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32º domingo t.o.: Vivir despiertos

Lect.: Sabiduría 6:12-16; I Tesalonicenses 4:13-18; Mateo 25:1-13

  1. Al acercarnos al final del año litúrgico, y de la lectura del evangelio de Mateo, este evangelista nos propone  un tema clave para la espiritualidad evangélica, el tema de la vigilancia y lo ilustra con tres parábolas; una, sobre el dueño de casa preparado por si llega un ladrón (24, 42 - 44), la segunda sobre el administrador al que el señor durante su ausencia encarga el cuidado de sus bienes y empleados (24, 45 51), y la parábola de hoy, sobre las muchachas que formarían la comitiva nupcial para acompañar al novio a casa de la novia (25, 1 13).  En los evangelios y en las cartas de Pablo, a veces se usa el término vigilar y, a veces, estar en vela, o estar despierto. Sea cual sea la palabra de entonces, se refiere a un tema central, básico para vivir la vida cristiana, que hoy podríamos enunciar como: la actitud de vivir con plena conciencia cada momento de nuestra vida, no vivir superficialmente, dejando que los acontecimientos nos caigan encima o nos pasen por delante.  En parte esta actitud de vivir despierto,  es parte de ese concepto de sabiduría del que nos habla la 1ª lectura de hoy.
  2. ¿Vivir con plena conciencia de qué? A lo largo de la historia en las iglesias se le ha dado diversos sentidos a esta llamada de Jesús a estar despiertos, conscientes. Quizás Uds. lo han oído más veces referido a estar preparados para la “segunda venida” o para el “juicio final”. Incluso acompañado de tonos amenazadores.  Sin embargo, probablemente, el sentido original que tenía en labios de Jesús era otro. Como se ve más claramente en la parábola de hoy, usar el símbolo de una comitiva de bodas con las diez muchachas,  se trata de una toma de conciencia que produce gran alegría. Se trata de estar alerta, despierto, consciente de que cada momento de nuestra vida puede ser un momento de mucho disfrute, porque es el momento del encuentro de Dios con cada uno de nosotros, es la llegada del reino de Dios a nuestra vida. Por eso, cuando con estas parábolas se nos llama a estar vigilantes, a estar despiertos, se trata de una llamada a  que vivamos desarrollando una actitud vital para descubrir ese hecho que nos provoca gran alegría: el encuentro con el Dios del amor en cada situación. el que no esté preparado se puede perder este momento único de alegría!
  Porque cada momento de nuestra vida es un momento irrepetible que no hay que desaprovechar para encontrar a Dios al encontrarse a uno mismo. Es como una fiesta de bodas, según la parábola de hoy.
  • Cuando vivimos vigilantes, despiertos, conscientes, es cuando nos conocemos a nosotros mismos y podemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad ante nuestros semejantes (24, 45-51), porque tenemos los ojos abiertos para reconocer nuestros lazos profundos de fraternidad; es cuando podemos capacitarnos para utilizar los talentos recibidos (25, 15-23) porque nos reconocemos como meros administradores de nuestras mejores cualidades y de lo que continuamente heredamos y recibimos de nuestros familiares y de muchas otras personas; estar despiertos nos permite amar a los hermanos más humildes, marginados, excluidos (25, 31-43) porque nos reconocemos en sus propios rostros, en sus necesidades y sufrimientos. En definitiva, «vigilar», vivir nuestra vida con conciencia, vivir “sabiamente”, para el evangelio  implica una relación con el Cristo viviente, del que formamos parte, y al que estamos llamados a continuar haciendo presente en todos los ámbitos de la sociedad. Frente a los riesgos de superficialidad que caracterizan a tantas actividades, publicaciones, espectáculos y actitudes del mundo actual, la celebración eucarística vivida en serio y no por rutina también  nos permite blindarnos con una actitud de vigilancia y conciencia.Ω

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