Lect.: Sam 26, 2, 7-9, 12-13, 22-23; 1ª Cor 15, 45-49; Lc 6, 27-38
1. Seguimos reflexionando a partir de ese texto central de los Evangelios, el Sermón del Llano, de Lucas que, junto con el Sermón del Monte, de Mateo, articulan las enseñanzas de Jesús y nos transmiten el corazón, lo esencial de las mismas. El discurso, en ambos escritores, se desarrolla a partir de ese texto impactante que hemos conocido con el nombre de las “Bienaventuranzas”. Marca la dirección y el estilo de vida de lo que, como decíamos, en domingos anteriores, no era simplemente el enunciado de nuevos mandatos, o de nuevos desarrollos doctrinales. Presentado por Jesús, se trataba de la inauguración de una nueva era, para toda la humanidad. En ese sentido no podemos limitarnos a escuchar este discurso como una especie de manifiesto o programa al estilo de los dirigentes políticos de hoy día, lleno de promesas que (no) van a cumplirse. Pretende traducir el modo de vida que practica Jesús de Nazaret y que por lo mismo, digámoslo una vez más, a su mensaje sobre los cautivos, los ciegos, los oprimidos, la Buena noticia a los pobres,… se le aplica la frase que pronuncia el propio Jesús, “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».” (Lc 4: 18 - 21). Ya el discurso, del Monte, de la Llanura, se ha empezado a realizar en la vida de Jesús y se constituye en una invitación a que todos sus discípulos se lo apropien y realicen también.
2. Pero si es de esto de lo que se trata, muchos podremos preguntarnos si constituye un anuncio realista que esté realmente al alcance de cualquier discípulo. Releyendo la sección del texto donde se enumeran las conocidas “antítesis” que empiezan, cada una, con el “Habéis oído…” y que se refieren a orientaciones para la vida personal, familiar y de la relación con Dios, enseguida nos topamos con que lo que plantea Jesús supera con mucho lo aprendido en su tradición religiosa. Limitándonos solamente al pasaje que leemos este domingo en la Eucaristía, la profundización que hace Lucas del mandamiento del amor tendría que resultar desconcertante para los oyentes de la época y, para la nuestra, podría generar interrogantes muy fuertes y que pueden no parecer de fácil respuesta. ¿Cómo tomar, por mencionar solo algunas, las siguientes reinterpretaciones de la Ley?
• Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman.
• Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra;
• al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica.
• Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
• Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario?
3. Aunque para una mejor comprensión de estos textos centrales a los evangelios de Lucas y de Mateo, se exigen, al menos, unas reflexiones más extensas y pausadas, voy a dar aquí unas pistas mínimas que nos motiven a estudiar y descubrir la riqueza de este planteamiento ético del Sermón del Llano, de Jesús que nos ofrece Lucas y a darnos cuenta entonces de que se trata de un llamado a una transformación radical de la persona y de la sociedad, por completo opuesta a toda suerte de actitudes conformistas con la situación existente o, en el otro extremo, de reacciones de rechazo a cualquier pretensión de resolver los conflictos sociales que consideremos insuficiente para llegar al fondo de los problemas.
4. Para descubrir la radicalidad del planteamiento de Jesús pensemos primero, por contraste, al menos en los siguientes rasgos de la sociedad en que este Discurso del Monte se pronunció (rasgos en alguna medida presentes en la nuestra):
• El mero recurso a soluciones legales no elimina la violencia; porque siempre, en algún grado, requiere del uso de formas de violencia sobre los transgresores;
• Tampoco logra superar las brechas y divisiones existentes en la sociedad. Más bien genera, o acentúa los enfrentamientos y divisiones sociales, o en todo caso, mantiene y se desarrolla sobre el supuesto de la división entre “buenos” y “malos”, “inocentes” y “culpables”;
• Consciente o inconscientemente sólo busca oponerse al mal, creando, con leyes e instituciones, una especie de “cerco virtual” de protección de los “justos” frente a los potenciales transgresores.
5. Del Sermón del Llano / y del Monte se desprenden otros principios distintos que apuntan a la creación de una sociedad nueva y de una transformación de las personas. Mencionemos tres:
• no hacer el juego al mal y a la violencia existentes utilizando sus mismas “armas” y lógica. Más bien liberando a las personas de ese “juego”, abriéndose a la gratuidad creadora de la Buena Nueva.
• Con la misma confianza en la gracia, superar las prácticas existentes de justicia legalista, para colocarse “en un plano más alto, por encima de la competencia mutua y de la lucha del derecho (ley) para situarse en un nivel de gratuidad” (Pikaza).
• Traduciendo la vivencia de la gratuidad también en formas de compartir bienes materiales y espirituales que construyan efectivamente la comunión y cierren brechas que nos distancian a unos de otros.Ω
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