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18º domingo t.o. : la "parálisis del sofá"

Lect.: Ecles 1:2; 2: 21 -  23; Col. 3: 1-5;9-11; Lc 12: 13 - 21

  1. Ayer, sábado 30,  el Papa Francisco, reunido con más de 600.000 jóvenes de todo el mundo, en Cracovia, Polonia, les compartió una visión y unos sentimientos profundamente emotivos y motivadores. Se apoyó en los testimonios de varios jóvenes que evocaron el panorama de guerra, de violencia, de odio y de terror que está creando tantas víctimas en muchos países, y los llamó a «dar como respuesta lo que se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia».
  2. Pero para dar esa respuesta invitó de inmediato a los jóvenes a superar el miedo y su "hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Y les hizo ver que «en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir, la parálisis que nace cuando se confunde “felicidad” con un sofá. Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá. Un sofá que nos ayude a estar cómodos
  3. «Es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, que más puede arruinar a la juventud» –dijo el Papa–. «¿Por qué? Porque poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados, mientras otras personas, —quizás los más vivos, pero no los más buenos—, deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá».
  4. Y sigo citando a Francisco: «Pero no vinimos a este mundo a “vegetar”, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres de dejar una huella. Perdemos la libertad. Este es el precio. (…) Debemos defender nuestra libertad».
  5. Cuando leemos el texto de hoy de Lucas, y la carta de Pablo a los Colosenses, de la segunda lectura, ¿a qué creen Uds. que se refieren? Pienso que ahí estamos escuchando la denuncia de un modo de vida en el que predominan “los malos deseos, los del hombre viejo”, como lo llama el apóstol; es lo que Lucas, por su parte  describe como una vida de avaricia o codicia, la quien solo vive pensando en pasarla bien él mismo, sin pensar en los demás. Ante estas constataciones Pablo invita a revestirse del hombre nuevo, hecho según la imagen de su Creador. Y Lucas a enriquecerse, pero de la forma como Dios entiende la riqueza humana. Claramente, ante la situación por la que atraviesan nuestros países, es una llamada a cambiar la sociedad en que vivimos. Una llamada, como lo dice Francisco, a construir la fraternidad.
  6. Al oír estas palabras de la Escritura y del Papa, sin duda caemos en la cuenta de que también a nosotros hay circunstancias que nos impiden ver y entender lo grave de la situación por la que atravesamos, —también en Costa Rica; lo mismo que impide que podamos hacer algo por cambiarla es que no solo los jóvenes, sino también los adultos estamos atontados por la parálisis del sofá. Con más o menos ingresos, tenemos un cierto nivel de seguridad en la que nos sentimos cómodos, ¿para qué entonces complicarnos en querer cambiar las cosas? Incluso, si pertenecemos al grupo de los más afectados, o bien nos sentimos impotentes para hacer nada o bien pensamos que nos iría peor si “alborotamos” y perdemos lo poco que tenemos. Esta es la “parálisis del sofá” que tanto conviene a los que no les interesa un cambio hacia una Costa Rica de más justicia, menos desigualdad y menos pobreza. Esos sí son lo que han puesto la acumulación de riquezas y privilegios sin límites, como meta de su vida. Son aquellos a quienes la parábola de Lucas y otras parecidas no les intimidan. Porque piensan que, aunque murieran esta noche, como dice el texto evangélico, ya disfrutan lo que pueden mientras tanto.
  7. Ante esta situación, decía Francisco en Polonia, se necesita jóvenes que se levanten y se pongan los zapatos; hacen falta jóvenes con los “botines” puestos, (en Costa Rica decimos con los “tacos”);  no suplentes, sino titulares». Estos son el “hombre” y la “mujer nueva”, de las que habla san Pablo. A poco que lo pensemos veremos que es un llamado que se nos aplica también a los mayores. Quizás no estemos en condiciones de “jugar en Primeras”, “en grandes Ligas”, pero sí de aportar desde nuestra experiencia y capacidad de apoyo a las nuevas generaciones. Para Francisco solo así se podrá realizar «uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Y dejar así nuestra huella en la vida, una huella que marque la historia», que marque nuestra historia, la de Costa Rica y la historia de tantos otros más.Ω

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