Lect.: Eclesiástico 27:4-7; I Corintios 15:54-58; Lucas 6:39-45
- Decíamos en las dos reflexiones anteriores, que este sermón del llano o del Monte, que hemos conocido con el nombre de las “Bienaventuranzas”, pretende marcar la dirección y el estilo de vida de los seguidores de la Buena Nueva, no como enunciado de nuevos mandatos, o de nuevos desarrollos doctrinales, sino que, presentado por Jesús, podemos verlo como la inauguración de una nueva era, para toda la humanidad. En ese sentido, insistimos, no podemos escuchar este discurso como una especie de manifiesto o programa al estilo de muchos dirigentes políticos de hoy día, lleno de promesas que (no) van a cumplirse. Pretende más bien describir el modo de vida que ya practica Jesús de Nazaret y que por lo mismo, digámoslo una vez más, a su mensaje sobre los cautivos, los ciegos, los oprimidos, la Buena noticia a los pobres,… se le aplica la frase que pronuncia el propio Jesús, “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».” (Lc 4: 18 - 21). Ya el discurso, —del Monte, de la Llanura—, se ha empezado a realizar en la vida de Jesús y se constituye en una invitación a que todos sus discípulos se lo apropien y realicen también.
- Puede que eso de una “nueva era” para la humanidad suene un tanto pomposo, pretencioso, y hasta genere confusión. Digamos mejor que lo que inaugura es una nueva forma de entender y vivir “lo humano”, tal como la realizaba Jesús de Nazaret. Dos de los rasgos que me parecen más importantes de esa nueva forma de entender y vivir lo humano están indirectamente expresados en el pasaje de hoy, en la continuación del Sermón del Llano en el texto que hoy nos presenta la 3ª lectura. Nos pregunta Lucas, «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?Y añade, “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo», tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
- Ciertamente este texto ha dado lugar a muchos comentarios sobre la hipocresía, la sinceridad, y sobre orientaciones para conducir nuestras relaciones sociales. Algo hay de todo eso pero lo que me parece más interesante, de fondo, es que estas frases encierran un camino para descubrir la visión cristiana de nuestra naturaleza humana. Son una llamada enérgica de Jesús a sincerarnos con nosotros mismos y a descubrir que en cada uno de nosotros existen siempre las dos dimensiones: un tesoro de bondad y una tendencia al mal. Y, algo más, a reconocer que cada uno es libre para sacar de una u otra dimensión y para orientar su vida de una u otra manera. Creo que Lucas es suficientemente claro como para que caigamos en la cuenta —a no ser que carezcamos de sentido de autocrítica por completo— de que no hay realmente una distancia enorme entre los seres humanos, entre nosotros y aquellos a los que consideramos nuestros enemigos u ofensores, enemigos u ofensores de la comunidad. Y esto va todavía más allá. Comprender lo que en realidad somos y de las acciones que somos capaces, nos permite, entonces, comprender también a los que llamamos enemigos o victimarios, porque, en alguna medida al “enemigo” lo llevamos dentro. Y por contraste, nos permite comprender, en nuestra propia experiencia, lo que significa la afirmación evangélica de que “Dios hace llover sobre buenos y malos, sobre justos e injustos”, porque para que eso suceda basta que “llueva sobre mi persona” en la que se reúnen ambas dimensiones. No tiene, pues, ningún sentido para el Evangelio, dividir la sociedad en dos categorías de personas, buenos y malos, sino que se trata de descubrir y reconocer como propias, las dos dimensiones que todos tenemos dentro de nosotros mismos.
- Esto nos lleva a tener en cuenta esa otra característica de este Sermón del Llano, en Lucas, como también el del Monte, en Mateo. No se trata de un texto jurídico, de un nuevo conjunto de mandamientos o leyes, para añadir a las que ya rigen nuestra vida, para esforzarnos en cumplirlas y para que luego demos cuentas a Dios de si las hemos cumplido o no. Se trata, más bien, de un anuncio gozoso y una invitación esperanzadora : el anuncio de que otro modo de vivir es posible; otra humanidad es posible; otro mundo mucho mejor que este —que estamos llevando al borde de la extinción con ambiciones y políticas egoístas—, es posible porque el Reino de Dios ya está dentro de cada uno de nosotros impulsándonos a vivir conforme al espíritu de Cristo, y a derrotar la otra dimensión negativa que también está en nosotros.
- La utilización de las expresiones simbólicas extremas y radicales en las bienaventuranzas y en sus antítesis en Lucas se dan precisamente para motivar nuestra imaginación a pensar que lo que se anuncia es algo verdaderamente nuevo y no más de lo mismo, no meramente reformas parciales de un sistema político y económico injusto, inequitativo. Sino la realización de lo más profundamente humano que hay en nosotros. “Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas». Y agregó: «Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito (Apoc 21: 5).
- El Sermón del Llano nos invita, entonces, a tener un amor creativo que es lo único que ya nos está haciendo avanzar en esa nueva forma de ser humanos y así, de cambiar la sociedad. Cada vez que el amor nos mueve a renunciar al odio, y a la venganza, estamos creando algo nuevo; cada vez que no devolvemos mal con mal, insulto con insulto, cada vez que ponemos nuestra otra mejilla para que el golpe no caiga sobre el pobre, el débil y el excluido, estamos creando algo nuevo, estamos rompiendo el ciclo de reproducción de esta sociedad y esta economía envejecidas y encallecidas, fundadas sobre un marco de violencia. Estamos venciendo el mal, con otra lógica, a fuerza de bien (Romanos 12.21) y estamos, aunque no nos demos cuenta de ello con nuestra mirada cortoplacista, creando un cielo nuevo y una tierra nueva (Apoc 21:1).Ω
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