¿Qué fue lo importante para Jesús en la última semana de su vida? y ¿cómo hay que entenderlo para entender por qué sigue siendo importante para nosotros en el siglo XXI?
La respuesta de catecismo era obvia, es importante porque se conmemora la "pasión" y muerte de Cristo. Y todos quedamos tan tranquilos. Pero la primera vez que leí el libro de Borg y de Crossan me llevé una doble sorpresa ya de entrada en torno a la aclaración de la palabra "pasión" aplicada a Jesús de Nazaret. Doble porque clarificaban algo que debería haber sido muy sencillo de entender para todos los cristianos desde siempre: que "pasión", tanto en inglés como en español, puede significar "sufrimiento", pero que también puede entenderse como "cualquier interés arrollador, entusiasmo que implique gran dedicación o compromiso intenso y continuado y, en este sentido, la pasión de una persona es aquello por lo cual es apasionado". En la realidad, ni en la formación religiosa básica que recibimos, ni en la predicación habitual, se suele dar este segundo significado. Nos limitamos a entender la pasión de Jesús como el sufrimiento que tuvo que padecer en la última semana de su vida. Y las prácticas religiosas de esos días quedan marcadas por la contemplación del horror, se dice, del sufrimiento de Jesús. Más terrible si se añade a a esa presentación la explicación de que todo eso lo tuvo que padecer "por nosotros", por cada uno y porque todos nosotros fuimos, o somos, responsables, por la muerte y los sufrimientos de Jesús. Esta interpretación ha marcado tradicionalmente no solo la celebración de la Semana Santa sino también el tono sombrío y triste y el estilo con que muchos cristianos y cristianas realizan sus prácticas religiosas y viven su fe.
Seguramente la situación sería muy distinta si hubiera predominado la segunda acepción de la palabra "pasión". Estaríamos conmemorando en Semana Santa, y verdaderamente celebrando, la pasión por la vida de Jesús, aquello por lo cual él fue siempre apasionado. "La primera pasión de Jesús —nos lo recuerdan los autores que comento— fue el Reino de Dios, es decir, encarnar la justicia de Dios al pedir para todos una participación justa en un mundo que pertenecía y era gobernado por el Dios de Israel. Fue esa primera pasión por la justicia distributiva de Dios lo que lo condujo inevitablemente a la segunda pasión, la de la justicia punitiva de Pilatos. Antes de Jesús, después de Jesús y, para los cristianos, en Jesús, aquellos que viven por la justicia no violenta, mueren con demasiada frecuencia por la injusticia violenta. Esto es lo que explica por qué la vida de Jesús terminó en la pasión del Viernes Santo. Pero limitar la pasión de Jesús a sus últimas doce horas —arresto, juicio, tortura, y crucifixión—es ignorar la conexión entre su vida y su muerte. Y esta conexión es la que realmente importa para entender lo que fue la vida de Jesús y el camino que marca a quienes se atreven — o nos atrevemos quizás— a seguir los pasos de Jesús.
A mí me parecen válidas y complementarias las dos lecturas, Jesús como un apasionado por la vida, la justicia, la paz, la amistad, la verdad...pero también como el cordero sufriente capaz de dar la vida por la pasión con que defendía sus ideales. Su vida es excitante y conmovedora al mismo tiempo.
ResponderBorrarSi Padre es una reflexión muy acertada decir que Jesús vivió con gran pasión, el tiempo que estuvo en esta tierra. Apasionado por el celo de lo divino hasta el punto de expulsar a los mercaderes del templo, humanamente conmovido por el sufrimiento de los pobres y enfermos, afligido por la muerte de su amigo Lázaro, amaba la comunidad y a su familia anpliada con los discípulos. Qué gran testimonio nos da de cómo vivir y morir en el regazo del Padre.
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