Lect.: Is 8, 23 – 9, 3; 1ª Co 1, 10-3.17; Mt 4, 12-23
- En estos primeros domingos de este año, en el que vamos a reflexionar sobre el evangelio de Mateo, como lo propone el Ciclo litúrgico “A”, conviene empezar con unas líneas introductorias a la obra de este evangelista. Conviene comenzar preguntándonos por la personalidad de ese tal “Mateo”, ¿quién era?, y de la comunidad mateana autora colectiva de este Evangelio. Es importante observar sus rasgos dominantes, por marcar éstos el origen de este escrito.
- Podemos descubrir dos cualidades que tuvieron que tener, muy importantes ambas, sin las cuales no se hubiese anunciado este Evangelio ni se hubiese escrito. Se nota que está orientado por una intensa búsqueda de lo que debía dar sentido a sus vidas y, al mismo tiempo, una gran libertad para realizarlo. Sin estas dos cualidades no hubiese sido posible este Evangelio, en el que nos entregaron lo que consideraron clave para dar sentido a sus propias vidas.
- Notemos que la búsqueda la hicieron dentro de su tradición judía, y por tanto de su perspectiva yahvista y mosaica, pero sin quedarse encerrados en ella, todo lo contrario. Fue así que encontraron una ley fundamental nueva, una “torá” nueva, un nuevo Dios, un proyecto de vida para ellos, un nuevo proyecto o sociedad a construir, una nueva forma de comportarse, la definitiva, la más determinante, universal, verdaderamente la más fundamental y universal, interpelante para todos los pueblos y seres humanos.
- Fue el hallazgo de algo totalmente nuevo, fundamental, definitivo, y por ello determinante, no fue una mera actualización de su tradición judía, de su ley mosaica, de su religión anterior. Fue una nueva experiencia de sí mismos y de Dios. Lo que encontraron lo llamaron “Enmanuel”, “Dios con nosotros” y “en nosotros”. Y para su propia sorpresa lo encontraron en un judío como ellos, en las palabras y en el comportamiento de Jesús de Nazaret. Él también un “buscador libre” del sentido total de su vida, de lo que tenía que hacer y ser. Ese fue también el Dios de esta comunidad mateana, el que anunciaron en el Evangelio presentando a Jesús.
- Nunca habían conocido un Evangelio, una “buena nueva” tan especial, ni la conocieron mayor a futuro. En ese Dios comportándose como Jesús y en ese Jesús comportándose como se comportó en referencia siempre a Dios encontraron la respuesta a su búsqueda y por eso a ella se convirtieron, para ser y comportarse como ambos. Nunca habían conocido a un Dios tan humano, tan identificado con los más vulnerables, los más pobres, marginados y excluidos, ni habían conocido un proyecto humano tan transformador y realizador, verdaderamente el “Reino-reinado” de Dios que valía la pena seguir anunciando y construyendo.
- Esta es la vivencia que “Mateo” transmite desde la presentación que hace de los primeros pasos de la actividad de Jesús y de su enseñanza. En el fragmento que hoy recoge la liturgia hace ver el origen de estos primeros discípulos en tierra influída por paganos, tierra “cubierta de sombras”. Precisamente ahí brilla una gran luz, en el llamado de Jesús se manifiesta, irrumpe, el señorío de Dios que no consiste en el ejercicio del poder por parte de un supuesto líder político más, sino en el ejercicio de una actividad que apunta a la curación y a la salvación del pueblo, de las personas concretas, que se manifiesta en los signos que acompañan el anuncio de la llegada de ese reinado de Dios. Palabras y obras de Jesús, de Dios, se implican recíprocamente. Como en el momento de la creación lo que Dios dice, se hace realidad. Y es una actividad a la que son invitados a participar los miembros de esa nueva comunidad que va apareciendo y se va formando como respuesta al llamado de Jesús. Esa respuesta, como lo muestra el texto, es radical: dejan todo —intereses individuales, familia, Sinagoga, …— por seguir el llamado.
- Y es una actividad en la que seguimos siendo invitados a participar los que recibimos hoy ese anuncio, aunque también nos cueste renunciar y ayudar a que otros renuncien a viejos y obsoletos planteamientos sociales, políticos y religiosos; estos pueden estar impidiéndonos ser libres para descubrir al Enmanuel, el Dios con nosotros y en nosotros, en quien descubrimos nuestra propia identidad.Ω
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