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Mostrando las entradas de mayo, 2016

Fiesta del Corpus Christi

Lect.: Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17 Es tan central la Eucaristía a nuestra vida cristiana, que no es fácil plantear críticas a formas como hemos acabado celebrando el sacramento en nuestro tiempo, —y ya desde hace décadas. No es fácil porque es muy posible que lo que se diga como crítica a las formas se interprete como irreverencia a la propia eucaristía. (Cuando en realidad las críticas surgen de un deseo de mayor fidelidad). En todo caso, de ahí la tentación de repetir “más de lo mismo” en las predicaciones sobre el tema y de utilizar solo frases piadosas que no escandalizan, —pero que tampoco abren camino a una renovación evangélica profunda de la vivencia de la Cena del Señor. El tema es tan delicado que para la reflexión que voy a hacer prefiero no expresar mis propias ideas. Voy a   utilizar las exposiciones muy fundamentadas de dos teólogos y predicadores de la Orden Dominicana. Uno de ellos, fray Marcos, ya lo he citado hace pocas semanas, en

Fiesta de la Trinidad

Lect.: Proverbios 8:22-31; Romanos 5:1-5; Juan 16:12-15 Hasta hace poco tiempo, cuando proclamábamos nuestra fe en misa, después de las lecturas y la homilía, utilizando una muy antigua fórmula del Credo, redactada por dos concilios del siglo IV. repetíamos una serie de frases y conceptos que, —hay que reconocerlo– no entendíamos fácilmente: Engendrado, no creado, consustancial, de la misma naturaleza, … luz de luz, … Era un esfuerzo por expresar la fe en el Dios cristiano usando conceptos de la filosofía griega. Era otra época y otra cultura. Pero no se trata de concluir, con esto, que habría que sustituir esas expresiones con otras especulaciones filosóficas, con conceptos de corrientes de pensamiento más actuales.   Ya desde el siglo XIII un gran santo y gran teólogo, Tomás de Aquino, con todo y sus ejercicios académicos, dijo con claridad que de Dios más bien sabemos lo que no es que lo que es . Las y los cristianos no tenemos, pues, por delante un reto de carácter intelect

Pentecostés

Lect.: Hechos 2:1-11; I Cor 12:3-7, 12-13; Juan 20:19-23   Con este día que la liturgia llama “fiesta de pentecostés”, cerramos estas semanas de   reflexión sobre la Pascua. No lo hemos hecho por afán intelectual, sino para tratar de vivir conscientemente nuestra participación en la realidad de Cristo resucitado. Y las lecturas de hoy nos remiten, de nuevo a lo que fue la experiencia de los primeros discípulos, por la que descubrieron a Jesús viviente. Fue la experiencia de superación del miedo, del sentido de culpa y de la ruptura de la comunidad lo que les hizo caer en la cuenta que algo nuevo se había producido en Jesús y se estaba produciendo en ellos, después del “final” del calvario. A esto nuevo lo llamaron “resurrección”, “nuevo nacimiento”. Fue una transformación   profunda en su actitud, que les permitió abrirse a una plenitud humana que ya tenían pero que les pasaba inadvertida. En el texto evangélico de

NOTA ACLARATORIA a la reflexión sobre la fiesta de la Ascensión

Un asiduo lector y amigo me indicó que podría ser útil aclarar a quién me refería cuando, en el párrafo segundo  de la reflexión de ayer, indiqué que estaba haciendo una " explicación resumida del estudio de fray Marcos . En varias ocasiones creo haberlo citado. Es un hermano dominico, con excelente reflexión teológica y pastoral, de una comunidad en las afueras de Madrid. Publica sencillamente como "fray Marcos" en el valioso portal "Fe adulta" (www.feadulta.com ).

Ascensión del Señor

Lect.: Hech 1:1-11; Ef 1:17-23; Lc 24:46-53 Vivimos en una época en la que nuestra visión del universo se ha ampliado. No solo las generaciones más jóvenes, ya incluso la mía y de algunos aun mayores, aun sin mucha formación científica, hemos crecido aprendiendo cosas sorprendentes sobre nuestro planeta, nuestro sistema solar, nuestra galaxia y mucho más allá. Los programas de divulgación científica en TV y en internet  nos introducen en una visión fascinante de lo que los creyentes llamamos el orden de la creación. Por contraste, en la época en que se escriben los libros del Nuevo Testamento, nada de esta realidad era ni siquiera sospechada. Para decirlo de forma simplificada, al menos en la Palestina de aquella época, y en sus vecinos más cercanos, el mundo tenía tres planos: “el superior (arriba) habitado por la divinidad. El del medio (el nuestro) era la realidad terrena en la que todos vivimos. El tercero (abismo) era el lugar del maligno y sus secuaces. Desde este esquem

6º domingo de Pascua

Lect.: Hechos 15:1-2, 22-29; Apocalipsis 21:10-14, 22-23; Juan 14:23-29 Para que no quede la menor duda, el texto del evangelio de Juan de este domingo retoma el hilo de los anteriores: la insistencia en lo que significa participar de la resurrección de Jesús en esta vida, lo que significa renacer de nuevo aquí y ahora. El evangelista esta vez trae a su memoria las palabras de Jesús en el llamado “discurso de despedida”: “ Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él . ” Es otra manera de decir que resucitar es habitar en la vida de Dios: él habita en cada uno de nosotros y cada uno de nosotros habita en Él . Por sí mismo este texto ya comunica alegría y esperanza: es la buena noticia de que vivimos una vida nueva al interior de la divinidad. Y eso es verdad para todos nosotros. Pero, además de encender nuestro ánimo, ¿ cómo es que   esta   manera de redescubrirnos ca