15o domingo t.o., 10 de jul. de 11
Lect. Is 55:10-11; Rom 8: 18 - 23; Mt 13: 1-23
1. La realidad que vivimos a diario, probablemente, nos hable mucho de dificultades parecidas a las mencionadas metafóricamente en esta parábola: terrenos pedregosos que dificultan nuestro bienestar, montazales espinosos que nos hieren al querer avanzar, calores ardientes que secan y abrasan nuestros tímidos esfuerzos iniciales por cambiar de vida, ... Todas son metáforas de lo complicada que es la vida diaria, y de como incluso en el seno de la familia y de nuestros círculos cercanos a menudo sentimos tropezar y empantanarnos sin poder avanzar.
2. Pero de hecho, la intención de la parábola no es ponernos a pensar en lo difícil que es el camino espiritual. Es un primer error de interpretación leer así el texto. Mas bien, el intento es positivo: ayudarnos a descubrir que junto con todas esas dificultades, en nuestra vida hay otra dimensión mayor que nos permite enfrentar esos retos y cualquier otro que se presente. La intención de la parábola es, ante todo, hablarnos de la abundancia del amor de Dios, de su derroche de vida, del exceso de su donación de amor gratuito. Es como un sembrador, que no escatima en lanzar su semilla de vida, fecunda, que hace germinar cosas maravillosas en toda parte, y en todas las personas, gratuitamente, como sugiere la primera lectura. Cobrar conciencia de ese derroche es el primer paso para caer en la cuenta de lo divino que nos habita y que sigue actuando en nosotros, realizando su creación de forma permanente en nosotros. Y de ahí, un segundo paso, liberar las energías espirituales, mas auténticamente humanas que hay en cada uno.
3. Un segundo error de interpretación de esta parábola como de otras, es pensar que nos habla de diverso tipo de personas, cuando en realidad nos habla de diversas dimensiones o de diversas tendencias dentro de cada uno de nosotros. Es en mí mismo que hay pedregales, zonas resecas y montazales —parte de mi condición de criatura—, y que si me quedo en esas zonas de mi personalidad no voy a dar casi ningún fruto o solo efectos negativos. Pero es en mí mismo también en donde hay energías espirituales, donde hay zonas de vida intensa que me unen a Dios y a mis semejantes. Es mi responsabilidad despertar mis energías espirituales para vivir la vida a plenitud. Soy irresponsable, en cambio, si me quedo enredado en las zarzas, en los pedregales, en los aspectos negativos que me topo al actuar, echando siempre la culpa a otros de lo que me pasa, de mis fracasos en la relación de pareja, en la baja calidad de mi trabajo... O buscando soluciones mágicas, milagreras a los problemas.
4. Dichosos los ojos que descubren esto y que oyen y entienden este mensaje, dice Mt. Los verdaderos problemas de la vida no son las limitaciones que esta tiene, sino que no sepamos asumirlos desde estas energías espirituales que están dentro de nosotros, dentro de todos a quienes nos han sido dadas, como dice Pablo, las "primicias del Espíritu ".
Lect. Is 55:10-11; Rom 8: 18 - 23; Mt 13: 1-23
1. La realidad que vivimos a diario, probablemente, nos hable mucho de dificultades parecidas a las mencionadas metafóricamente en esta parábola: terrenos pedregosos que dificultan nuestro bienestar, montazales espinosos que nos hieren al querer avanzar, calores ardientes que secan y abrasan nuestros tímidos esfuerzos iniciales por cambiar de vida, ... Todas son metáforas de lo complicada que es la vida diaria, y de como incluso en el seno de la familia y de nuestros círculos cercanos a menudo sentimos tropezar y empantanarnos sin poder avanzar.
2. Pero de hecho, la intención de la parábola no es ponernos a pensar en lo difícil que es el camino espiritual. Es un primer error de interpretación leer así el texto. Mas bien, el intento es positivo: ayudarnos a descubrir que junto con todas esas dificultades, en nuestra vida hay otra dimensión mayor que nos permite enfrentar esos retos y cualquier otro que se presente. La intención de la parábola es, ante todo, hablarnos de la abundancia del amor de Dios, de su derroche de vida, del exceso de su donación de amor gratuito. Es como un sembrador, que no escatima en lanzar su semilla de vida, fecunda, que hace germinar cosas maravillosas en toda parte, y en todas las personas, gratuitamente, como sugiere la primera lectura. Cobrar conciencia de ese derroche es el primer paso para caer en la cuenta de lo divino que nos habita y que sigue actuando en nosotros, realizando su creación de forma permanente en nosotros. Y de ahí, un segundo paso, liberar las energías espirituales, mas auténticamente humanas que hay en cada uno.
3. Un segundo error de interpretación de esta parábola como de otras, es pensar que nos habla de diverso tipo de personas, cuando en realidad nos habla de diversas dimensiones o de diversas tendencias dentro de cada uno de nosotros. Es en mí mismo que hay pedregales, zonas resecas y montazales —parte de mi condición de criatura—, y que si me quedo en esas zonas de mi personalidad no voy a dar casi ningún fruto o solo efectos negativos. Pero es en mí mismo también en donde hay energías espirituales, donde hay zonas de vida intensa que me unen a Dios y a mis semejantes. Es mi responsabilidad despertar mis energías espirituales para vivir la vida a plenitud. Soy irresponsable, en cambio, si me quedo enredado en las zarzas, en los pedregales, en los aspectos negativos que me topo al actuar, echando siempre la culpa a otros de lo que me pasa, de mis fracasos en la relación de pareja, en la baja calidad de mi trabajo... O buscando soluciones mágicas, milagreras a los problemas.
4. Dichosos los ojos que descubren esto y que oyen y entienden este mensaje, dice Mt. Los verdaderos problemas de la vida no son las limitaciones que esta tiene, sino que no sepamos asumirlos desde estas energías espirituales que están dentro de nosotros, dentro de todos a quienes nos han sido dadas, como dice Pablo, las "primicias del Espíritu ".
Excelente, gracias.
ResponderBorrarme alegra que compartas, una vez más, Anabelle. Y cuando quieras ampliar, o precisar, o Ñdir de tu propia experikencia de camino, bienvenida.
ResponderBorrarEs interesante el enfoque pues nos da una visión no tradicional de la interpretación que suele darse. Yo soy uno que miraba este pasaje como si se refiriera a varios tipos de personas y no bajo una perspectiva de analizarnos a nosotros mismos.
ResponderBorrarAl verlo de esta manera visualizo más claramente un llamamiento de Dios, una llamada a la conversión y una promesa de misericordia.
No hay que extrañarse, Carlos. Es relativamente fácil y frecuente poner nuestros prejuicios, ideas preconcebidas, etc. sobre el evangelio, en vez de tratar de entender lo que nos dice. Uno de tantos prejuicios, o de actitudes en las que nos resbalamos, es la tendencia a etiquetar a la gente, sobre todo en buenos y malos. Y de ahí esa lectura "tradicional" de esta parábola. Y claro, con esas lecturas nos tratamos de escapar del camino a un mayor conocimiento de nosotros mismos. Saludos.
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