VIERNES SANTO:
Podemos figurarnos el impacto que causó la muerte de Jesús en sus discípulos, sobre todo en los más cercanos. Las preguntas que surgieron de su desconcierto no hallaban respuesta: ¿cómo pudo permitir Dios la tortura y la muerte de un inocente cómo Jesús? ¿En qué queda su predicación y anuncio de un reino de Dios que decía estar ya en medio de ellos? Se comprende que los discípulos estuvieran desconcertados ante el aparente fracaso del Maestro y tuvieran que intentar explicaciones diversas, que tratan de descubrir un propósito providencial en lo sucedido. Pero, a menudo, los intentos de explicación sólo generan nuevas preguntas. Así, hasta nuestros días. Por ejemplo, en más de una ocasión, personas cercanas, de manera religiosamente muy sincera, me han expresado su desconcierto ante las enseñanzas de la Iglesia que presentan los sufrimientos y la muerte de Jesús como resultado de una decisión divina. El fondo de la queja es siempre parecido: cómo creer o entender que un Dios que entrega a su hijo inocente a esa tortura injusta pueda llamarse un "Dios de amor". Más chocante todavía cuando teólogos tratan de legitimar la afirmación recurriendo a explicaciones de carácter legal, como la necesidad de "pagar una deuda" por una "ofensa infinita", (que es el argumento de San Anselmo, que aparece en el siglo XI). Esta "explicación" se asocia a la interpretación más extendida de la muerte de Jesús como sacrificio sustitutivo por los pecados de toda la humanidad.
Sin embargo, en el libro que estamos comentando encontramos otros modos de aproximarse al tema. En primer lugar, los autores nos recuerdan que ya desde la época en que Marcos escribe su evangelio, —el primero de los cuatro canónicos— en los medios cristianos existían muchas interpretaciones sobre la muerte de Jesús. Desde ciertas formas religiosas de entender entonces y hoy día la "voluntad de Dios", se tiende a relacionar el final de la vida de Jesús como un resultado de una "necesidad divina", en el sentido de san Anselmo. Pero si pensamos en los factores históricos, sociales, políticos, humanos, que rodearon la vida de Jesús y el conflicto que se generó entre su predicación y los representantes del Templo, esto nos permite ver, más bien, la inevitabilidad de la muerte de Jesús, pero no como decisión divina, sino en el marco de tensiones generado por el sistema de dominación de la época, que podía encontrar incómoda, por decir lo menos, su apasionada predicación, su anuncio, su mensaje sobre el reino de Dios. Fácil que se sintiera esta predicación articulando los sentimientos de crítica y protesta de los campesinos contra las instituciones políticas y económicas responsables de su pobreza y opresión. Y la reacción de las autoridades detrás de éstas no se debía a que fueran necesariamente personas de malos sentimientos sino que se comportaban como correspondía a lo que hoy llamamos la "normalidad de la civilización". Su comportamiento era el apropiado al sistema al que pertenecían. Sin embargo, a Pablo. en sus cartas y a otros autores no interesaba tanto la narración de lo que sucedió como el significado para su vida espiritual, visto a la luz de la Pascua.
He escuchado, y lo comparto, que la muerte de Jesús es el resultado de su coherencia, de su pasión por la verdad y la justicia. Prefirió el riesgo de la muerte que la comodidad de abandonar sus principios.
ResponderBorrarInevitable ciertamente que la sociedad del siglo 0 se volviera en contra de las enseñanzas de Jesús que socavaban (no sé si lo escribí bien) su status quo.
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