superar la condición de “carne” (3,6), es decir, la condición débil y transitoria, en la medida en que esa “carne” queda asumida y transformada por el Espíritu, por la fuerza divina que nos habita. Pero, sobre todo, capacita al hombre para darse generosamente a los demás, como Jesús. Es lo que lo libera del pecado del mundo, lo saca de la esfera de la opresión, del dominiodel sistema de injusticia político - religioso en que vivía. Aunque siga inmerso en el mundo, ya no es del mundo, y el Espíritu es garantía de esperanza. La experiencia de vida que da el Espíritu es, por eso, la verdad que lo hace libre (8,31-32), sobre todo dándole la experiencia de la persona de Dios como Padre (10,30; 17,6) y la capacidad de amar con un amor como el Jesús. Esto da confianza en el valor salvífico incluso del menor de los actos hechos por amor.
- El don del Espíritu que celebramos en esta fiesta de Pentecostés no es, pues, como a veces se piensa, un simple hecho milagroso que nos capacita para hacer hechos portentosos, como el “hablar en lenguas”. o para recibir revelaciones o profetizar entendido como “adivinar”. Tampoco es un acontecimiento puntual, con fecha, que tiene lugar en un momento determinado, para el que hay que prepararse. Es un don que ya tuvo lugar y que garantiza que un proceso de recreación de la humanidad, está en marcha en cada uno de nosotros.Nos libera de las limitaciones y nos recrea en nuestra capacidad de amar, al trascender nuestra limitación material, y unificarnos por ese Espíritu, en un mismo cuerpo. Como lo recuerda la 2ª lectura, de Pablo a los Corintios, somos como miembros de un mismo cuerpo, y las manifestaciones del espíritu se dan en cada uno para el provecho común. En otras palabras, no podemos subvalorar lo que somos y hacemos porque se nos ha dado la capacidad para poder construir comunión, comunidad verdadera, compartiendo lo que somos y tenemos y nuestra propia vida con los demás. Celebrar este acontecimiento transformador nos compromete a asumir con alegría esta misión de Jesús.Ω
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