Lect.: Jer 31, 7-9; Hebr 5, 1-6 ; Marcos 10, 46-52
- El comentario extraordinariamente valioso, que hace el papa Francisco a este texto de hoy, en la misa al concluir el Sínodo sobre la Familia, nos permite descubrir aspectos en su lectura que a menudo se nos pasan por alto. Por eso voy a compartir sus principales ideas con Uds. Primero,destacando la actitud de Jesús. “A pesar de que apenas había emprendido el camino más importante, el que va hacia Jerusalén, se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti»? (Mc 10,51). Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios.” El Papa deja claro que la misión de servicio de los cristianos, como la suya, empieza por saber escuchar las necesidades de los demás y no por ir a darles enseñanzas y respuestas prefabricadas.
- En segundo lugar, Francisco hace ver “algunas tentaciones para los que siguen a Jesús”. “El Evangelio de hoy destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se para, como hace Jesús. Siguen caminando, pasan de largo como si nada hubiera sucedido. Si Bartimeo era ciego, ellos son sordos: aquel problema no es problema suyo. Este puede ser nuestro riesgo: ante continuos apuros, es mejor seguir adelante, sin preocuparse. De esta manera, estamos con Jesús como aquellos discípulos, pero no pensamos como Jesús. Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierde la maravilla, la gratitud y el entusiasmo, y se corre el peligro de convertirse en «habituales de la gracia». Podemos hablar de él y trabajar para él, pero vivir lejos de su corazón, que está orientado a quien está herido. Esta es la tentación: una «espiritualidad del espejismo». Podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente hay, sino lo que a nosotros nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permanece árida y, en lugar de oasis, crea otros desiertos.” Inevitable cuestionarnos, al escuchar estas palabras del Papa, si como cristianos individuales o como Iglesia, no estamos afectados por esa “espiritualidad del espejismo”, sin ver entre la gente que nos rodea, nada más que lo que nos interesa ver.
- Y el Papa continúa: “Hay una segunda tentación, la de caer en una «fe de mapa». Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra hoja de ruta, donde entra todo: sabemos dónde ir y cuánto tiempo se tarda; todos deben respetar nuestro ritmo y cualquier inconveniente nos molesta. Corremos el riesgo de hacernos como aquellos «muchos» del Evangelio, que pierden la paciencia y reprochan a Bartimeo”. Al hablar de esta “fe de mapa”, Francisco nos advierte de ese peligro de reducir el evangelio a una doctrina, a un catecismo, en un manual de moral o teología y de sentir que todo lo que no está ahí escrito todos los que no están ahí, nos molestan y hay que excluirlos.
- Pero es precisamente alguien que no tiene categoría, un mendigo, que aparentemente está molestando con sus gritos, el ciego hijo de Timeo, es él quien tiene fe auténtica, “porque se sabe necesitado de salvación y este es el mejor modo para encontrar a Jesús.” Y el Papa Francisco añade “Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que nosotros creemos en nosotros mismos.” Con agradecimiento por estos comentarios del Papa, no nos queda si no pedir una fe y una capacidad de volver a tener vista como el ciego Bartimeo.Ω
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