16º domingo t.o., 17 de julio de 2011
Lect.: Sab12: 13.16-19; Rom 8: 26-27; Mt 13, 24-43
1. Preliminar: recordar la importancia y riqueza del lenguaje en parábolas, de ahí el error de amontonar tres en la meditación de un solo domingo. Debemos escoger una. Lo otro: recordemos que hay que distinguir en parábolas como esta, la parábola original de Jesús y el comentario explicativo, catequético, de algunas de las primeras comunidades, que es la seunda parte hoy.
2. Vamos a centrarnos en lo que nos inspira la primera parábola, la de la cizaña y el trigo. Está tan sabiamente formulada por Jesús, que de inmediato nos interpela, pone el dedo en algunas llagas de comportamientos frecuentes hoy día. "señor, ¿de dónde sale esta cizaña? ¿quieres que vayamos a arrancarla? A uno le parecería lógica esta actitud, pero el Dios de Jesús, representado simbólicamente en la parábola, rompe esa lógica . Los criados impulsivos no pensaron que las hierbas buenas y malas se pueden confundir entre sí, ni pensaron que las raíces de unas y otras pueden estar tan entrelazadas que al arrancar una, la de a la par podría también arrancarlas.
3. Pero no estamos en clase de agricultura. Jesús quiere hacernos ver que también en la vida cotidiana confundimos lo malo con lo que es simplemente distinto. Por ejemplo, la discriminación contra extranjeros, inmigrantes, muchas veces se explica así. O la discriminación contra los discapacitados, o contra los homosexuales, o con negros o indios, u otros casos. son distintos de lo que estamos acostumbrados, tienen formas culturales distintas, opciones de comportamiento sexual distinto, o por limitaciones o rasgos físicas distintos, y realizan sus actividades de maneras distintas. Nuestra tentación inmediata es pensar que por ser distintos probablemente tienen algo malo que hay que arrancar y que debemos ayudarlos a arrancarlo o ¡arrancarlos a ellos mismos de nuestra convivencia, si fuera posible! Y para disfrazar nuestra intolerancia decimos, por ejemplo, que lo que pasa es que muchos nicas y colombianos son delincuentes, o que negros e indios son vagos, o que los gays son corruptores de niños, etc.
4. Y hay algo más contenido en la parábola, además del respeto a los diferentes. Parecido a lo que decíamos el domingo pasado, cuando explicábamos que tierra buena y menos buena no se refiere a distintos tipos de personas, sino a distintas dimensiones o aspectos de nuestra propia vida, de nuestro interior. También podemos decirlo en este caso de hoy: buena y mala hierba hay dentro de cada uno de nosotros y no hay que buscar responsable fuera de tendencias que nosotros mismos llevamos dentro.
4. Pero quizá lo esencial que está detrás de la enseñanza de Jesús es lo que expresa al decir que esta confusión y esa coexistencia entre buena y mala hierba se va a dar así "hasta el momento de la siega, de la cosecha", es decir, mientras estemos en este mundo. Mientras seamos criaturas humanas sometidas a crecimiento, a desarrollo. Uno no bota una semilla porque todavía no es una matita, ni desprecia una matita porque todavía no es un árbol, y sin embargo son imperfectas si las comparamos con lo que llegarán a ser. Las criaturas somos inacabadas, estamos en proceso, y debemos aprender a vivir con lo que es imperfecto en nosotros mismos y en los demás y aprender a construir sobre la base de lo que somos para avanzar hacia la plenitud a la que estamos llamados. Esto no es alcahuetería. No, se trata de reconocer la condición humana y dejar abiertas sus posibilidades de crecer.
Porque no es un reto fácil de asumir solos, nos apoyamos en la comunión eucarística para fortalecernos unos con otros.Ω
Lect.: Sab12: 13.16-19; Rom 8: 26-27; Mt 13, 24-43
1. Preliminar: recordar la importancia y riqueza del lenguaje en parábolas, de ahí el error de amontonar tres en la meditación de un solo domingo. Debemos escoger una. Lo otro: recordemos que hay que distinguir en parábolas como esta, la parábola original de Jesús y el comentario explicativo, catequético, de algunas de las primeras comunidades, que es la seunda parte hoy.
2. Vamos a centrarnos en lo que nos inspira la primera parábola, la de la cizaña y el trigo. Está tan sabiamente formulada por Jesús, que de inmediato nos interpela, pone el dedo en algunas llagas de comportamientos frecuentes hoy día. "señor, ¿de dónde sale esta cizaña? ¿quieres que vayamos a arrancarla? A uno le parecería lógica esta actitud, pero el Dios de Jesús, representado simbólicamente en la parábola, rompe esa lógica . Los criados impulsivos no pensaron que las hierbas buenas y malas se pueden confundir entre sí, ni pensaron que las raíces de unas y otras pueden estar tan entrelazadas que al arrancar una, la de a la par podría también arrancarlas.
3. Pero no estamos en clase de agricultura. Jesús quiere hacernos ver que también en la vida cotidiana confundimos lo malo con lo que es simplemente distinto. Por ejemplo, la discriminación contra extranjeros, inmigrantes, muchas veces se explica así. O la discriminación contra los discapacitados, o contra los homosexuales, o con negros o indios, u otros casos. son distintos de lo que estamos acostumbrados, tienen formas culturales distintas, opciones de comportamiento sexual distinto, o por limitaciones o rasgos físicas distintos, y realizan sus actividades de maneras distintas. Nuestra tentación inmediata es pensar que por ser distintos probablemente tienen algo malo que hay que arrancar y que debemos ayudarlos a arrancarlo o ¡arrancarlos a ellos mismos de nuestra convivencia, si fuera posible! Y para disfrazar nuestra intolerancia decimos, por ejemplo, que lo que pasa es que muchos nicas y colombianos son delincuentes, o que negros e indios son vagos, o que los gays son corruptores de niños, etc.
4. Y hay algo más contenido en la parábola, además del respeto a los diferentes. Parecido a lo que decíamos el domingo pasado, cuando explicábamos que tierra buena y menos buena no se refiere a distintos tipos de personas, sino a distintas dimensiones o aspectos de nuestra propia vida, de nuestro interior. También podemos decirlo en este caso de hoy: buena y mala hierba hay dentro de cada uno de nosotros y no hay que buscar responsable fuera de tendencias que nosotros mismos llevamos dentro.
4. Pero quizá lo esencial que está detrás de la enseñanza de Jesús es lo que expresa al decir que esta confusión y esa coexistencia entre buena y mala hierba se va a dar así "hasta el momento de la siega, de la cosecha", es decir, mientras estemos en este mundo. Mientras seamos criaturas humanas sometidas a crecimiento, a desarrollo. Uno no bota una semilla porque todavía no es una matita, ni desprecia una matita porque todavía no es un árbol, y sin embargo son imperfectas si las comparamos con lo que llegarán a ser. Las criaturas somos inacabadas, estamos en proceso, y debemos aprender a vivir con lo que es imperfecto en nosotros mismos y en los demás y aprender a construir sobre la base de lo que somos para avanzar hacia la plenitud a la que estamos llamados. Esto no es alcahuetería. No, se trata de reconocer la condición humana y dejar abiertas sus posibilidades de crecer.
Porque no es un reto fácil de asumir solos, nos apoyamos en la comunión eucarística para fortalecernos unos con otros.Ω
De cuánta grandeza nos perdemos cada vez que reducimos lo humano a lo que creemos que debe ser según nuestro propio criterio. Y regularmente es así. La grandeza humana la enseñan aquellos que ven más allá, no de los demás, si no de sí mismos. Para ello, esta forma de comprender la parábola del trigo y la cizaña es un buen comienzo.
ResponderBorrarHoy estaba pensando si esa mirada restringida al propio criterio, como decís, y más en general, las posiciones individualistas, no serán una etapa inmadura en el propio crecimiento.
ResponderBorrarComo dices al final somos criaturas inacabadas en proceso de alcanzar la plenitud. Esto precisamente es lo que uno pued einterpretar de las ultimas dos parabolas, la del grano de moztaza y la levadura. Tenemos el potencial de crecer hasta llegar a ser un gran arbusto a partir de una pequeña semilla, además tenemos el potencial de transformar la hraina y hacerla crecer para transformarla en algo más acabado como es el pan. El asunto es tomar conciencia de este potencial y hacerlo crecer en nuestro diario vivir.
ResponderBorrarBuena conexión, Edwin, con las otras dos parábolas. Podía haberla hecho así de breve. Pero seguro que quedé molesto con esos litugistas que no tienen muy buen criterio para juntar pparábolss que dan lugar a distintas reflexiones.
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