Lect.: Levítico 13:1-2, 44-46; I Corintios
10:31--11:1; Marcos 1:40-45
- El domingo pasado hacíamos ver cómo la misma redacción de los evangelios está influida por la visión que otros pueblos de la época —como egipcios y griegos—tenían de la vida humana como de un escenario, en el que espíritus de ese mundo invisible incidían en hombres y mujeres y algunos de esos espíritus eran responsables de males, incluso de eventos naturales, que nos afectaban a los humanos. Hoy el texto nos nos hace ver cómo Israel también fue influido por esos otros pueblos en su manera de discriminar alimentos, animales y personas, clasificándolos en puros e impuros. Y cómo, en el caso de las personas, ser clasificado de esa manera conducía a su inmediata expulsión de la sociedad religiosa y civil. Tanto en la lectura del domingo pasado, y sobre todo en la del actual, nos presenta a Jesús enfrentando y empezando a desmantelar esa visión discriminatoria que, con una egoísta y cómoda visión, clasifica a las personas en puras e impuras, en buenas y malas y, lo peor de todo, cómo dicha visión excluía de los beneficios de vivir en la comunidad humana a quienes tachaban negativamente. No solo los catalogados como “leprosos” no podían vivir en las ciudades, sino que tenían que ver cómo se las arreglaban para sobrevivir, sin esperar ayuda de los demás. El contacto con ellos hacía también “impuras” a las personas que se les acercaban
- No podemos equivocarnos al leer este evangelio. Marcos no está hablando principalmente del problema de las enfermedades de la piel. Está hablando del problema de fondo ya mencionado: la discriminación y la exclusión de las ventajas de vivir integrado socialmente. Por eso Jesús, no se conforma con declararlo “limpio”, sino que le manda ir a presentarse al sacerdote y a presentar su ofrenda, porque de esto dependía que pudiera ser “oficialmente” reconocido de nuevo como “puro” y reintegrado a la vida común del pueblo judío. Al colocar el evangelista también este episodio en el inicio de la misión de Jesús, quiere llamar nuestra atención sobre cómo ya desde sus primeros pasos, Jesús va a pisar terreno de conflicto con los maestros de la ley y con el grupo considerado más religioso en la época, el de los fariseos. Unos y otros, habían hecho de la religión “cordón sanitario para expulsar a los "distintos”. Jesús, en cambio, rechaza toda forma de discriminación, de degradación y de sometimiento a los grupos de personas socialmente vulnerables.
- No podía actuar de otra manera. El Hijo del Hombre había venido a anunciar y a iniciar el reinado de Dios. Este no era otra cosa sino una nueva forma de convivencia humana, en la que no caben las exclusiones, en la que todos, igualmente pecadores, somos igualmente aceptados porque nuestra existencia y nuestra condición humana son fruto de la gratuidad, de la gracia de Dios. Delante de esta gratuidad divina, nadie puede presumir de una cualidad superior a la de otros y, menos aún, hacerlo para despojar a los otros, a los “distintos”, de ningún derecho o beneficio. Jesús rescata a su pueblo de las influencias de tradiciones negativas de otros pueblos primitivos, para ofrecerle incorporarse a la “nueva Alianza”, en ese reino de gracia. Lo que ahora vale, no es “lo que viene del exterior”, ni las “apariencias”, ni los efectos de “clasificaciones humanas”, sino lo que procede del corazón, de la libre voluntad y conciencia de cada uno, como lo veremos de forma más explícita en otra controversia más amplia con los maestros de la ley en el capítulo 7 del mismo evangelio. Pero este esfuerzo por rescatar a los excluidos tiene su costo, él mismo se hace, —para los adversarios— impuro y, en adelante, continuarán los fariseos y maestros de la ley acechándolo hasta el punto de que ya no puede entrar abiertamente en las ciudades sino que ha de habitar en despoblado (Mc 1:45). Al final, correrá la misma suerte de los leprosos y otros “impuros”: será echado fuera de Jerusalén, donde le crucificarán.
- A la luz de esta perspectiva del evangelista Marcos, uno tiene que sentirse desconcertado con lo que pasa ahora en Costa Rica. En ámbitos que se dicen “cristianos” sigue sobreviviendo esa actitud de hacer de la religión un “cordón sanitario para expulsar a los "distintos”. Una línea divisoria entre puros e impuros, entre salvados y no salvados. La actitud que subyace al intento de privar de sus derechos a algunos sectores, —como la población LGTBI— e incluso a establecer esta concepción discriminatoria en el ámbito de las estructuras políticas. Como lo analizan los estudiosos bíblicos, el texto de hoy de Marcos se dirige, no solo a los marginados, para que experimenten la compasión de Jesús, que es la de Dios, sino también a aquellas comunidades que aíslan a parte de sus miembros. Para que esas comunidades y sus dirigentes recapaciten y vuelvan a abrirse la integración de todos. No es difícil reconocer en el trasfondo de este episodio la advertencia que se había hecho a los responsables de Israel que ni aceptaron a Jesús ni reconocieron los signos de su misión divina.Ω
Hermosa interpretación del texto bíblico y es hermosa por las propias palabras del evangelio que no excluye a nadie en su época y tiene tanta validez con lo que está sucediendo en nuestro sistema social y político y hasta religioso. Debemos reconocer que la gracia, gratuidad divina, es de Dios para todos los hombres y no excluye a nadie.
ResponderBorrarHermosa interpretación del texto bíblico y es hermosa por las propias palabras del evangelio que no excluye a nadie en su época y tiene tanta validez con lo que está sucediendo en nuestro sistema social y político y hasta religioso. Debemos reconocer que la gracia, gratuidad divina, es de Dios para todos los hombres y no excluye a nadie.
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