Lect.: Is 7, 10-14; Rom 1, 1-7; Mt 1, 18-24
- Aunque la “carne”, como condición material, humana, se suele contraponer a “espíritu”, también significa simplemente la condición humana, sin más. Para Pablo, entonces, nacer “de la carne”, de una familia, nacer de una mujer, ( Gal 4: 4) es lo propio de la humanidad y es algo tan normal para Jesús de Nazaret, como lo es para cualquier persona humana. La tradición cristiana, desde las primeras comunidades, lo expresa recordando los antecedentes de la Navidad ligados a rasgos muy normales y humanos de toda familia: una pareja que se conoce, un compromiso matrimonial que, en esa época equivalía a un contrato, que llamaban “desposorio” y que era lo importante. Luego venía la celebración de la boda, con la acogida e integración de la esposa en la casa familiar o familia ampliada del novio. También, las primeras comunidades, han querido expresar la grandeza y trascendencia del nacimiento de Jesús con símbolos de gran expresividad, como el nacimiento virginal, o todos esos relatos encantadores de la infancia que escucharemos de nuevo en estos días. Aunque no sean históricos reflejan la fe sencilla de los primeros cristianos. Y algo que suele pasarse por alto: en las breves descripciones de José y María se pone de manifiesto, de manera simbólica ,el encuentro entre los creyentes fieles del A.T., —representados por José, y la nueva comunidad cristiana —representada por María.
- Pero Pablo tiene la convicción de que debe trasmitir, sin adornos, el mensaje doble tal como lo escribe en la carta a los Romanos que leemos hoy: que Jesús, por nacimiento, es un ser humano pleno, y que fue luego “constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos”. De Jesús también puede decirse lo mismo que él diría más tarde a Nicodemo: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu” (Juan 3: 14). Por eso nos resulta tan importante, antes de llegar a la celebración del nacimiento de Jesús, la celebración de la Navidad, subrayar todos estos rasgos asociados a la normal condición humana de Jesús. Pero podemos agregar un comentario para resaltar lo que es obvio, que desde la perspectiva evangélica, el espíritu se posa sobre o dentro de lo humano, (Lucas 4:18) y es lo que lleva a lo humano, a cada uno de nosotros, a realizar nuestra misión personal y a la plenitud, la plenitud de hijos de Dios. Se trata, pues, de un encuentro en el que simbólicamente se da el descubrimiento de lo divino al interior de lo humano, de que Jesús es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros y que, de alguna manera, todos también lo somos.
- El encuentro entre la tradición judía y la de la nueva comunidad, en la época en que escribía Mateo, a la que ya nos referimos en comentarios anteriores, no se dio sin dudas, sin conflictos. Es posible que con dudas y conflictos también nosotros terminemos este Adviento, esta preparación de la Navidad. Dudas y conflictos, quizás, entre una lectura muy literalista de los relatos evangélicos del nacimiento y la infancia, y una lectura contemporánea, con la ayuda de estudios bíblicos y referencias científicas. Pero, en cualquier caso, a través de los elementos simbólicos, y de la fe de las primeras comunidades, abiertos a redescubrir nuestra realidad plena, nuestra grandeza, lo que somos en profundidad, y que se nos revela en la vida de quien, por el momento, vamos a contemplar en un pesebre insignificante, acompañado también de sus insignificantes padres. Ω
Nota. El nacimiento virginal. Es, probablemente, uno de los temas menos fáciles de aceptar, para nuestra mentalidad moderna. Digamos, solamente, dos palabras. Desde la perspectiva de la exégesis histórica bíblica, pareciera complicado darle un sentido histórico. Cito uno de los mejores estudiosos del evangelio de san Mateo, Ulrich Luz, ve muy improbable su carácter histórico, dado “el abundante material helenístico paralelo y dada su débil base veterotestamentaria”. El próximo día de navidad, en nuestro comentario, reproduciremos íntegra la cita del Profesor Luz. Desde la perspectiva teológica, nos referiremos al sentido para nuestra fe de lo que encierra esa tradicional afirmación.
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