Lect.: Am 6, 1. 4-7; 1ª Tm 6, 11-16; Lc 16, 19-31
- Unas líneas, enviadas con retraso, para que podamos prolongar la meditación sobre el evangelio de ayer, la parábola conocida popularmente como la del “rico epulón y el pobre Lázaro”. Eso de “epulón” —según el diccionario “persona que come mucho y se regala mucho”,— no lo usamos en nuestro lenguaje habitual. Más bien esta parábola, o sus traducciones, es la que nos ha hecho imaginar quien puede ser o comportarse como un “epulón”, aunque no se trate de una historia real. Se trata de una parábola y como tal es una historieta ficticia, aunque puede contener algún elemento o personaje reales. Las parábolas son el medio principal que utiliza Jesús para transmitir sus enseñanzas, probablemente porque tienen un carácter metafórico, es decir, que apuntan a un referente distinto del contenido del relato, con el que solo tiene algún elemento semejante, pero ve ese elemento del relato como apuntando a “otra cosa” que escapa a nuestra comprensión ordinaria.
- De esta manera, las parábolas pueden servir como un medio pedagógico muy adecuado para hablar de algo que supera nuestro conocimiento ordinario, tal como el Reino de Dios. Pero también puede servir una parábola, a nivel operativo, como un desafío, un reto, que invita a realizar algo que presenta dificultades. Así la usa Jesús a menudo, como en el caso de la parábola del rico y del pobre Lázaro, donde se nos provoca a reaccionar, responder y reflexionar. ¿Reaccionar ante qué? Notemos que en la narración no se dice que el rico hiciera algo malo ni que Lázaro hiciera algo bueno. Y, sin embargo sus puestos se invierten en “la otra vida”. ¿Por qué? Jesús trata de hacernos pensar que no son tales o cuales acciones del rico las que son pecaminosas",—de hecho no se menciona ninguna en particular— más bien es la situación de conjunto representada la que no es aceptable por injusta. En este evangelio no se acepta un modo de sociedad en el que que unos de los personajes naden en la abundancia, mientras en la puerta de su casa otros, los pobres, carecen de lo más elemental. Más allá de ponerlo como un caso, se refiere a situaciones sociales que Lucas invita a cambiar. La parábola puesta en el contexto del evangelio de Lucas, a lo que apunta es a levantar un nuevo tipo de sociedad que el evangelista llama el reino de Dios. Pero, atención, Lucas no está enunciando simplemente una utopía de un mundo nuevo, sino una sociedad a la que se llega con un comportamiento concreto, y este es el comportamiento solidario. Por eso la parábola no está hablando simplemente de limosnas para los pobres en las puertas de los ricos. Ni siquiera de gestos aislados de solidaridad, sino de una sociedad en la que la solidaridad sea el factor organizativo de todas las relaciones sociales.
- Saltando veintiún siglos, hasta el nuestro, nos preguntamos ¿Cómo construir ese tipo de sociedad solidaria? si pensamos, como un camino concreto, en la práctica de la solidaridad como factor organizativo actuante en los espacios, grupos e instituciones que pueden transformar la situación actual y transformarnos a nosotros mismos, ciudadanos y ciudadanas, entonces probablemente por la propia experiencia nacional vendrán a nuestra mente espacios, comunidades e instituciones que ya existen y que debemos fortalecer como instrumentos para construir solidaridad; empezando con la Caja Costarricense del Seguro Social. Podríamos además avanzar hacia el ingreso básico universal, a asegurar el derecho a la vacunación universal, y la lista sigue.
- Con medios como estos y no con actitudes populistas, podemos crear o fortalecer una sociedad solidaria que, como nos lo recuerda el Papa Francisco, es parte de la visión y práctica evangélica. Sin este enfoque, lo dice también el Papa, solo podemos tener, una economía que mata, al menos a grandes mayorías, por subordinarse a los intereses egoístas de grupos elitistas y poderosos.
- La parábola del rico y el pobre, en el fondo, nos desafía a entender por qué y cómo en la construcción de una sociedad solidaria, se juega todo, el Reino, la autenticidad de nuestra fe, de nuestra relación con Dios, nuestra realización humana. ¿Tenemos esto claro? cuando el Papa en sus cartas Fratelli tutti y Laudato si se plantean una nueva economía partiendo de lo que ya hay de solidaridad en nuestro medio para fortalecerlo, invita a hacer de nuestras Comunidades cristianas semilleros de ideas y caldo de cultivo de una nueva espiritualidad.Ω
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