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BAUTISMO DE JESÚS

Bautismo de Jesús, 11 ene. 09
Lect.: Is 42: 1 – 4. 6 – 7; Hech 10: 34 – 38; Mc 1: 6 b – 11


1. En torno al drama y la angustia del terremoto, que no ha terminado, hay unos hechos que merecen resaltarse. En primer lugar, la entrega infatigable de centenares de costarricenses que directa o indirectamente se han volcado a ayudar a las víctimas, a trasladar a los afectados, a rescatar a los aislados, a buscar a los desaparecidos, a desenterrar a los cadáveres atrapados. Cruzrojistas, socorristas, personal de salud, vecinos, voluntarios de diversa índole y lugar han dedicado y continúan dedicando días y recursos en acciones solidarias con los afectados. Son incontables, desde el empresario de cuadraciclos que puso todos sus vehículos para buscar y transportar a los aislados, hasta quienes se exponen a ser ellos mismos sepultados, por excavar bajo los terraplenes para localizar los cuerpos de personas a las que desconocían, quienes envían alimentos y abrigo. Lamentablemente también hay otros comportamientos incompatibles con una tragedia de esta magnitud. La prensa ha informado sobre una empresa privada de helicópteros que cobraba entre $800 y $ 1700 para transportar a personas atrapadas hasta el aeropuerto de San José. Independientemente de que se tratara de turistas o lugareños, eran seres humanos afectados y es obsceno que el afán de lucro quiera beneficiarse del dolor ajeno. Es un comportamiento inaceptable, aunque el responsable de esa empresa se justificara diciendo que también habían dado alguna ayuda de caridad.
2. El telón de esta tragedia nacional y los diversos comportamientos ante ella nos permiten entender con mayor claridad lo que significa esta conmemoración del bautismo de Jesús que hoy nos presenta la liturgia. No se nos está hablando de meros rituales. Si se tratara de enseñarnos la importancia de realizar un sacramento, hacer un rito más con efectos fuertes, el evangelio estaría lleno de casos en los que Jesús hubiera bautizado. Pero no es así. Nunca hablan de que Jesús bautizara. Pablo mismo dice que, con escasísimas excepciones él nunca bautizó. Queda claro entonces que el bautismo es la acción simbólica de la conversión, la transformación de la vida propia, la organización de todo lo que uno es y uno tiene en torno a los valores fundamentales del Reino de Dios: la solidaridad, la justicia, la equidad, la libertad, como expresiones concretas, tangibles, aterrizadas del amor a Dios y al prójimo. Es a bautizar en ese sentido que Jesús envía al final a su comunidad.
3. Hay un par de detalles muy inspiradores en esta narración del bautismo de Jesús. Dice el texto de Mc que el cielo “se rasgó”. La expresión concuerda con la otra que dice Mc también al momento de la muerte de Jesús: “el velo del templo se rasgó”. En ambos casos quiere decir que la separación entre lo divino y lo humano, entre lo sagrado y lo profano se rasgó, desapareció. Todo lo que hay en nuestra vida humana ahora es portadora de la vida del Espíritu. Todo lo que hacemos aquí y ahora, en los momentos de alegría y en los de tragedia, es lugar del encuentro con Dios. Lo que llamamos “más allá” se funde con el “más acá”. Jesús en su bautismo cobra conciencia de esta nueva forma de ver la realidad y consagra toda su vida entonces a hacer realidad esos valores del Reino de Dios, de la nueva comunidad humana fraterna. Aunque en cada nueva situación tendrá que retomar su decisión y volver a discernir qué hacer conforme a esas prioridades.
4. Dentro de esta perspectiva, de esta manera de ver las cosas, no hay entonces en nuestra vida algunos ámbitos propios de valores religiosos y otros que se rijan por el afán de lucro, de enriquecimiento personal, de la acumulación de prestigio o poder sobre los demás. Estar “bautizados” es solo la forma simbólica de hablar que expresa nuestra decisión de colocar toda nuestra vida, incluyendo nuestro trabajo y actividad económica y política, al servicio de la comunidad fraterna, el reino de Dios. En este momento de sufrimiento para CR tenemos la ocasión de renovar este compromiso, con la fuerza del Espíritu que nos ha sido dado.Ω

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