Fiesta de Epifanía, 6 enero 2008
Lect.: Is 60; 1 – 6; Ef 3: 2.3 a. 5 –6; Mt 2: 1 – 12
1. Hace 8 días explicábamos que la riqueza de las narraciones de los evangelios de la infancia no está en que nos cuenten hechos históricos curiosos de los primeros años de Jesús. La riqueza está, más bien, en que las primeras comunidades utilizaron grandes símbolos para expresar lo que había llegado a significar Jesús en la experiencia de vida de cada uno de ellos. Detrás de lo que aparecen como sencillas historietas tiernas de la Navidad, hay convicciones muy profundas, nacidas de su experiencia. Por ej., que Jesús era un “nuevo Moisés”, que nos libera de toda opresión; esperanza para pobres y humildes —simbolizados en los pastores, en el pesebre, carencia de alojamiento; que la vida cristiana empieza con una transformación radical, nuevo nacimiento simbolizado en la misma Navidad de Jesús. Y hoy, fiesta de los reyes magos, se nos da otro grandioso símbolo: la estrella, la luz, la iluminación que experimentamos cuando nos acercamos a Jesús de Nazaret. Por eso también esta fiesta se llama “epifanía”, que significa “que viene de lo alto”. Quiere decir que encontrarse con Jesús debe ser para cada uno un camino de iluminación, de revelación. ¿Pero cómo entender esto? ¿Qué luz recibimos? ¿Qué se nos revela? ¿Se tratará acaso de mensajes esotéricos, o de doctrinas religiosas, muy exclusivas? La respuesta va por otro lado y nos podemos aproximar a ella a través de las imágenes de navidad.
2. Una de las inquietudes más profundas del ser humano nos mueve siempre a preguntarnos: ¿estamos solos en el Universo? No en el sentido de si existen o no otras civilizaciones extraterrestres, sino de si existe un Ser superior del que todas las civilizaciones planetarias dependemos. Los creyentes, como nosotros, hemos respondido afirmativamente: creemos que ese Ser, realidad superior a la que llamamos Dios, existe. Pero quedas otras inquietudes: ¿se preocupa de nosotros? ¿no es tan grande la distancia que existe entre él y nosotros que nuestras imperfecciones hacen muy difícil acercarnos a él? ¿cuáles son los métodos que hay que seguir para descubrirlo? ¿Habrá que estudiar muchas teologías y aprender muchos dogmas de los pocos que saben? ¿cumplir con rituales y prácticas religiosas para ganarse el favor de la divinidad? Muchas preguntas podemos plantearnos en esta línea sobre el drama de cómo saltar el abismo que hay entre el Creador y nosotros como criaturas.
3. Es precisamente en esta fiesta de epifanía que celebramos la iluminación que recibimos en el nacimiento de Jesús de Nazaret para eliminar esas dudas, esas angustias, esas tinieblas que a veces nos aprietan el corazón. Ese niño pequeño que está en el pesebre nos dice simplemente que no hay abismo insalvable entre Dios y el ser humano; entre lo infinito y lo finito; entre el creador y la criatura. El todopoderoso, omnisciente, omnipresente, está presente en el ser humano pequeño, frágil, limitado. Es tan sorprendente esta afirmación que es considerada como una verdadera iluminación, una revelación que quiebra los prejuicios humanos habituales. En el niño de Belén se revela quién o qué es Dios y al mismo tiempo quiénes somos nosotros, cuál es nuestro destino humano. Humano, en efecto, y no solo de un reducido grupo de privilegiados. Eso se simboliza también al mostrar que la luz, la estrella, se ha manifestado a unos magos de oriente, paganos, fuera de la religión oficial, que buscaban la luz, preocupados por el destino humano. No a los sabios de la ley, ni a los líderes judíos que todo lo tenían resuelto; no tenían preguntas, ya tenían respuestas para todo.
4. La iluminación sobre lo que es Dios, sobre lo que somos nosotros, sobre la manera de relacionarnos con Dios se ofrece a quienes siguen buscando, preguntándonos con humildad cómo encontrar en nosotros mismos esa divinidad de la que somos parte.Ω
Lect.: Is 60; 1 – 6; Ef 3: 2.3 a. 5 –6; Mt 2: 1 – 12
1. Hace 8 días explicábamos que la riqueza de las narraciones de los evangelios de la infancia no está en que nos cuenten hechos históricos curiosos de los primeros años de Jesús. La riqueza está, más bien, en que las primeras comunidades utilizaron grandes símbolos para expresar lo que había llegado a significar Jesús en la experiencia de vida de cada uno de ellos. Detrás de lo que aparecen como sencillas historietas tiernas de la Navidad, hay convicciones muy profundas, nacidas de su experiencia. Por ej., que Jesús era un “nuevo Moisés”, que nos libera de toda opresión; esperanza para pobres y humildes —simbolizados en los pastores, en el pesebre, carencia de alojamiento; que la vida cristiana empieza con una transformación radical, nuevo nacimiento simbolizado en la misma Navidad de Jesús. Y hoy, fiesta de los reyes magos, se nos da otro grandioso símbolo: la estrella, la luz, la iluminación que experimentamos cuando nos acercamos a Jesús de Nazaret. Por eso también esta fiesta se llama “epifanía”, que significa “que viene de lo alto”. Quiere decir que encontrarse con Jesús debe ser para cada uno un camino de iluminación, de revelación. ¿Pero cómo entender esto? ¿Qué luz recibimos? ¿Qué se nos revela? ¿Se tratará acaso de mensajes esotéricos, o de doctrinas religiosas, muy exclusivas? La respuesta va por otro lado y nos podemos aproximar a ella a través de las imágenes de navidad.
2. Una de las inquietudes más profundas del ser humano nos mueve siempre a preguntarnos: ¿estamos solos en el Universo? No en el sentido de si existen o no otras civilizaciones extraterrestres, sino de si existe un Ser superior del que todas las civilizaciones planetarias dependemos. Los creyentes, como nosotros, hemos respondido afirmativamente: creemos que ese Ser, realidad superior a la que llamamos Dios, existe. Pero quedas otras inquietudes: ¿se preocupa de nosotros? ¿no es tan grande la distancia que existe entre él y nosotros que nuestras imperfecciones hacen muy difícil acercarnos a él? ¿cuáles son los métodos que hay que seguir para descubrirlo? ¿Habrá que estudiar muchas teologías y aprender muchos dogmas de los pocos que saben? ¿cumplir con rituales y prácticas religiosas para ganarse el favor de la divinidad? Muchas preguntas podemos plantearnos en esta línea sobre el drama de cómo saltar el abismo que hay entre el Creador y nosotros como criaturas.
3. Es precisamente en esta fiesta de epifanía que celebramos la iluminación que recibimos en el nacimiento de Jesús de Nazaret para eliminar esas dudas, esas angustias, esas tinieblas que a veces nos aprietan el corazón. Ese niño pequeño que está en el pesebre nos dice simplemente que no hay abismo insalvable entre Dios y el ser humano; entre lo infinito y lo finito; entre el creador y la criatura. El todopoderoso, omnisciente, omnipresente, está presente en el ser humano pequeño, frágil, limitado. Es tan sorprendente esta afirmación que es considerada como una verdadera iluminación, una revelación que quiebra los prejuicios humanos habituales. En el niño de Belén se revela quién o qué es Dios y al mismo tiempo quiénes somos nosotros, cuál es nuestro destino humano. Humano, en efecto, y no solo de un reducido grupo de privilegiados. Eso se simboliza también al mostrar que la luz, la estrella, se ha manifestado a unos magos de oriente, paganos, fuera de la religión oficial, que buscaban la luz, preocupados por el destino humano. No a los sabios de la ley, ni a los líderes judíos que todo lo tenían resuelto; no tenían preguntas, ya tenían respuestas para todo.
4. La iluminación sobre lo que es Dios, sobre lo que somos nosotros, sobre la manera de relacionarnos con Dios se ofrece a quienes siguen buscando, preguntándonos con humildad cómo encontrar en nosotros mismos esa divinidad de la que somos parte.Ω
Qué profundo mensaje en palabras tan simples. Gracias por ese esfuerzo. Gracias por hacernos ver que no hay abismo entre nosotros y el Ser Supremo. Muy bella la homilía.
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