Lect: Génesis 22:1-2, 9-13, 15-18; Salmo
116:10, 15-19; Romanos 8:31-34; Marcos 9:2-10
- A nivel nacional, e imagino que esto se refleja también a nivel más local, de organizaciones e incluso de familias, Costa Rica se encuentra en una encrucijada, quizás la más difícil en muchas décadas. No es este el lugar para analizarla, —lo haré en otro espacio y otros mejores especialistas lo están haciendo ya estos días. Sin embargo, en una reflexión que quiere contribuir a presentar el mensaje de la Palabra en la Eucaristía dominical no se puede prescindir de la mención, al menos de esa situación política - religiosa en que nos encontramos, sobre todo para preguntarnos qué inspiración nos dan los textos de hoy para enfrentar lo que a muchos nos puede estar produciendo una crisis interior, no solo de pensamiento sino, sobre todo, espiritual.
- Justamente nos encontramos en el camino de la Cuaresma, entendido tradicionalmente como un camino, pedagógico en la practica litúrgica, de redescubrimiento de nosotros mismos, de lo que somos, experimentándonos en nuestro nivel más profundo, y del punto de nuestro crecimiento o involución en que nos encontramos, y en qué medida debemos “convertirnos”, es decir, cambiar de mentalidad y volver sobre nuestros pasos o, más bien rectificar para avanzar con más acierto hacia la Pascua de nuestra Resurrección. Esto es la vida cristiana como una vida espiritual, un descubrimiento de lo que el ser humano es, de lo que soy yo de lo que es cada uno de nosotros, como base para enfrentar los altos y bajos de la vida cotidiana.
- El paso inicial que dimos el primer domingo de Cuaresma, —recordando las tentaciones que asaltaron a Jesús a lo largo de su vida, nos inspiraron a crecer en la confianza en que podemos superar las “fuerzas demoniacas”, que son las expresiones simbólicas que usa el evangelista para referirse a esas fuerzas o impulsos que, dentro de nosotros, nos seducen para optar por una forma de vida orientada de forma muy distinta, incluso opuesta a la que elige Jesús. Al verlo a él venciendo esas “fuerzas” se nos reveló en su actitud y determinación, como “hijo del Hombre”, hombre pleno, con las capacidades que hay en nosotros las y los humanos.
- Hoy, el mensaje de la Cuaresma da un segundo paso. Pasa a enfatizar en qué consiste nuestra realidad profunda, la que nos permite ser fieles a seguir el camino que nos realiza, el camino como el que escogió Jesús. Esa realidad profunda se transparenta, y el relator lo simboliza con un fenómeno llamado habitualmente transfiguración, fenómeno de brillo en las vestiduras y, sobre todo, en el rostro, como le pasó a Moisés en el Sinaí. Es el símbolo con el que la tradición judaica quiere expresar la transformación que tiene un ser humano cuando experimenta la presencia de Dios en la oración pero también en las actividades mundanas.
- Para Marcos, esa es su intención, en Jesús como revelación de lo que es el ser humano pleno, el hijo del hombre, esta transfiguración es una de las confirmaciones de fe que nos iluminan y que nos ayuda a aceptar la cotidianeidad de dificultades por las que tenemos normalmente que atravesar, pero sabiendo que en esas dificultades también contamos con la fuerza de la divinidad. Nos quiere anunciar que las dificultades, las incertidumbres, las incomprensiones e incluso el martirio, como en el caso de Jesús, no definen la dinámica dominante de nuestra vida, como tampoco con la muerte se acaba todo. Nuestro fin último es la resurrección, el alcanzar la experiencia plena del cara a cara con lo que uno es y con el Padre Dios, de quien somos imagen y semejanza. Cada una de esas experiencias de resurrección, de vida nueva forman parte de lo que Marcos llama el reinado de Dios, y que ya está dentro, en medio, de nosotros.
- La figura de Pedro en este relato es interesante. Como en muchos otros episodios de los evangelios, es presentado en su debilidad y torpeza. Asustado bastante con la perspectiva que le espera a su Maestro, —y probablemente asustado también porque ese puede ser su propio destino— quiere aferrarse a ese momento de revelación y gozo que están teniendo con Jesús. Muestra nuestra fragilidad humana, pese a la cual Jesús lo ha elegido. No es para nada el apóstol como“dirigente fuerte” que algunas denominaciones evangélicas neopentecostales de moda en la presenta campaña política, pretenden colocar por encima de “los de a pie”, y que quieren colocar por encima de toda crítica. Pedro, tan humano como cualquiera de nosotros, como nosotros con fe imperfecta, debe aprender que esa experiencia de transfiguración, de revelación, no es el signo de haber alcanzado ya la plenitud, sino el apoyo para seguir adelante. En ese sentido cualquiera de nosotros debe disponerse para recibir esas confirmaciones iluminadoras de fe. A todos nosotros nos es posible vivir esas experiencias de “cielo”, de “reinado de Dios”, cuando nos dejamos tocar a fondo por la alegría que da la unión de amor con Jesús y los hermanos y hermanas.
- Solo una nota final: este es uno de los tantos textos que las lecturas literalistas, fundamentalistas dañan porque son incapaces de captar su sentido profundo, traspasando su simbolismo y se quedan, en este caso, en la credulidad que no ve en el suceso más que una especie de espectáculo celestial de luz y sonido.Ω
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